Vanessa Monfort: «Las calles son el verdadero monumento de Sevilla»

La autora barcelonesa ha pasado recientemente por la capital andaluza para presentar su novela «El sueño de la crisálida»

Vanessa Monfort ABC

Pedro Ybarra Bores

Tras el éxito internacional de «Mujeres que compran flores»,  Vanessa Montfort regresa con su nueva novela «El sueño de la crisálida», una conmovedora historia de amistad entre dos mujeres cuyos caminos no estaban destinados a cruzarse, pero cuyo encuentro y rebeldía cambió sus vidas para siempre. La novelista barcelonesa está considerada una de las voces destacadas de la reciente literatura española. Licenciada en Ciencias de la información , cuenta con tres novelas previas premiadas: «El ingrediente secreto» (Premio Ateneo Joven de Sevilla, 2006), «Mitología de Nueva York» (Premio Ateneo de Sevilla, 2010) y «La leyenda de la isla sin voz» (Premio Ciudad de Zaragoza a la mejor novela histórica del año. Plaza & Janés, 2014), un éxito de crítica editado en varios países. Recientemente ha pasado por Sevilla...

¿Por qué «El sueño de la crisálida»?

Porque tuve, desde el primer instante, una certeza: la historia de Greta nunca se había contado antes. No por lo que haya en ella de polémica, sino porque habla de esa mágica capacidad nuestra para reconstruirnos. ¿La capacidad de quién? De nosotros. Del ser humano.

¿Por qué ahora?

Porque tengo desde hace tiempo la sensación de que estamos perdiendo nuestra capacidad de ser empáticos, de que se está abriendo una brecha entre nosotros y el otro, de que el mal uso de la tecnología nos aleja en lugar de ser una magnífica herramienta para acercarnos, empieza a costarnos despegar la mirada de una pantalla y fijarla en los ojos de quien tenemos delante, desearnos los buenos días cuando nos sentamos al lado de un compañero de viaje y es que es normal… vivimos una vida de alta velocidad y con esa celeridad es difícil no sustituir lo urgente por lo importante y que nos importen menos los demás. Hacer y hacer y necesitar la sensación de que te pasen cosas constantemente es un síntoma claro de ansiedad vital y una adicción idéntica a la del chocolate, al tabaco o al alcohol. Quise contar una historia en la que los protagonistas se rebelan contra esa «sociedad del malestar».

Una historia de amistad entre dos mujeres cuyo encuentro cambió sus vidas para siempre...

Patricia y Greta, de no haber estado sentadas en un avión que tuviera WIFI, nunca habrían hablado y se habrían perdido la persona que va a ser el catalizador de su gran cambio vital. Casi nada. De eso habla la novela. No se puede mantener una relación profunda por Whatsapp, ni conocer a alguien, ni dejar una relación con alguien. Tampoco por teléfono. Creo que es importante mirarse más a los ojos. Es más arriesgado pero también más humano y más valiente. También creo que hay que saber dónde y cuándo detenerse, y buscar un oasis y el silencio. Es la fórmula para estar más sano, física y mentalmente, y también, más feliz.

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Una montaña rusa emocional...

Es lo que viven ambas protagonistas, porque de las conversaciones que mantendrán durante ese año en que Patricia trata de dar voz a la injusticia que ha vivido Greta, se declina una amistad algo «Thelma y Louise» que termina siendo un revulsivo también para las personas que las rodean, que están, como muchos de nosotros y sin saberlo, en plena transformación, en plena crisálida. Esta novela tiene, en ese sentido, también mucho de thriller. ¿Conseguirá Patricia publicar el reportaje que haga justicia a Greta antes de que termine el año? ¿Conseguirá Greta sus papeles para quedarse en España y reconstruir su vida antes de que le expire el visado? ¿Tendrá una recompensa la rebeldía de estas dos mujeres? Que nadie se lea el final directamente porque va a perderse lo mejor… acompañarlas en esa aventura.

¿Con qué objetivo ha escrito este libro?

