Poesía
Las poetas que marginó el franquismo y olvidó la Transición
Se reedita ampliada la antología en la que Pepa Merlo rescató a autoras de la primera mitad del siglo XX y que siguen reclamando su lugar en el canon

Escribieron codo con codo junto a sus compañeros en publicaciones como ‘Grecia’ , ‘La gaceta literaria’ o la ‘Revista de Occidente’ , sus poemarios los prologaron autores de la talla de Manuel Machado y Juan Ramón Jiménez, fueron ... habituales de la Residencia de Estudiantes y el Ateneo de Madrid , cofundaron junto a sus colegas poetas editoriales como ‘La tentativa poética’ y revistas como ‘Héroe’ , algunas se revelaron entre las voces mas recuperables del Ultraísmo o la vanguardia y muchas de ellas atesoran entre su producción versos que siguen hablando al presente.
Sus nombres, sin embargo, siguen sin aparecer en los libros de texto y resultan desconocidos para la mayoría, especialmente si se compara con los de compañeros de generación tan reconocidos como Luis Cernuda y Federico García Lorca , pero también otros que, como Emilio Prados o Rafael Laffón , son más minoritarios.
Mujeres que se formaron y educaron, en ocasiones a la espalda de los deseos de sus padres y que compaginaron la literatura con tareas domésticas , por no hablar de que también se toparon con el machismo de sus colegas , fueran de la ideología que fueran. «Lorca se dedicaba solo a su literatura y a formarse, mientras que ellas tenían que pelearse con su familia para poder estudiar u ocuparse de los hijos», explica la doctora en Filología de la Universidad de Granada, Pepa Merlo .
De hecho, durante años los nombres de autoras como María Teresa León, Concha Méndez o Ernestina de Champourcin se conocían más por ser las esposas de Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y José Domenchina , respectivamente, que por su obra literaria. Otras, como Pilar Valderrama , simplemente han quedado como nota al pie de una biografía, por haber sido la Guiomar con la que Antonio Machado mantuvo una relación platónica.
Y ello, por continuar con el caso paradigmático de Concha Méndez, pese a la calidad de sus nueve poemarios , haber escrito un guion de cine y trabajado en pie de igualdad junto a su marido en la imprenta en la que se publicaron las primeras ediciones de ‘La realidad y el deseo’, de Cernuda, o ‘El rayo que no cesa’, de Miguel Hernández .
Porque a pesar de esta carrera literaria, como dejó constancia su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre en ‘Memorias habladas, memorias armadas’, «mi abuela recibía a gentes de todas partes del mundo que venían a verla para preguntarle cosas de sus contemporáneos; pero casi nunca vinieron para preguntarle por Concha Méndez».
‘Con un traje de luna’

La cita aparece recogida en ‘Con un traje de luna’ , antología de poetas femeninas de la primera mitad del siglo XX que ha realizado Pepa Merlo y que es una revisión ampliada de ‘Peces en la tierra’ , que editó en 2010 y que se ha convertido en el libro más vendido de la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara , responsable de que comenzaran a recuperarse para la historia de la literatura autoras que el franquismo marginó y que la Transición se olvidó de reivindicar, como Elisabeth Mulder, Rosa Chacel, Lucía Sánchez Saornil, Carmen Conde y la propia Concha Méndez.
El título de esta nueva antología está precisamente tomado de un verso de esta última y resume, según señala Pepa Merlo en una metáfora muy gráfica la situación de estas escritoras « a la sombra de lo masculino , brillando con luz ajena, como la luz de la luna, reflejo del sol».
En ella, esta investigadora ha incorporado su trabajo de la última década, añadiendo seis nuevas autoras, entre ellas Maruja Falena y Ana María Martínez Sagi , más otras diez en el apéndice, y, lo que no es menos importante, los poemas recogidos van más allá de 1936, que era el límite temporal de la anterior entrega. Es decir, la nueva antología recoge a las conocidas como las ‘Sin sombrero’, pero va más allá. Así, ha incorporado a autoras que comenzaron a escribir tras la Guerra Civil y se muestra la evolución de las poetas que dieron sus pasos antes del conflicto que envió a la mayoría al exilio , bien interior o bien exterior.
«La verdad es que ha sido un poco el mercado el que ha hecho que me haya puesto a ampliar la nómina de poetas de la antología», señala Pepa Merlo y pone como ejemplo de ello que su libro fue uno de los más vendidos en poesía el año de su publicación y que más de una década después se pudo ver «como recomendación en la última primavera en el escaparate de La Central», la literaria librería barcelonesa.
«Con ‘Peces en la tierra’ intenté visibilizar a una serie de mujeres que estaban publicando a la par que los hombres, pero que habían sido obviadas de la historia de la literatura , cuando se podía demostrar que en cada movimiento estético había grandes poetas, como puede ser el caso de Lucía Sánchez Saornil en el Ultraísmo o Concha Méndez en las vanguardias.
Esto fue así hasta 1936, porque después desaparece todo e, incluso poetas del 27 como Luis Cernuda o Dámaso Alonso , que sobreviven a la guerra, ya son otra cosa». Al ampliar el marco temporal en ‘Con traje de luna’ «se puede mostrar la evolución de estas poetas —salvo dos que he suprimido—, así como ahondar y profundizar en sus biografías, que apenas estaban apuntadas en el libro anterior».
El desgarro del exilio

