una Movida gitana
Los Chunguitos, héroes de Malasaña
Fichados por la aristocracia de la Nueva Ola, los rumberos probaron suerte en el subgénero de la modernidad
Todavía no habían pasado por «La edad de oro» de Paloma Chamorro, quien los hizo coincidir con los Cars y Miquel Barceló, pero los Chungitos se codeaban desde comienzos de los ochenta con la aristocracia de la Nueva Ola, que los llegó a utilizar para amenizar uno de los provincianos aquelarres organizados por «La Luna de Madrid», que tanta vergüenza ajena daban ya por entonces. En junio de 1982 había muerto Enrique Salazar, pero los de Vallecas no se dejaron enterrar. Un año después y con su primo Manuel Fernández de recambio, los sobrinos de Porrina de Badajoz se presentan en Rockola y lanzan «Callejón sin salida».
La ilustración del álbum -que incluye piezas como «Por la calle abajo» , «Yo no te puedo dar riqueza» o «Vive a tu manera», con una temática menos delincuente y taleguera que la de su primera época- los sitúa y retrata, con un estilismo también más contenido, en pleno corazón de Malasaña, zona comercial ahora muy frecuentada en horarios diurnos y que antes fue un barrio para no dormir. Por ahí, calle arriba o calle abajo, quedarían muy bien Los Planetas, ahora metidos de lleno en el quinqui-noise.
Lo que queda de los Chunguitos se dejó caer hace no muchas semanas por La Fragua de Sebín y posó con sus camareros. El rumbero siempre vuelve al lugar del crimen. Hace treinta años, fue unos metros más allá, en la plaza de Juan Pujol, con la calle del Marques de Santa Ana de fondo, donde los Salazar situaron su «Callejón sin salida», justo en el cruce de lo que hoy es la planta joven de los grandes almacenes Malasaña, San Vicente Ferrer. Vallecas quedaba y queda muy lejos.
En 1983, los Chunguitos estaban en la pomada y en su sitio. Muy aficionados a alternar, pasaban incluso por alternativos. Para entender las dimensiones del fichaje de los Salazar por el aparato de la Movida baste con darle la vuelta a «Recuerdo de Enrique», álbum de homenaje al chunguito caído y cuya contraportada la firmó -«Recordatorio» se llama el artículo- José Miguel Ullán. Volvemos a «Callejón sin salida». Fue Máximo Moreno -hermano de Josele, el de Los Payos, y autor de portadas de Triana, Lole y Manuel, Camarón o Silvio- quien los pintó y retocó en un callejón que hoy sigue como estaba hace treinta años.
Durante unos años, los Chunguitos se juntaban con los payos y pisaban su mismo territorio, lo que los alejó de su público natural. Una serie de actuaciones barriobajeras y gratuitas contribuyeron a mantener el contacto del trío vallecano con sus seguidores de toda la vida, que, muy de lejos, observaban con creciente escepticismo cómo sus héroes salían de noche - «y de día, vagando por ahí» - con la gente de unas revistas que no compraban. En 1983, en Vallecas se leía más el «Pronto» que «La Luna».
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