Feria del Libro

Mauricio Wiesenthal: «Nadie nos pide perdón a nosotros por habernos colonizado»

El escritor presentó en la Feria del Libro ‘El derecho a disentir’ en el que reflexiona sobre la sociedad actual

Mauricio Wiesenthal este lunes en Sevilla, donde participó en la Feria del Libro Rocío Ruz

Jesús Morillo

La condición cosmopolita le viene de familia a Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943). De origen alemán, el escritor, uno de los ensayistas más singulares y literarios de las letras españolas, presentó ayer en la Feria del Libro de Sevilla con la complicidad del periodista Alfredo Valenzuela ‘El derecho a disentir’ (Acantilado). Un volumen con medio centenar de ensayos que puede leerse como una autobiografía intelectual de un escritor que se siente un disidente en un mundo acosado por el populismo y las soluciones simples de las redes sociales, y heredero de ese ‘antimodernismo’ que practicaron con maestría Nietzsche o Baudelaire .

¿Para usted ser antimoderno es una forma de mantener una cierta independencia respecto a las ideologías dominantes?

Es una forma de defensa. Ese camino de búsqueda de lo antimoderno, no es del reaccionario, que es dependiente de la modernidad, porque siempre está a la contra. El antimoderno lo que busca es un camino que mantenga la herencia de los viejos maestros. Uno puede seguir siempre a un maestro clásico y luego uno puede a lo largo de su vida romper, por su propia personalidad.

Relaciona la figura del antimoderno con el heterodoxo clásico.

En la religión, el más fiel a la palabra de Cristo era precisamente el heterodoxo, que huía de lo que había sido la adaptación de ese sistema a una burocracia. El heterodoxo seguía unido al pensamiento místico, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa que fueron incluso perseguidos por la Inquisición, ya que ellos seguían de corazón ligados a un sentimiento de misericordia y de caridad, esto es, el fundamento de las religiones que no seguían las fuerzas comprometidas con la burocracia religiosa.

Ahora que cita la religión, usted lamenta el abandono de la cultura humanista cristiana por parte de la Ilustración y lo señala como uno de los males de lo que ha venido después.

La Ilustración, como todo momento brillante reacciona contra los abusos del Antiguo Régimen. Esto es fundamental y ahí hay una ventana abierta al progreso. Pero, de repente, todo eso se convierte en manos del terror y de los políticos, como en tantas revoluciones, en vesania, en injusticia. Adepto de la Ilustración se puede ser, pero de la Revolución francesa, que llevó en carretas a niños de catorce años a la guillotina, me parece una brutalidad salvaje. Y lo mismo diríamos de la revolución rusa o de la que queramos. Cuando se rompieron los fundamentos de nuestra civilización, entre ellos estuvieron los religiosos, que era la única corrección humanista que habíamos establecido en la cultura europea. De esto es lo que parece que nosotros hemos abjurado queriendo incorporarnos a un pensamiento que quería ser laico y que quería sustituir palabras fundamentales como la palabra amor o caridad.

Usted comenta que estas ideologías lo que han hecho es sustituir unos dioses por otros y al final nos han llevado a Auschwitz y al gulag.

Cualquier progreso técnico que no esté basado y amparado por un sentimiento humanista es peligroso. Si me preguntan si tengo una idea del futuro, respondería que lo mejor que habría que hacer es un proyecto de educación, con eso tendríamos un futuro precioso.

Leyéndole uno tiene la sensación de estar a ante una cultura europea en decadencia, frente al ascenso de Estados Unidos o China.

Nos han colonizado ya. Me hace muchas gracia que hoy se hable del indigenismo y los pueblos que hemos colonizado y que tenemos que pedir perdón y nadie nos pide perdón a nosotros por habernos colonizado. Hemos sido colonizados gracias a Dios por fenicios, por griegos, por romanos... por culturas que nosotros hemos transformado con nuestro trabajo y convertido en fundamentos de nuestra cultura e hicimos con eso literatura, música, arte, justicia, sociedad, educación, cocina... Si nosotros trajimos de América cosas que nos aportaron como cultura, nosotros también aportamos allí otras muchas, como el Renacimiento. Entonces me hace mucha gracia que hoy a un señor le moleste el nombre de Cristóbal Colón y lo quiera quitar de un monumento y, sin embargo, se ponga el nombre de Calvin Klein en unos calzoncillos.

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