Anna Netrebko, una diva con mayúsculas

La soprano rusa debutó en el Palau de la Música, acompañada por su pareja el tenor de Azerbaiyán Yuzik Eyvazov, con un concierto inolvidable

Anna Netrebko, una diva con mayúsculas Antoni Bofill

pablo meléndez-haddad

Por fin debutó en el Palau de la Música Catalana Anna Netrebko , protagonista de una velada de absoluta excepción gracias a su enorme talento y carisma. Por fin, porque costó que pudiera venir: primero ella canceló por enfermedad y después fueron varias las orquestas que se sucedieron en el proyecto, ya que la fecha que le iba bien a la soprano no acababa de funcionar. Finalmente la solución se encontró en casa, apostando por la Simfònica del Vallès, un conjunto que en la lírica se crece porque la lleva en sus genes; su acción de conjunto no siempre fue la ideal y faltó limpieza en la cuerda salvo en el soberbio intermezzo de «Manon Lescaut», en el cual se mostró sutil y obediente ante el gesto entusiasta de Massimo Zanetti que nunca.

El programa, espectacular, mostraba a esa Netrebko dramática y verdiana que ahora se prodiga desde que debutara Leonora de «Trovatore» y Lady Macbeth. ¿Y quién puede comenzar un concierto con la Lady? Solo ella. Y para bordar al completo la escena de la carta dándolo todo, sin ahorrar en nada, ligando, actuando, ofreciendo sobreagudos de espaldas al público y de cara al órgano para buscar efectos sonoros, moviéndose por el escenario... Parte de su espléndida coloratura aplicada a un electrizante «Di tale amor»... también se las regaló al público del órgano.

La soprano presentó al público barcelonés a su pareja, el tenor de Azerbaiyán Yuzik Eyvazov, y lo hizo con una prueba de fuego, nada menos que con Otello y un visceral «Già nella notte densa» en el que no conquistó debido a una voz tan tremolante como salvaje de emisión, mejorando como Des Grieux gracias a unos agudos luminosos. Su Desdemona (y después su Manon), en cambio, fue oro puro en la voz de Netebko, mostrando una cara más sutil, fraseando con unos pianísimos siempre bien colocados.

Y si en Verdi encantó, con Puccini recuperó el esmalte. Su «In quelle trine morbide» fue un sueño, su «Mamma morta» un poema de pasión y sensibilidad y su Adriana mostró poderío y dignidad... El programa se cerró con el dúo de «Manon Lescaut», nuevamente con una Netebko generosa al máximo. Él regalo una voluntariosa «Nessun dorma» y ella en las propinas fue Rusalka y repitió su teatral Adriana. Inolvidable.

Anna Netrebko, una diva con mayúsculas

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