Poesía
Juan Cobos Wilkins: «Soy un poeta intimista pero no ajeno a lo que pasa en el mundo»
El onubense cierra ciclo con «Matar poetas», en el que reivindica los grandes temas de la poesía
Si hay un género literario que define al escritor onubense Juan Cobos Wilkins (Minas de Riotinto, 1957), ese es la poesía , a la que ha dedicado el grueso de su producción literaria, pese a haber conocido el éxito como narrador en novelas que como «El corazón de la tierra» (2001) ha superado el millón de lectores y se han convertido en película.
Pero desde su debut con «El jardín mojado» (1981), Cobos Wilkins ha sido fiel a la poesía, abriendo etapas creativas y cerrándolas, en constante evolución pero siempre con la vista puesta en una «coherencia» en su obra que el autor reivindica.
El último de esos ciclos lo abrió cuando se incorporó al catálogo de Vandalia , la colección poética de la Fundación José Manuel Lara , en la que ha publicado «Biografía impura» (2009), «El mundo se derrumba y tú escribes poemas» (2016) y la reciente «Matar poetas» , que conforman un ciclo caracterizado, especialmente los dos últimos, por la r eflexión ante un mundo en crisis, el paso del tiempo y la pérdida... pero también la reivindicación de sus referentes literarios.
En «Matar poetas» continúa el camino abierto por sus predecesores.
Los tres libros de los que estamos hablando son muy orgánicos y muy unitarios. «Biografía impura» está dividido en el niño, el adolescente, el joven, el poeta… y obviamente eso me remitía a que era un libro organizado, en este caso temporal y espacialmente. El título de «El mundo se derrumba y tú escribe poemas» se convirtió en catalizador de lo que era un momento que coincide con la gran crisis de 2008 y lo que sucedió en las Torres Gemelas. Este «Matar poetas» tiene también un alto voltaje simbólico, que puede ser espejo de un momento determinado, porque todo el mundo puede entender que donde digo «poetas» estoy diciendo «arte, cultura y creadores», y no solo los activos, sino también quienes la reciben y la disfrutan. Quienes participan activamente mediante el gozo, el entendimiento y el disfrute aprehendiendo lo que se les ofrece.
¿El libro puede leerse también como una reivindicación de la poesía en un tiempo en el que se ha banalizado?
No me refería con el título a quienes están escribiendo poesía desde otro terreno. Si pones el título reflejado en un río, lo que saldría es vivir poesía, lo que se reivindica es vivir poesía. Ese es el juego de la sugerencia y de la contradicción que a mí me interesa. Y desde luego reivindica esa poesía que es capaz de escribir un poema de amor en tres versos absolutamente intimista y al mismo tiempo un poema que habla de Lorca asesinado y a la vez hablar de las ausencias, de las pérdidas personales, del abandono, del suicidio, del paso del tiempo… de los grandes temas.
Ha incluido en los poemas referencias autobiográficas y también a la literatura que le ha influido.
Están Kerouak, Burroughs y Ginsberg, están Federico García Lorca, Proust, Verlaine, Rimbaud, Passolini, Pavese… Y todos son poetas que se pueden considerar malditos y que encajan perfectamente en «Matar poetas», algunos asesinados realmente como Passolini y Lorca, y otros en el vértigo de la muerte mismo… Además, en estos poemas no he estado como un púgil en el cuadrilátero boxeando con las palabras, sino hemos estado como amantes, que también se pelean, pero ha sido a batalla de amor y campo de plumas.
Hay un tema que recorre el libro y que se hace muy evidente en algunos poemas, que es el paso del tiempo.
El paso del tiempo, que se hace visible mucho más cuando comienzan las ausencias en tu entorno. En mi caso, la muerte de mis padres, la orfandad te deja en un vacío, sin sustento y te das cuenta de lo que es el paso del tiempo. Además, ya han muerto amigos que por la edad uno no pensaba eso que iba a suceder. Entonces empieza a haber a tu alrededor muchos agujeros y te das cuenta de que vives en un queso de gruyere, pero con agujeros que se multiplican. Vas andando con mucha atención y cuidado para no meter un pie y caerte por uno de esos agujeros que en este caso son negros, como los que aparecen en el libro.
Además, ha diseñado una estructura en la que plantea un juego de espejos en poemas que comparten título, pero que se niegan entre sí.
El libro está dividido en poemas en verso y en prosa, que comparten título, pero donde uno niega al otro. Un poema, por ejemplo, se titula «Intento explicarte mi suicidio» y el siguiente «No intento explicarte mi suicidio». Con este juego buscaba las dos caras del dios Jano. Ese es el juego que tiene, el interrogarse con espejo, contradecirse y afirmarse pero mirarlo siendo la misma persona desde otra perspectiva. Yo tiendo cuando veo las cosas a ver ese doble sino triple juego que suelen tener, no he creído nunca que las cosas sean blanco y negro.
¿Con este poemario ha cerrado una etapa de una poesía más oscura?
Yo tengo la sensación de que «Matar poetas» concluye un grupo de libros y que lo próximo tendría otra perspectiva. No he querido nunca repetirme, no como voluntad de decirme no voy a hacerlo, sino porque no me sale. Nadie se baña dos veces en el mismo río, no solo porque la corriente sea diferente, sino porque tú tampoco eres el mismo. Si escribo poesía después de este libro va a tener otra atmósfera. En estos dos últimos libros sí puede haber más oscuridad. En «El mundo se derrumba…» había un poema dedicado al perro semihundido de la pintura negra de Goya y otro a la niña Omaira que murió en el Nevado del Ruiz. Y en este último hay un poema dedicado a Kim Phuc, la niña quemada por el Napalm en Vietnam que está en la memoria colectiva, al igual que Omaira, de cualquiera que haya visto esas imágenes. Yo soy un poema profundamente lírico e intimista pero no soy un poeta ajeno a lo que sucede en el mundo, tanto en mis libros de poemas como en mis novelas.
Noticias relacionadas