Poesía
Juan Marqués: «La solemnidad es el mayor enemigo de la poesía»
El zaragozano recibió el X Premio Hermanos Machado, por un libro que confronta con humor autobiografía y ficción en busca de la verdad poética
Uno de los poemas de «Diez mil cien» , el libro con el que Juan Marqués (Zaragoza, 1980) se ha convertido en el décimo ganador del Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado , está dedicado al catedrático de Literatura José Carlos Mainer .
Marqués no sólo estuvo bajo su magisterio en la Universidad de Zaragoza , sino su figura, reconoce, cambió su vida, porque gracias a él se marchó a Madrid y devino en lo que es actualmente: doctor en literatura, crítico, editor y poeta, además de padre en el plano personal.
Este guiño autobiográfico de «Diez mil cien» , que publica la editorial Vandalia , no es el único, también hay referencias al escritor maño radicado en Sevilla José María Conget , pero, aunque lo parezca, este poemario no puede leerse en esa clave.
Porque el autor utiliza lo biográfico , el final de la juventud una vez alcanzada la cuarentena y la paternidad, para contraponerlo a la ficción y mediante un juego de espejos trascender estos ámbitos en busca de una verdad poética , en un recorrido en pos de la trascendencia , pero evitando la solemnidad , con un estilo directo, con humor y una «diluida mirada social».
Preside el libro una cita de las «Meditaciones» de Marco Aurelio que puede resumir, más que un poemario, un posicionamiento vital.
Para mí, es el «Best Book Ever», ese concepto tan americano. Es como el libro definitivo. Cuando lo leí con quince años me convirtió en estoico para siempre. Es salvador, reconfortante y me he enfadado con mucha gente porque este libro irrita mucho por su exaltación de la vida tranquila y de no perturbarse con nada, por lo que al final hay gente que le parece indignante. Consiguió registrar en relativamente pocas páginas toda la filosofía que se puede saber sin ponerse pedante.
«La poesía de los años 80 dijo que los poetas somos gente normal y no iluninados ni demiurgos»
Cuando se afronta un poemario el autor puede crear una personalidad poética, pero aquí hay un juego también con lo autobiográfico.
Evidentemente, estoy hablando de mí, porque los Bruno y Vera que aparecen en el libro son mis hijos. El libro tiene una apariencia de diario en verso, de experiencia directa, y en realidad es ficción casi todo. Lo que cuento no ha sucedido, digamos, y, sin embargo, me gustaría creer que al final hay una verdad. A través de la verdad se llega a una mentira y esa mentira, espero, que exprese una verdad muy superior a mi verdad personal, que no me importa nada.
Esto puede verse como dar una vuelta de tuerca a lo que se llamó en los 80 la poesía de la experiencia.
La poesía de la experiencia normalizó la poesía en España y bajó los humos a determinadas corrientes poéticas que sobreviven, pero que andan equivocadas por el exceso de exaltación y de perderse en la palabra y sus misterios, que no son para tanto… La poesía de los 80 dijo: los poetas somos gente normal y no somos iluminados ni demiurgos entre el misterio y la tierra... aquí no hay genios ni falta que hacen. Pero no me veo en esa etiqueta. Lo entiendo, porque mi poesía es muy directa… pero ni son mis referencias principales ni inmediatas.
Es cierto que sus poemas hay otros aspectos que la distinguen de aquella corriente, como una clara voluntad antirretórica y el humor.
El libro quiere huir de absolutamente toda solemnidad. La poesía es imprescindible que sea trascendente, lo que anula el 90% de la poesía que leemos, que son bobadas. Debe ser trascendente, pero sin ser solemne. La solemnidad es el mayor enemigo de la poesía. Por supuesto que hay poetas solemnes que me gustan o poetas que no pueden dejar de serlo, por su forma de pensar, de mirar, de vivir, por su biografía o por su carácter y son muy buenos. Pero si no eres Paul Celan es mejor que te tranquilices. La cuestión es cómo podemos ser trascendentes sin ponernos estupendos. Mis poemas están llenos de sentencias y de aforismos, como muy directos, pero envueltos en rodeos. Podría haber escrito un libro de aforismos pero eso no me interesa, no me gusta. Me gusta llegar a la verdad cono decía Emily Dickinson: hay que llegar a la verdad por caminos sinuosos.
«El Quijote es una obra maestra y el humor en él es un material más, como la poesía, la parodia, la erudición...»
¿A esa verdad se puede llegar a través del humor?
Admito que hay humor en el libro pero solo si se me concede que es una forma de curiosidad. Yo no quiero hacer reír, aunque me parece bien que alguien se ría. A nuestra generación se la ha educado en que el Quijote es un libro de risa y Cervantes quería hacer reír. Eso no se puede negar porque el Quijote te hace reír a carcajadas y por supuesto que Cervantes quería hacer reír. Pero decir que el Quijote solo es un libro de humor es una afrenta. Es el libro más sublime sobre lo que es la libertad y lo que significa vivir y sus límites, sobre lo que podemos hacer en este mundo y en nuestro tiempo… El Quijote es una obra maestra y el humor es solo un material más, como la poesía, la cultura secreta, la erudición, la parodia… Es un libro desenfadado y para huir de la solemnidad el humor es un atajo.
Entre líneas también se puede rastrear un componente político o social en sus poemas.
Hay alguna pequeña referencia a la actualidad, pero a mí la actualidad no me interesa nada. Mi tema no es la realidad, es la vida. Ahí sí que me pongo un poco sarcástico e irónico, aunque odie la ironía. No soy muy militante, ni muy activista ni comprometido con el mundo… pero soy miembro de una generación que ha crecido escuchando que somos unos jetas y que no sabemos lo que es el esfuerzo y que nos lo hemos encontrado todo hecho. Es verdad que no hemos pasado penurias pero me da que nuestra generación hemos sido los paganos de decisiones irresponsables ajenas muy anteriores a nosotros y que no nos va bien, y no hablo de lo material y de lo económico.
Noticias relacionadas