LITERATURA

Nueva novela de Benítez Reyes, ‘El azar y viceversa’

El escritor roteño rompe un silencio de casi una década con su novela más ambiciosa, en la que mezcla humor, reflexión y una entretenida trama

LA VOZ

Aventura, picaresca, reflexión, memoria y azar. Mucho azar. Estos son los pilares que sostienen ‘El azar y viceversa’ (Destino), la novela con la que Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) pone fin a un largo silencio narrativo. No publicaba novela desde que en 2007 ‘Mercado de espejismos’ le diera el Premio Nadal. Se desquita ahora con una narración de largo aliento en la que el humor, pensamiento y memoria van de la mano. Una memoria «a menudo tramposa» y un azar «caprichoso que gobierna vidas» advierte el escritor gaditano, que da su Do de pecho y trata de alcanzar su «techo literario».

Su protagonista es un pícaro de nuestro tiempo a vueltas con su azaroso pasado. « Un optimista melancólico al que no le asusta la mala suerte» . Un roteño, como su autor, nacido el mismo año y en el mismo pueblo marcado por la presencia de una base militar norteamericana, pero «con mil nombres y mil caras». Alguien que «ha sabido adaptarse para sobrevivir» y sortear los desafíos del azar recurriendo a trapacerías y trapicheos.

«El azar es implacable y nos marca el camino en la vida: no es lo mismo nacer en Buckingham Palace o en una chabola» reconoce el narrador, poeta y ensayista. « El azar gobierna nuestras vidas. No es que crea en él. Es un dogma. Nadie, rico o pobre, está libre de sus caprichos. Tenemos mucho de marioneta y algo de rebeldía frente al destino, pero el azar es el gran señor de nuestras vidas, aunque tratemos de hacerle frente» admite Benítez Reyes.

«Vivir es adaptarse, saber sacar partido al azar y viceversa, a la desventura y a la fortuna» explica el escritor ofreciendo algunas clave sobre el título de su novela. Y eso es lo que hace su protagonista «un buscavidas desde los trece años, un superviviente. Una suerte de pícaro contemporáneo que sirve a muchos amos en un carrusel constante», explica su creador.

Es el pelirrojo Antonio Escribano Rangel , Antoñito, el Rányer, Padilla, Jesús o Toni, según el aire que sople en su vida. Un viento variable «que lo instala en la inestabilidad, en unas arenas movedizas que se tambalean entre sus múltiple identidades». «Acomoda su identidad a las circunstancias de cada instante, a una realidad que le fascina y le extraña a partes iguales. Tiene que buscarse la vida y eso supone inventársela, compensar las ilusiones con la desesperanza» explica Benítez Reyes sobre su buscavidas. «Una suerte pícaro crecido en un entorno hostil que aprende a la fuerza a sacar partido tanto de los caprichos de la fortuna como de las adversidades», reitera. Admite Benítez Reyes que «el patrón básico de su novela es el de la picaresca. El del menesteroso que pasa por un sinfín de oficios y tiene distintos amos». Pero que quiere ir mucho mas allá. «No es una sucesión de anécdotas; hay un pensamiento que sustenta e interpreta al personaje». «Vive y piensa sobre lo que vive: sobre el amor, la salud, la identidad y el propia azar. Y esa reflexión es clave para explicara al personaje» dice su creador.

La novela balancea así el humor y la tragedia, «como la vida». Y juega con la memoria. A veces entra «en lo ridículo, que a menudo forma parte de lo que hacemos y de lo que pensamos»

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