Madrid se deja entretener por Robbie Williams
El artista británico ofreció anoche un espectacular concierto en la capital, el primero de su gira por España, que le llevará este viernes a Barcelona
El artista «más grande de la década de los 90», así lo reconocieron sus paisanos en 2004; el hombre que creció detrás de la barra del Red Lion; que inventó junto a otros –hoy cuarentones– el concepto de «boyband»; y que se aburrió de sí mismo antes de los 30 para abrazarse a la autodestrucción alcohólica y otros excesos, ha vuelto.
«Permitidme que os entretenga», así se traduce la nueva gira de Robbie Williams que dejaba anoche, en el Barclaycard Center de Madrid (el Palacio de los Deportes de toda la vida ), sobrados argumentos para que 20.000 personas (otras tantas se esperan en Barcelona) se dejasen un pellizco (algo más de 100 euros de media) y la paciencia para poder verle en directo.
El carismático y extravagante tipo guapo y malo que inventó la retransmisión de un parto en Twitter , prendió fuego al recinto madrileño desde el primer acorde de «Let me entertain you», pieza que da nombre a una gira que se ha hecho esperar. No sobre el escenario. Puntual e impertinente, una gran pantalla se fue llenando de preguntas: «¿Estáis ahí?», «¿Hola?», «¡Gritad!»; «¿Soy todavía vuestro hijo?»... «Entonces... Let me entertain you»...
Teñido de rubio, chaleco y cuernos cabríos, fue sólo el primero de los aspectos que lució el británico durante su actuación. Falda, levita o chaqueta de lentejuelas de plata incluidas.
«Mi nombre es Robert Peter Williams. Ésta es mi banda, y las próximas dos horas vuestras caderas -en realidad dijo culo- son mías», advirtió el de Staffordshire. Tras ello procedió a tomar su botín con «We will rock you», de Queen.
Una bandera equivocada
Locura colectiva. Rendición al espectáculo total, que no empañó siquiera una bandera equivocada. La que recibió de un asistente y portó, como guiño al público, durante las siguientes canciones: la de Portugal.
Flexiones (literales) y genuflexiones a la platea, desde el semióvalo que prolongaba el escenario, fueron mostrando a Williams como el monstruo casi criado bajo los focos que es.
Los incondicionales (casi todos) se sabían hasta los gorgoritos, pero el techo del ahora tarjetal palacio, al borde estuvo del derrumbe con los operísticos compases que precedieron a «Feel», preludio a su vez de una orgía de éxitos. Del escenario, sobrio y sin más artilugios que el propio Williams hasta entonces, emergieron tres bustos de cristal del propio artista que escupieron luz sobre cada metro cúbico del aire entregado ya del recinto de la plaza de Dalí.
Antes, crooner –recuperando su espectáculo del año pasado– gamberro, seductor, irreverente... Genio y figura, Robert Peter Williams y los suyos (metales, batería, bajo, guitarras, teclados y un impresionante cuarteto de coros y baile) hicieron del espectáculo un «vale la pena» de principio a fin. Guiños a U2, nueva vuelta a Queen con los propios miembros de la banda haciendo los coros desde el gran plasma, The Arrows con su «I love Rock&Roll»...
Su padre y sus hijos
Todoterreno musical que pasó por el rock, la electrónica, el swing, el pop, el rap y hasta el «Twinkle, twinkle, little star» de su hijo se trajo a Madrid. «Soy el mal padre de mis dos preciosos hijos. No sé tocar la guitarra bien pero...» Pinceladas de humildad en un señor que hace del escenario su casa, tanto que hasta su propio padre cantó con él en Madrid.
Habla y juega con el público –mala suerte para los guiños anoche: la invitada al azar para compartir escenario resultó ser una compatriota– y, por cierto, canta, como los ángeles.
¿Faltaba algo? «Angels», que dedicó a las víctimas del vuelo 4U9525 . «Madrid, ¿soy todavía vuestro hijo?», preguntó de nuevo. Anoche, Mr. Williams acumuló algún mérito para serlo. No hubo bises, para qué.
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