Blur: «La disolución del grupo fue espontánea, la reunión no»

Este martes sale a la venta «The Magic Whip», el regreso de la banda británica tras doce años de silencio discográfico

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Nacho serrano

Cuando al guitarrista Graham Coxon se le pidió amablemente que abandonara el proceso de grabación de «Think Tank» en 2003, la llama de Blur empezó a hacerse más y más pequeña hasta que se apagó unos meses después. El cantante Damon Albarn pasó página y se dedicó a dar vida a sus Gorillaz y a otros proyectos en solitario o acompañado.

Parecía que habría que esperar a uno de esas efemérides de «30 aniversario» para volver a verlos juntos, pero en la Navidad de 2008 Albarn anunciaba que reunía a la banda. Otros seis años y algunos conciertos más tarde, se confirmaba el regreso del grupo con todas las de la ley, es decir, se anunciaba la publicación de un nuevo trabajo de estudio. Y así es como ha llegado al mundo «The Magic Whip», un disco tan, tan esperado que era prácticamente imposible que no supiera a poco. De su gestación hablamos con el baterista Dave Rowntree, que a priori no es el personaje más mediático del grupo, pero quizá si el más sincero ante determinadas cuestiones.

—¿Podría explicar la relación de este disco con la ciudad de Hong Kong?

—La idea empezó a gestarse, aunque en ese momento todavía no lo sabíamos, durante una semana que pasamos allí, tras cancelar un concierto. Estuvimos tocando para divertirnos en unos estudios de la ciudad, y grabamos algunas voces. Después, cuando decidimos sacar adelante la idea, las sonoridades, las atmósferas, la producción en general, de alguna manera remitían a las experiencias que tuvimos en la ciudad aquellos cinco o seis días. No es que sea un disco «hongkonés», hay algunas referencias pero el álbum no está plagado de ellas. Sí hay elementos más ocultos que nosotros relacionamos con la ciudad. A partir de ahí, construimos un disco completamente diferente a lo que hemos hecho hasta ahora, lo cual es muy importante para el grupo.

—Iba a preguntarle si sentían que necesitaban reinventarse, pero ya me ha contestado: lo hacen constantemente, en cada disco. O al menos esa es la intención.

—¿Sabes? En realidad esas reinvenciones nunca son plenamente conscientes, no forman parte de un plan. Nosotros vamos al estudio para grabar un disco, y cuando lo hacemos, espontáneamente nos dirigimos hacia sitios donde creemos que no hemos estado antes. Es un instinto. Ni siquiera vamos con un «concepto» del disco. Éste se hace evidente a medida que avanzamos. Simplemente imaginamos cómo queremos que suene el disco, y utilizamos las herramientas que la música nos da para conseguirlo. Por ejemplo, cuando hicimos el disco anterior, «Think Tank», yo decidí que no tocaría una batería al uso en ni una sola canción, lo cual me obligó a repensar cómo conseguir ciertos sonidos, ruidos, percusiones, etcétera. Las herramientas lo son todo, son mucho más útiles que las elaboraciones de conceptos a seguir. También la inspiración que surge del entorno. Esta vez, el hecho de estar en Hong Kong fue el que motivó el cambio de herramientas, de hábitat de grabación... Creo que en el fondo, hablar de «reinventar tu sonido» no tiene nada que ver con la realidad de cómo se hace música. Es más corazón que cabeza.

Alguna decepción

—Aquí en España, el single «Go Out» causó cierto desconcierto. Varios periodistas aseguraron que no era precisamente lo mejor que habíais hecho. Y luego, también ha habido alguna manifestación de decepción con el disco.

—Pues en general, todas las críticas que he oído han sido muy buenas. Hasta donde yo sé, el disco ha sido recibido muy bien. No sabía que hubiera gente decepcionada con él. Aunque por otro lado, es algo normal. No a todo el mundo le gusta siempre lo que haces.

—El primer tema «Lonesome Street» es un single perfecto. Accesible e inmediato. Le sigue «New world towers», una de las más claramente «asiáticas» del álbum. Después, hay una alternancia casi matemática de hits de radio y canciones más atmosféricas e introspectivas. Una alternancia perfecta de subidas y bajadas.

—Bueno, de eso se encargó Stephen (Street, el productor). Fue él quien ordenó las canciones. Según nos contó, es una secuencia que cuenta la historia de Blur y de nuestras colaboraciones con él. Estaría muy contento de escuchar tu comentario.

—Buena pista para una relectura. Me parecen particularmente buenas «Ghost Ship», y sobre todo «I thought i was a spaceman». Pero parece muy difícil de llevar al directo.

—Lo es. Esa es una de las canciones en las que más trabajamos durante las tres semanas que hemos estado preparando las actuaciones en vivo. Y por ejemplo, «Ghost Ship» te aseguro que funcionará espectacularmente bien en directo.

—Hay gente que siempre ve algo de artificial en las reuniones.

—Bueno, eso depende porque es una palabra muy subjetiva. La disolución de la banda fue de lo más espontánea. Volver a reunirla llevó mucho trabajo para todas las partes, no fue algo que ocurriera de forma fluida y natural, eso se podría entender como un proceso artificial. Pero te seré igual de sincero para decirte esto: a ninguno de nosotros le hace ninguna falta estar en Blur. Hacemos esto porque queremos.

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