De esta forma, el libro se revela como una amplia y documentada puerta de entrada a la obra de algunas de las autoras más brillantes de la literatura española del pasado siglo. No sólo por Concha Méndez, sino también por Lucía Sánchez Saornil, quien fue uno de los autores más destacados del movimiento ultraísta publicando bajo el seudónimo masculino de Luciano de San-Saor en ‘Grecia’ y ‘Ultra’; y Carmen Conde, una de las grandes poetas españolas del siglo pasado, vinculada a la Generación del 27 y la primera mujer académica de número de la Real Academia Española .
Pero hay más. Como la también novelista y traductora, Rosa Chacel , con su equilibrio entre tradición y vanguardia, autora del esencial ‘Barrio de las maravillas’ y traductora de Albert Camus y T. S. Eliot , entre otros. Un oficio, este último que tomó para poder dedicarse a la escritura, al igual que la beca de creación de la Fundación Guggenheim , y que ilustra las dificultades que debieron afrontar estas mujeres en el exilio.
Una etapa desgarradora para una autora como Ernestina de Champourcin, una de las poetas más reconocidas durante los años 30 — Gerardo Diego la incluiría en la segunda edición de su famosa antología— y creadora de una poesía metafísica que progresivamente irá decantándose hacia el misticismo.

«Si para ellos fue duro, para ellas fue brutal el exilio . Desde principios del siglo XX son conscientes de que se está produciendo un cambio y viendo que se abre una fisura para un futuro distinto, más igualitario. Ellas van a luchar por abrir esa grieta y la II República fue la oportunidad. Pero la guerra la corta», señala Pepa Merlo.
El camino entonces fue el exilio. «Cernuda era un poeta reconocido en los años 30 pero cuando se va al exilio casi se lo traga América, así que imagínate a Concha Méndez. Domenchina enfermó de exilio. Otras sufrieron el interior, como Lucía Sánchez Saornil o Ángela Figuera Aymerich ».
Indómita y cosmopolita
También se quedó en España la indómita, plurilingüe, cosmopolita y aristocrática Elisabeth Mulder , una de las grandes personalidades literarias españolas de los años 30, tanto por novelas como ‘La historia de Java’ como por sus poemarios, así como por sus traducciones de Baudelaire y Pushkin . Admirada por Manuel Azaña y de personalidad transgresora, sus orígenes nobiliarios hicieron que fuera detenida y encarcelada en 1938, en plena guerra, por milicianos en Barcelona, donde fue rescatada por un comando de las fuerzas de Franco un año después.

Tras el conflicto se sumó al círculo de Eugenio D’Ors , mantuvo correspondencia con José María Pemán , dirigió el festival de teatro clásico de Barcelona y desarrolló una exitosa carrera literaria y periodística , que incluyó colaboraciones en ABC . Todo ello la convirtió en una figura crucial entre la intelectualidad durante la dictadura, manteniendo una insobornable independencia frente al régimen.
Al final de sus días, ciega y debilitada, envió el manuscrito de su novela ‘Retablo de Salomé Amat’ a Esther Tusquets , quien rechazó con una excusa peregrina su publicación en la editorial Lumen en 1985, contribuyendo al olvido en el que cayó su obra a partir de la Transición y del que ha comenzado a salir recientemente. Prueba de ello es el éxito de esta antología o que aquella novela la terminara por publicarla la editorial sevillana Renacimiento el pasado año, con prólogo precisamente de Pepa Merlo.
Porque aunque sus nombres comienzan a rescatarse, escritoras como Elisabeth Mulder, Concha Méndez, Carmen Conde, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcin y Lucía Sánchez Saornil, entre otras, siguen reclamando, en opinión de esta especialista, su ingreso en el canon literario . «También deberían estar, tienen la calidad poética de muchos de sus contemporáneos».
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