Creo que esta novela es una historia de rebeldes con causa. Ambas protagonistas arrastran consigo casi 30 personajes cada una, muchos de ellos con su propia lucha: como Leandro, un biólogo animalista que ha decidido que no va a experimentar más con animales y libera a los de los laboratorios vecinos; Petra, una enfermera de urgencias que quiere que a los pacientes se los trate de otra manera; una funcionaria de hacienda canaria que está harta de que los ancianos no puedan hacer sus trámites presencialmente cuando no saben ni lo que es Google y mucho menos hacer una gestión «telemáticamente»; Serena, una instagramer que ha decidido que no va a seguir ofreciendo la cara más perfecta de su vida sino la más humana… y nuestras dos protagonistas: Patricia, una periodista que sufrió un mobbing terrible por querer hacer las cosas de otra manera… y Greta, una exreligiosa que ha sido injustamente expulsada de su congregación tras dedicarle media vida, enferma y sin recursos, sólo por querer renovar la situación de las religiosas en la Iglesia, en fin, todo un catálogo de «herejes», no en el sentido religioso del término, sino aquellos que desafían lo establecido con criterios propios y no les sirve el argumento de «esto siempre se ha hecho así».

¿A quién va dirigido?

A cualquier lector que quiera acompañar a estos rebeldes con causa en su lucha y en su transformación. A cualquiera que necesite saltar de esa rueda del hámster sin meta ni alivio en la que corremos y corremos desde primera hora de la mañana sintiendo que no vamos a ningún sitio. A quien necesite un oasis en el que detenerse y respirar, en el que encontrar silencio en forma de libro. ¿No es eso acaso un libro? Pues este lo es, especialmente.

¿Patricia, Greta... En quién se inspira para elegir los nombres a tus personajes?

Es como ponerle nombre a un niño. Muchas veces, mientras se están gestando, tienen otros nombres, pero a partir de un punto le ves la cara y piensas… te llamarás Patricia. Te pega. En el caso de Greta, la persona real cuya historia me inspiró esta novela tiene un nombre de origen alemán porque, a pesar de ser colombiana, la bautizó un cura alemán. De modo que, para proteger su anonimato, he escogido uno parecido que me gustaba.

¿Si tuviera que elegir uno, cuál sería el reto al que tendría que enfrentarse una mujer del siglo XXI?

Además de proteger la libertad y los derechos que ha heredado, nuestro principal reto es luchar por nuestra calidad de vida. Creo que el «superwomanismo» o síndrome de la superwoman, como lo llamo en «Mujeres que compran flores», nos está condenando al estrés y a la frustración. Es una trampa. No tenemos ni debemos ser perfectas como peaje por los derechos y libertades que ya tenemos legalmente. No debemos siquiera merecerlos. Nacemos con ellos.

¿Una generación esclava de lo urgente? No es para menos, lo dice una licenciada en Ciencias de la Información...

Desde luego. En mi caso lo tengo grabado en la piel del cerebro desde la facultad. Cuando eres esclavo de lo urgente nunca hay tiempo para lo importante. Lo urgente siempre será más urgente. Y ese «ya lo haré cuando…» nos genera ansiedad, malestar, culpabilidad, frustración y un largo etcétera de tristezas y angustias gratuitas. Lo importante debería estar siempre al principio de la lista. Tenemos toda la vida pero no todo el tiempo del mundo… esto lo dice Patricia en la novela. Y nuestra vida puede terminar dentro de unos minutos.

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¿Y la protagonista periodista? ¿Qué tiene de ti?

Mucho, sobre todo en cuanto a sus experiencias profesionales y en su forma de ver el mundo y sus planteamientos, todo ello llevado al límite y trenzado con mucha ficción. Ni yo ni mi vida, como dice Stephen King, damos para ser un buen personaje literario. A no ser que seas Kafka, claro.

Crisálidas con la posibilidad de convertirnos en mariposas...

Creo que todos los seres humanos somos capaces, ante una gran crisis, de operar un cambio radical, como esa larva que se deshace por completo conservando solo el corazón y cerebro para renacer convertida en algo más fuerte y más libre. Y creo saber lo que piensa una crisálida durante su lento y traumático proceso: «Voy a rebelarme contra este cansancio. Voy a hacer real lo que ahora sueño. Voy a transformarme en lo que quiero ser. Voy a volar a donde me apetezca. Y nunca jamás volveré a arrastrarme».

Una de las voces destacadas recientes de la literatura española...

Eso dicen. Me gustaría pensar que después de 20 años de profesión, ese titular es un premio a la resistencia. Cualquier profesional que se dedique al mundo del arte, especialmente en España, lo es. Cuento mis años dedicándome a la literatura desde que mostré al público mi primera obra, en este caso de teatro a los 23 años. «Es sueño de la crisálida», sus traducciones y las cartas de los lectores son mi premio y mi gasolina para seguir.

Tres novelas previas premiadas. 150.000 ejemplares... ¿Menuda responsabilidad?

