Poesía

Un «viejo poeta» llamado Julio Cortázar

Nórdica Libros publica «Pameos y meopeas» (1971), con ilustraciones de Pablo Alaudell

ANDRÉS GONZÁLEZ-BARBA

«Yo soy un viejo poeta [...] aunque haya guardado inédito casi todo lo escrito en esa línea a lo largo de más de treinta y cinco años», comentaba en una ocasión Julio Cortázar (1914-1984) . Así se definía este narrador que revolucionó la escritura con «Rayuela». Sin embargo, dentro de ese talento desbordante a la hora de contar historias, también se hallaba implícita la mirada de un poeta maduro. De ahí la importancia de «Pameos y meopas» , el primer libro de poesía que publicó el escritor argentino en el año 1971 y que ahora recupera en una vistosa edición ilustrada por Pablo Auladell la editorial Nórdica Libros .

El libro está compuesto por una colección de 18 poemas, escritos fundamentalmente en París y Buenos Aires, entre 1944 y 1958, con la salvedad de los «Cantos italianos» , fechados en Roma en el año 1953.

Como viene siendo habitual en la editorial madrileña, el libro resulta un diálogo perfecto entre los poemas de madurez de Cortázar y las ilustraciones de Auladell (Alicante, 1972), el reciente ganador del Premio Nacional de Cómic , que ofrece una versión muy personal de estos versos: «Ilustrar poesía, seguramente dentro de la ilustración literaria, es lo más difícil. El ilustrador literario lee el texto de una manera distinta al lector habitual y con otras claves. El lector habitual busca la peripecia, y yo intento encontrar primero el tempo de ese texto porque me va a dar el tempo gráfico de las ilustraciones, la mímica o la gestualización», comentaba a Efe este ilustrador.

La mayoría de los poemas incluidos en «Pameos y meopas» están escritos en verso libre, pero también se incluye alguno, como «Último espejo» , que plasma el dominio de Cortázar por una de las formas más clásicas de versificación, el soneto: «Al borde donde el tiempo es el Leteo/murmurando las cifras del olvido,/mi corazón revé lo que ha querido/y se echa atrás, y acalla su aleteo./Oh, sorda espada, oh minucioso empleo/de la amapola en cada día ido!/¿Cómo entrañar en el cristal pulido/el pájaro instantáneo del deseo?/Quizá cantando, pero el canto cede/la boca por los números del humo/y exangüe larva a su fantasma accede/Ah, yo elijo tu olvido, en el que mora/mi amor a salvo, y su cristal asumo/al borde donde el tiempo me devora.»

«Mis poemas no son como esos hijos adulterinos a los que se reconoce in artículo mortis, sino que nunca creí demasiado en la necesidad de publicarlos al ser excesivamente personales; herbario para los días de lluvia, se me fueron quedando en los bolsillos del tiempo sin que por eso los olvidara o los creyera menos míos que las novelas o los cuentos», afirmaba Cortázar.

« A Cortázar le gustaba jugar con lo clásico y mezclarlo con la vanguardia », asegura Pablo Alaudell. «La solución ha sido, en vez de centrarme en ilustrar cada poema, ilustrar su sustancia poética», matiza. Por eso, por considerar que Cortázar es un poeta «orféico» al que le gusta jugar con «lo clásico y la vanguardia», este ilustrador ha llenado el libro de Orfeos con liras y saxofones, y ángeles de halo triste o melancólico

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