El indie en España, historia de un desencanto
El periodista Nando Cruz examina con lupa el «boom» alternativo de los noventa en el libro «Pequeño circo. Historia oral del indie en España»
El periodista y crítico musical Nando Cruz se ha pasado los últimos 18 meses revisitando la década de los noventa, preguntando a discreción a sus protagonistas y recolectando testimonios y memorias para reconstruir, veinte años después, las luces y sombras de aquel «boom» de música independiente que campó a sus anchas por la España postolímpica. Un esfuerzo titánico –más de un millar de páginas alimentadas por trescientas horas de entrevistas– que, reconoce Cruz, son en realidad dos libros en uno. «Me interesaba hacer una mirada crítica de la época, pero después de reconstruirla», apunta.
De este modo, en « Pequeño circo. Historia oral del indie en España» (Contra) viajamos del protoindie de Los Bichos y Cancer Moon al éxito de Australian Blonde y Dover pasando por el funcionamiento de los sellos discográficos, la ristra de deudas que quedaron sin pagar o el candor de algunos grupos. Todo para acabar descubriendo que, según apunta Cruz, lo de «indie» fue en realidad poco más que un nombre. «Detrás no había ningún posicionamiento a la contra real. Sólo estaba la intención de colarse en los mismos sitios que la Movida, cuando se supone que era algo que iba en contra. No digo que esté ni bien ni mal, pero no se puede considerar contracultural, ni rebelde ni alternativo. Simplemente fue la siguiente generación», explica Cruz, quien, además de seguir los pasos del «Por favor, mátame», la historia oral del punk, traza un recorrido geográfico a través de Santurce, Granada, Albacete, Mallorca, Gijón, Zaragoza y demás enclaves destacados en la historia de la música independiente.
Una excursión a través de nombres como Penelope Trip, El Niño Gusano, Los Planetas, Surfin’ Bichos, Sr. Chinarro, Manta Ray o Migala con la que el periodista barcelonés busca también reflejar «cómo las intenciones iniciales se fueron diluyendo y acabaron quedando en algo que no respondió al entusiasmo inicial». «No es tanto la cara oscura del indie como lo que creía que no había podido ser, dónde se había quedado encallado », añade. Con todo, ese lado oscuro también acaba saliendo a la luz, casi siempre en forma de trapos sucios y rencillas económicas, por boca de alguno de los entrevistados. «Con algunos sí que daba la sensación de que había deudas deudas pendientes», explica.
Ventas y «royalties»
Es por eso en «Pequeño circo», título prestado del primer EP de Sr. Chinarro, encontramos a promotores, periodistas, y dueños de sellos discográficos, sí, pero también a bandas que, por ejemplo, ni cobraban ni reclamaban los royalties que generaban. Otras, en cambio, ni siquiera sabían cuántos discos vendían. «Si no lo preguntas es porque estás convencido de que no vendes nada o porque no necesitas dinero», apunta Cruz, para quien el indie se convirtió pronto en una gran burbuja.
«Está el tema de los derechos editoriales y los adelantos que daba Warner Chapell a los sellos. Cuando salió el “Chup Chup ”de Australian Blonde vieron que el indie podía ser la nueva Movida y empezaron a inyectar dinero en los sellos por si algún grupo triunfaba. Creció la inversión y se publicaron muchos discos sin ningún tipos de valor simplemente porque había dinero. Se infló la burbuja del indie esperando que alguno funcionase. Y acertaron con los Fresones Rebeldes o con Dover, pero el resto no se comió nada. En tres o o cuatro años los llamados sellos alternativos y a la contra ya estaban funcionando igual que los demás», relata.
Quizá por eso, añade Cruz, si algo refleja el indie es «una época de comodidad económica postolímpica». «Si algo explica el indie es ese momento de España en que estar politizado era cutre, a todos nos iba bien la vida, había dinero para todo…».
En lo estrictamente musical, apunta Cruz, el balance tampoco es mucho mejor ya que, asegura, fue una escena «sin consistencia» que sólo se preocupó por lo puramente estético. Sonar alternativo reflejándose cuanto más mejor en lo que ocurría en esos momentos Inglaterra o Estados Unidos. «Copiar algo que hace tiempo que existió te da como mínimo perspectiva. Seguro que te acaba saliendo algo diferente. En cambio, si intentas copiar a los Pixies tres meses después de que hayan sacado el disco, no tienes perspectiva y la copia es calcada. Y si encima cantas en inglés… Ya no es que no quisieras ser original. ¡Es que no puedes!», zanja.