La única responsabilidad que siento es contar un cuento a mis lectores antes de dormir. A eso me dedico. Ese es mi oficio. Y sí, es una gran responsabilidad. Porque siempre quiero contarles uno que les guste mucho más que el anterior, y mis lectores son muy exigentes… «Es sueño de la crisálida» es mi regalo para ellos, la mejor novela que puedo escribir a día de hoy, la más honesta y la más valiente, para corresponderles por todo lo que me han regalado ellos: libertad.

Premio Ateneo Joven de Novela de Sevilla en 2006 y Ateneo 2010.

Sevilla siempre fue mi talismán literario. En esta ciudad y en su Ateneo comenzó mi carrera literaria. He tenido el honor de firmar en su libro y de que mi firma quede archivada junto a los miembros de la Generación del 27 y de tantos escritores que me habitan. Mi carrera ha estado llena de vivencias maravillosas en esa ciudad.

Una suerte venir a Sevilla a recoger premios...

A día de hoy, cuando cojo el Ave a Sevilla me cambia el estado de ánimo. Me lleno de su luz y me carga la batería.

¿Te gusta la ciudad?

No me gusta, me enamora. Me siento en casa. Vengo todos los años al menos una vez por puro disfrute y placer. Además de las que vengo por trabajo. Mi cuarenta cumpleaños decidí celebrarlo en Sevilla con mis amigas más íntimas. Hasta ese punto se ha grabado en mi corazón esta ciudad.

¿Cuál de sus monumentos prefieres?

Prefiero sus calles. Ese es el verdadero monumento de Sevilla: sus arterias. Dejarse fluir por ellas. Aunque tengo especial cariño a Los Reales Alcázares donde se celebró la gala del Premio. Fue una de las noches más mágicas de mi vida. Uno de esos momentos en que eres consciente de que hay un antes y un después, que se inicia una aventura vital nueva y maravillosa.

¿Por qué zonas prefieres pasear?

Cerca del río. Y por el Centro.

¿Sería alguna vez escenario de alguna de tus novelas?

Es sólo cuestión de tiempo.

Y editadas en varios países..

Ahora siempre digo que yo no viajo ni en tren ni en avión, viajo en libro.

Portada libro ABC

Muchos desconocen su obrar teatral con escritos incluso para el Royal Court Theatre de Londres...

Sí, mi última obra fue un encargo del Centro Dramático Nacional que se estrenó el 23 de abril y, sin embargo, puedo decir que se ha convertido en una de las obras más personales de mi carrera. Se llama «Firmado Lejárraga» sobre la figura de María Lejárraga, autora hasta ahora desconocida del Modernismo español porque sus 90 obras (40 de teatro, pero también novela, ensayos feministas, traducciones, libretos de ópera y ballet) fueron firmadas por su marido, Gregorio Martínez Sierra, que es a quien se estudia en realidad.

Ha habido otras dramaturgas, pero en su caso no es un «negro literario» cualquiera, ella escribió clásicos llevados al cine en España, Argentina y Hollywood (Canción de cuna) o sus libretos, entre los que figuran «El amor brujo» o «El sombrero de tres picos» de Falla, «Margot» de Turina o «Las Golondrinas» de Usandizaga, la convierten en unos de los más destacados y prolíficos autores del s.XX español, un autor de una superdotación extrema que hoy ayudamos a recuperar su lugar acercando su historia al público. El texto lo ha dirigido de forma brillante Miguel Ángel Lamata, poniendo en pie un montaje en el que apetecía quedarse a vivir, dotándolo de todo el ritmo, la poesía y la emoción que necesitaba esta historia y reuniendo a un elenco soñado por cualquier autor: el público se enamoró de Cristina Gallego, quien ha resucitado mágicamente a la escritora con un registro de tragedia y comedia al mismo nivel, de Eduardo Noriega, por primera vez en escena, doblando personaje, interpretando con valentía al controvertido Gregorio, nada menos; Jorge Usón que es uno de mis actores fetiche, quien devolvió la vida a un Manuel de Falla que todos nos llevamos en el corazón, y Alfredo Noval y Gerald B. Fillmore, que han sido mis descubrimientos: Noval por su capacidad para interpretar a un Juan Ramón Jiménez desde su juventud hasta su ancianidad, y Fillmore porque interpretó a un Lorca que era un fogonazo de luz, además de a otros ocho personajes. Ni en mis mejores sueños de autora podría haber imaginado un viaje teatral tan bonito ni en mejor compañía.

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