'En el mar de Sorolla con Manuel Vicent', un paseo poético por la luz y la memoria
«A esta exposición hay que venir con toalla y bañador», ha señalado el escritor valenciano que ha escrito un relato 'inmersivo' de las obras del artista para esta nueva muestra
Los años en los que Sorolla perdió su luz

Dice el escritor Manuel Vicent (Castellón, 1936) que ha conocido a Sorolla después de haberlo vivido. Por eso no ha tenido más que bucear en sus recuerdos, en sus experiencias y en sus pensamientos al borde del Mediterráneo para comisariar 'En el mar de ... Sorolla con Manuel Vicent', la exposición temporal que acoge el Museo Sorolla hasta el próximo 17 de septiembre, que se enmarca dentro de las celebraciones por el primer centenario del fallecimiento del pintor valenciano.
La muestra coincide en el centro madrileño con '¡Sorolla ha muerto! ¡Viva Sorolla!', que narra sus tres últimos años de vida y la enorme repercusión que tuvo su muerte, y se gestó cuando se estaba exhibiendo 'Sorolla en negro', en la que el catedrático de Historia del Arte y exdirector del Museo de Bellas Artes de Valencia Carlos Reyero analizaba el uso y los significados de los negros y los grises en su pintura. De ahí que en esta ocasión «el enfoque no debía ser artístico sino que debía ser literario, desde el talento creador del propio escritor», explicó durante la presentación Enrique Varela, director de la institución. Más allá de su vida y de su obra, el museo buscaba poner ahora el foco en una propuesta más introspectiva, 'inmersiva' en el sentido etimológico del término.
«A esta exposición hay que venir con bañador, toalla y hasta cesta de pícnic, porque no hay nada más poético que poder bañarte en los cuadros de Sorolla», indicó Vicent. El escritor plantea aquí un personalísimo recorrido por la obra del artista en el que se mezclan con armonía pintura y literatura en un juego plagado de matices y lirismo. Las vidas del pintor y del escritor, desarrolladas junto al Mediterráneo y sus gentes, fluyen a través de los textos que Vicent ha creado para la ocasión, que jalonan cincuenta cuadros procedentes de los fondos del museo. Entre ellos no faltan sus obras más características, como 'El balandrito', pero también hay hueco para cuadros que no suelen verse en sus salas y una docena de ellos ven la luz por primera vez en esta exposición. Es el caso, por ejemplo, de 'Pescadores valencianos' (1903), que nunca antes había salido de sus almacenes.
Todas estas obras cobran nueva vida a través del relato literario y experiencial del escritor, que se articula en torno a cuatro capítulos: 'El subconsciente está lleno de algas', 'Un drama naturalista bajo la luz del Mediterráneo', 'Veraneantes burgueses en el Cabanyal' y 'En el mar de Xábia'. La reconstrucción de su propia memoria frente al Mediterráneo discurre paralela a los cuadros en forma de creaciones literarias que constituyen un texto inédito de Vicent que hace las veces de original catálogo de la exposición.
El calado de la superficie
El paseo da comienzo con la infancia. Vicent rememora cuándo y cómo el mar comenzó a dibujarse en su consciencia. «No recuerdo haber experimentado el sentido de su inmensidad sino una sensación de salvaje libertad y alegría», relata en uno de los textos. Su personal descubrimiento coincide con el plano más sensorial de Sorolla, cuya luz resplandece bañando los cuerpos de los niños desnudos en la orilla.
Después, la exposición aborda el paisanaje propio del Mediterráneo, tan presente en la iconografía de Sorolla y también en la literatura de Blasco Ibáñez. Ambos tenían como punto de encuentro, figurado y literal, la playa del Cabanyal que tanto les inspiró a lo largo de sus vidas. Hombres, mujeres y niños se encuentran en plena faena en los cuadros del pintor valenciano en una denodada lucha por la supervivencia.
Esa metáfora del mar como las dificultades de la vida llegaba a su punto álgido en verano, cuando la orilla se entreveraba esa batalla con los felices veraneantes burgueses. Aquí Vicent hace un punto y aparte para reivindicar la profundidad de Sorolla como pintor de superficie. «Me fascina que toda la verdad se encuentre en la primera capa de la piel», argumenta. El escritor contrasta esa mirada con la de su coetáneo Zuloaga, mucho más oscura. «En esa época hay una España que no se resigna a no ser feliz, a no ser luminosa, a no ser clara», señaló. «Una de las esencias del Mediterráneo –continuó– es que sus gentes, a pesar de que están sufriendo por sobrevivir, saben que luego tendrán derecho al placer».
Finalmente, el discurso del escritor desemboca en la dimensión espiritual del mar. Aquí, los personajes son sustituidos por la desnudez del paisaje. Obras maestras del artista valenciano como 'Cabo de San Antonio', 'Isla del Portichol, Jávea', o 'La noria' casi hacen sentir la brisa, tan reconfortante y serena. A su lado, las reflexiones de Vicent: «El mundo estético de Sorolla me ha permitido ver con nitidez el fondo de ese Mediterráneo como mar interior que uno lleva en la memoria».
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