Almudena de Arteaga: «Intento romper con la novela la fama de misógino de Carlos V»
La escritora madrileña presenta el próximo 30 de marzo su últiman novela, «Por amor al emperador», en el Aula de Cultura de ABC de Sevilla
![Almudena de Arteaga](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2016/03/19/s/almudena-arteaga-aula--620x349.jpg)
Almudena de Arteaga es sinónimo de novela histórica, género al que ha consagrado su exitosa producción literaria que arrancó con «La Princesa de Éboli» (1997), que se convirtió en un fenómeno editorial, y que ha continuado con personajes históricos tan sugestivos como Eugenia de Montijo y María de Molina, entre otros. En sus obras hay un uso riguroso de la documentación, el rechazo de anacronismos y un cuidado ritmo narrativo, en historias contadas siempre desde el punto de vista de la mujer. Y en su nueva novela, «Por amor al emperador» (La esfera de los libros), no es una sino dieciocho mujeres -hermanas, esposa, amantes, hijas...- las que cuentan la vida de Carlos V. Una novela que presentará Almudena de Arteaga en la próxima sesión del Aula de Cultura de ABC de Sevilla, que patrocinan la Real Maestranza de Caballería y la Fundación Cajasol, el próximo 30 de marzo, en la sala Antonio Machado de la Fundación Cajasol.
Hace diecisiete años publicó «La vida privada del emperador Carlos V», ¿por qué ha vuelto ahora sobre él?
Casi siempre he escrito biografías de mujer. El único caso en que no lo he hecho fue con Carlos V y con el Marqués de Santillana, pero las dos veces la voz era una mujer. Entonces, hablé de Carlos V nada más que desde el punto de vista de su hermana Leonor y se me quedaron en el tintero las otras mujeres que había a su alrededor.
Usted muestra a un emperador alejado de su fama de misógino.
Otra cosa que intento romper también con esta novela es esa fama de misógino. Creo que he conocido algún hombre misógino, ya no machista, que se habla de machismo y feminismo y son términos que tampoco me gustan. Yo lucho por la igualdad. Misógino es simplemente odio por el sexo opuesto. Cómo un hombre que odia al sexo opuesto, porque ese término se ha usado en biografías de Carlos, puede llegar a otorgar su gobierno y delegarlo en la regencia en prácticamente todas las mujeres que tuvo más cerca. Un hombre que odia a las mujeres busca cualquier otra alternativa.
La elección del punto de vista de las mujeres que lo conocieron bien, ¿es porque ellas tenían el conocimiento más cercano del emperador?
Creo que conocían los momentos íntimos, la vida privada, todo lo que no aparece en las crónicas. No podemos olvidar que estamos en un siglo en el que contar tu propia vida o escribir tu biografía es un pecado de vanidad absoluto y te lo está diciendo la Iglesia. Carlos tiene la osadía de escribirlo. Pero, ¿de qué habla Carlos? Simplemente, cuenta su crónica, de lo único que habla más personal es de los ataques de gota y de lo que padeció por ello. Del resto, nada. Entonces, eso es lo que rellenas y lo haces a través de las cartas entre dos hermanas de Carlos cuando hablan de él. O las cartas que le escribe su propia hija...
¿Qué peso tiene la documentación en sus novelas?
En este caso ha sido muy fácil, porque era un personaje que ya había tratado y era mucho lo que tenía ya guardado. Además, hay una bibliografía extensísima y ensayos, a los que hago referencia al final del libro. Mis novelas son como la primera gota de agua que cae en un vaso: lo que quiero es abrir el apetito del lector y, si le ha gustado el personaje, que pueda seguir indagando, no solamente en Carlos, sino en cualquiera de esas mujeres.
Leyendo su novela se tiene la sensación de que si las mujeres de la época hubieran escrito, la historia que conocemos sería diferente.
Intento tratar a las mujeres tal y como eran y cómo pensaban en ese momento, porque si no estaría cometiendo un anacronismo. Intento pensar como ellas, aunque es complicado. Hablamos mucho de si fue fiel o no a Isabel de Portugal, a la que no le fue infiel. Pero, sinceramente, creo que a ella no le hubiera importado que le fuese infiel en un momento dado, porque la mujer casada era la mujer de su marido y el resto eran simples entretiempos, no puedes pensarlo como ahora.
Ha comentado que ya es la hora de que sean los españoles quienes contaran la historia de España y no solo los hispanistas, ¿hay un cierto complejo en la historiografía española?
Creo que sí. De hecho, tengo que recurrir muchas veces a lo escrito por los hispanistas ingleses y franceses, a los que admiro muchísimo. Pero también creo que nosotros tenemos unos catedráticos en Historia fantásticos. Ahora, en España tenemos grandes ensayistas, pero sigamos con la novela histórica profunda sin atentar contra la historia. Por ejemplo, con «La princesa de Ébol i» tuve un par de experiencias. Tuve que ficcionar algo porque no tenía el documento a mano o porque no lo encontraba o porque quizás lo iba a descubrir alguien en unos años.
La ficción lo que hace es unir, entonces, cabos que están sueltos.
Intento ficcionar con algo que sea probable, no cosas inviables. Pues resulta que años después, un historiador en un archivo ha dado con ese documento que cuenta la historia prácticamente como yo la inventé. Ese es el secreto: personajes bien perfilados, creíbles y las lagunas que rellena la narración, que sean veraces y creíbles. Y cuidado con los anacronismos.
¿El éxito literario está mal visto dentro de cierta literatura española?
En la novela, indudablemente. Cuando escribes un ensayo no tienes el mismo volumen de lectores que con una buena novela, nunca. Y ahí está ese pecado español que tanto conocemos llamado envidia. ¿Que intentan denostarte totalmente? Sí, que te dicen «y falta tal dato y falta tal fecha…» Sí, pero no es porque yo no lo sepa. Claro que falta, pero es que me rompe el ritmo. Hay una cosa que se llama equilibrio y ritmo, y eso se conjuga mucho mejor en una novela que en un ensayo.
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