PRESENTACIÓN LITERARIA

Javier Vela: «El cuento es un género de frontera, permite el juego y la reflexión»

El escritor publica ‘Guía de pasos perdidos’, un compendio de once relatos donde se abrazan la poesía, el sueño y los recuerdos

Lupe Durán

Andrés G. Latorre

Lo más fácil no es, casi nunca, lo mejor. Quizá por eso Javier Vela (Madrid, 1981) pone tanto empeño en que sus escritos no sean en exceso fáciles si con ello consigue que sean los mejores. El autor, afincado en Cádiz, que abrió el corazón de la belleza el año pasado con el libro de poemas ‘ Cuando el monarca esper a’ y que ya había afrontado el reto de la novela en 2019 con ‘La tierra es para siempre ’, publica ahora ‘ Guía de pasos perdidos ’ (ed. Páginas de espuma ), una colección de once historias en las que el lirismo, el recuerdo y las ansias de libertad conforman un camino para leer despacio, pasito a pasito.

Poesía, novela y ahora cuento. ¿Es una rareza por su parte cultivar tantos géneros?

Lo cierto es que el género de la ficción breve no me era ajeno. Yo me venía aproximando a él desde 2017, cuando publiqué ‘Pequeñas sediciones’, y había ido incluyendo algunos otros cuentos en un libro previo de aforismos ‘Libros de las máscaras’, y en ‘Revelaciones de la maestra del arco’. Siempre he tenido una vocación de hacer cuentos, no ha sido un territorio extraño.

La literatura actual parece haber abandonado el gusto por la palabra precisa que usted cultiva en su obra. Da en ocasiones impresión de que hay libros escritos por autores que no leen, algo en lo que se rebela en el libro.

Con mucha de la literatura actual asistimos a una especie de ruidillo de fondo, que comparo con los cascabeles del bufón, que nos hipnotizan para que entremos en su discurso sin resistencia. Ciertos autores participan sin empacho en esta simplificación, en la que impera la dicción elemental, el texto de expresión directa. Es una literatura de un solo uso. Yo apuesto por una búsqueda de la palabra precisa, de la frase con vocación de no poder ser modificada. El cuento, por su naturaleza de género de frontera, permite pulir la frase con más cuidado que la prosa narrativa. Da cabida al juego, a la invención lúdica y a una apuesta por formas más cuidadas.

En ‘Guía de pasos perdidos’ se nota mucha introspección, mucha mirada interna, ¿es un hijo de la pandemia?

Hay algunos cuentos que nacen como un producto del confinamiento; no como consecuencia directa, pero sí se escribieron justo en esa época. La elaboración de los once relatos abarca un periodo amplio, desde 2009 hasta 2020. ‘Una historia de América’ se escribió en el periodo de confinamiento y retrata esa necesidad de liberación simbolizada en la salida de una residencia psiquiátrica. Este relato habla de recuperar la independencia e identidad, que es lo que sentíamos muchos de nosotros en esos meses.

Relatos, como puentes

Los cuentos que integran la obra son como puentes y trazan caminos. En el primero, con pocas palabras, completa un sendero de quizá 20 años en la historia de la protagonista. ¿Es este libro, literalmente, la guía de pasos perdidos que señala en título?

Sí, cierta relación entre el título y ese trazado hay. El libro es un paseo, un itinerario por mi infancia y adolescencia donde se cuela la brisa atlántica. En sus páginas se esbozan el ambiente en el que he crecido y los temas que me obsesionaban y obsesionan. La soledad, la orfandad, el desamparo, la monotonía, el descreimiento se combinan en los cuentos. Y de alguna forma, también está la sensación de pérdida. Una pérdida de un amigo, conyugal o la pérdida de una cualidad, como la inocencia. Quizá por eso hay ese toque solitario y huidizo en estos cuentos.

El autor, con el libro en las manos.

Me ha gustado que no la obra renuncia a la poesía. En un pasaje escribe «pequeños pájaros pardos encopetados de negro saltan de rama en rama». ¿Hay una lucha entre poesía y prosa en la obra?

Lo cierto es que no hago demasiado distingos entre géneros literarios. No creo que tengan fronteras tan claras como nos quieren hacer ver. No es que trate de concebir la literatura de forma transversal de manera consciente, es más bien el reflejo tanto de algo que hay en mí como de mis lecturas (en este apartado, rescata nombres como el de Katherine Mansfield o Virginia Woolf). Como decía antes, el cuento permite hacer esa fusión, hace posible que poesía y reflexión se unan sin demasiado esfuerzo.

Además de melancolía, me parece que hay una reivindicación de la infancia y juventud en ‘Guía de pasos perdidos’ como un espacio de ideas libres, de relaciones mágicas que explican el mundo, como en el caso de ‘Fabio’.

En la infancia se alientan buena parte de los descubrimientos que como adultos restauramos para acceder al mundo de manera crítica. Por supuesto, recuperar esos pensamientos de la infancia implica revisar la imagen que tenemos, o que nos fabricamos, de nosotros mismos y saber hasta qué punto hemos edulcorado el relato de nuestra propia biografía. En todos los cuentos hay una visión oscilante, desde la parodia a la inocencia. He querido que la voz narrativa se acercara a los temas intentando contemplarlos sin ese rosario autocomplaciente que describía María Zambrano y sin que fueran parte de un cliché colectivo. He querido transmitir la mirada de quien ve el mundo por primera vez y se lo encuentro lleno de matices.

Hay también cierto aire gaditano en la obra, no sé si buscado o no. Uno tiene la sensación a veces de estar en Conil o Tarifa.

No se puede negar que es un libro sureño, atlántico. Y el mapa que se despliega es reconocible, sobre todo para alguien de la zona. Están presentes los pinares de Roche o los arenales de Bolonia. Es sureño, incluso, cuando la acción transcurre en otras latitudes. Pero no he intentado acercarme a esos escenarios de una manera consciente, sino que son más bien paisajes que surgen de la memoria. Y me gusta poder editar, manipular, emborronar estos paisajes de la imaginación sin la traba del espacio físico.

Entre sus facetas está la de traductor, en especial de autores franceses del XIX. Sorprende que algunos de los mejores autores en castellano son especialistas en otro idioma.

Es un tema que no tengo muy pensado. Pero autores y autoras que han tenido capacidad de pensar y escribir en otra lengua tienen una independencia cognitiva extra a la hora de manejar el lenguaje. Pienso en Conrad, Nabokov, o en Samuel Becket, que deja de escribir en inglés para limpiar los excesos del estilo, para desechar todo aquello que pensaba podría ser amanerado. La segunda lengua concede una distancia crítica que permite moldear de manera sintética los escritos.

Suponemos que Javier Vela sigue trabajando en nuevos escritos.

Sí, trato de avanzar en una novela que comencé hacia mediados de 2020, aunque sin previsión de cuándo podré acabarla. Y estoy con varias traducciones y una serie de cuentos inéditos, que van quedando en los márgenes de mi actividad diaria.

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