entrevista
Joan Baez: «En la época hippie escondía mi pesimismo a los demás»
La legendaria cantautora comienza este domingo en Pamplona su gira española, para después pasar por Bilbao, Barcelona, Madrid y Gijón
Simpre ha sido un espíritu libre, vital y valiente ante los desafíos. Joan Baez jamás ha sido una persona huraña o descreída. Ni mucho menos una cínica, ni tampoco una pesimista de libro. Sólo habla con conocimiento de causa y sentido común. Porque desde la II Guerra Mundial lo ha visto todo, y algunas cosas muy, muy de cerca. El Movimiento por los Derechos Civiles, la eclosión de la escena folk de Greenwich Village, el auge y caída del movimiento hippie... Sí, es bien cierto que en los sesenta estuvo bastante ocupada. Pero desde entonces no ha dejado de implicarse con toda causa que considerase justa mientras desarrollaba una brillante trayectoria artística que la sigue llevando por escenarios de todo el mundo.
Su último concierto en Madrid , en 2010, fue espectacular. Cantó de maravilla, sacó brillo a sus clásicos y desplegó con poderío su arsenal de tonadas más recientes, recibió los aplausos con una sonrisa juvenil y después hechizó a la prensa recibiéndola en su camerino, mientras se secaba el sudor con una toalla cual rock-star. Le recordamos la escena y ella estalla en carcajadas al otro lado del teléfono.
-La verdad es que con aquel gesto nos conquistó a todos.
-(Risas) ¡Pues nada, venid a verme otra vez y así hablaréis bien de mí!
Simpatía y compasión
En aquel camerino, los embobados periodistas comprobamos que es una mujer muy despierta, simpática y con un gran sentido del humor. «¡Qué jóvenes sois todos! Lo malo es que, hijos míos, os habéis perdido la época divertida de vuestra profesión, pobrecitos», dijo con un tono bromista, pero también compasivo. Y es que Joan Baez tiene algo de madre universal.
-Su nueva gira española ha creado mucha expectación, ¿se lo esperaba?
-Uno nunca piensa en eso, sólo en la ilusión que hace volver a visitar un país tan maravilloso como España, con el que me siento tan conectada. Espero que la reedición de «Diamonds and Rust in the Bullring», el directo que grabé en Bilbao en 1988, haya tenido algo que ver (risas). Pero sí, ha sido una alegría enorme ver que hemos ampliado las fechas por la demanda de entradas. Me encanta que se me aprecie en un lugar en el que he vivido tantas experiencias bonitas.
-La primera fue de lo más intensa, ¿verdad?
-Oh, ya lo creo. En 1977, la primera vez que fui a actuar a vuestro país.
Valentía o responsabilidad
Fue en el programa musical «Fiesta» de Televisión Española, donde dedicó «No nos moverán» a La Pasionaria tras declarar en rueda de prensa que no había venido antes «porque estaba Franco y no hubiera podido decir todo lo que quería». Un acto de valentía y según ella misma asegura, «de responsabilidad».
-¿Cómo se sintió siendo una embajadora de la libertad en España?
-Me sentí honrada por tener la oportunidad de rendir un pequeño homenaje a una mujer luchadora, con la que podías estar o no de acuerdo, pero a la que había que reconocer que había dedicado su vida a defender su ideal de justicia.
-¿No tuvo miedo de alguna mala reacción?
-No tuve el menor problema. De todos modos, ya sufrí amenazas de muerte en mi país, es algo que no puedes evitar si decides implicarte políticamente en la sociedad. Va en la maleta.
-Algo así decía Pete Seeger, que en paz descanse.
-Efectivamente. Él siempre iba con sus principios por delante, sin importar las consecuencias. Le daba todo igual, era un ejemplo de dignidad y de valentía, alguien insustituible. Le echamos muchísimo de menos. Era una especie de guía espiritual en la comunidad folk norteamericana. Cuando uno perdía la perspectiva, iba a hablar con Pete Seeger.
-¿Por qué desde los años sesenta no ha vuelto a emerger una generación de líderes políticos y cantautores protesta tan carismáticos?
-Pues es una buena pregunta. No sé si es completamente cierto, pero sí plantea cierta inquietud. Quizá sea que se ha perdido esa magia, ese encanto tan efervescente de las primeras revoluciones juveniles. Realmente hubo un momento en el que todo parecía posible. O casi todo.
-Ese «casi»... Usted siempre tan cauta. Y durante el estallido del movimiento hippie estuvo rodeada de mucha gente ingenua, inocente.. ¿No acabó un poco harta de algunos excesos de euforia y buenrollismo lisérgico?
-(Risas) Sí, sí que lo estaba en cierta manera. Para empezar, porque yo no tomaba drogas, nunca las he tomado. Es verdad que en aquel momento se consiguieron grandes cosas, la juventud de hoy no sería como es si no hubiera ocurrido aquel fenómeno. Pero yo intuía, o sabía que sus promesas eran un sueño sin sentido. Las conclusiones a las que puedes llegar hasta arriba de ácido no sirven para la vida real. Pueden ser útiles para abrir nuevas vías de creatividad, y eso no lo discuto, aunque tampoco lo comparta, pero jamás pueden guiar un cambio social. Durante aquellos años, en muchas ocasiones tuve que esconder mi pesimismo, o, mejor dicho, mi realismo, ante los demás. Pero lo viví todo lo intensamente que pude, y sí, cuando alguien me pregunta si Woodstock fue tan genial, le digo que ni se lo imagina.