Novela
Daniel Ruiz: «No soy un decorador de interiores, escribo sobre lo que me repele y me produce rechazo»
El escritor sevillano publica su obra más ambiciosa hasta la fecha: «El calentamiento global», que presentará en el Bookstock
La ambición literaria y la diversión no están reñidas en la obra de Daniel Ruiz (Sevilla, 1976), como tampoco una clara voluntad de diseccionar la realidad social con una narrativa brillante, en la que domina un uso del humor , a veces de una quirúrgica negrura, rastreable, sobre todo, en sus novelas más recientes, como «La gran ola» (2016). Con esta última, este sevillano que no teme a la consideración de escritor realista o social, se llevó el Premio Tusquets de Novela por una lúcida radiografía de las dinámicas económicas y de poder dentro de una empresa.
Ahora publica «El calentamiento global» , su novela más ambiciosa hasta la fecha, la que más se ha divertido escribiendo y que presentará mañana, a las 20 horas dentro del Bookstock , la feria literariomusical que se celebra este fin de semana en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) . En su nueva novela, el escritor y columnista de ABC de Sevilla , abre el foco desde el mundo de la empresa, aquí una multinacional petroquímica, para crear todo un territorio en el que dibujar un despiadado fresco de la sociedad actual.
«Tenía mucho interés de llevar más al extremo la propuesta de novela coral que había desarrollado antes, darle más dimensión y enjundia. Quería crear una novela, en el sentido decimonónico, con un ecosistema mucho más completo, que generara un espacio geográfico y social, poniendo en liza una serie de personajes, con una serie de dramas personales, en un municipio de litoral donde se imponen las dinámicas que genera una industria petroquímic a, que al final es la que determina un poco las voluntades y que marca los destinos de sus habitantes».
De esta forma, Daniel Ruiz crea, a la manera de la Santa María de Juan Carlos Onetti —un autor no muy alejado del sevillano—, el territorio de Pico Paloma , una localidad claramente indentificable en el Sur de España, donde todo, desde el turismo al humilde equipo de fútbol depende de Oilgas , la empresa propietaria de una refinería instalada en pleno parque natural .
«La ambición más grande que puede haber como creador literario es ser capaz de construir una realidad con unas coordenadas propias y autónomas, un tapete en el que los personajes interactúen ».
«Un compromiso como escritor es mostrar la vida tal como es y no existe el "happy end" en la vida real»
La chispa que pone en marcha el mecanismo de relojería de la novela es el accidente laboral de un trabajador de Oilgas que alterará el equilibrio de intereses en el que sustenta Pico Paloma, en la que se dan cita políticos corruptos , directivos despiadados, sindicatos amarillos, una joven periodista que ejerce el ciberactivismo anónimo , jóvenes emprendedores sin escrúpulos y creadores de «fake news», lastimadas cantantes de hotel, delincuentes de poca monta...
«Hay una relación muy clara de poder que viene determinada por el influjo de la petroquímica, pero al final lo que se pretende mostrar todas las tensiones vinculadas a un paisaje de litoral donde conviven lo turístico , lo industrial , lo natural ...».
Relaciones degeneradas
Por ello, Pico Paloma se convierte en una realidad que trasciende su ubicación para mostrarse como una metáfora de significado más amplio. «Esas realidades urbanas que viven en entornos de industrias petroquímicas pueden ser el Campo de Gibraltar, Huelva, Valencia, el País Vasco ... en todos puede existir un sistema de relaciones entre el tejido social y urbano con esas industrias bastante pervertido y perverso», señala el escritor.
«Lo que pretendía es poner en relieve ese tipo de relaciones degeneradas e interesadas entre el tejido social y este tipo de industrias que son contaminantes pero que siguen desarrollando su actividad sin ningún tipo de freno ni de cortapisa e, incluso, con la connivencia del tejido social».
Ese tejido social lo forman una galería de personajes con sus pliegues y complejidades , y que tienen en común, sea cual sea su extracción, una profunda insatisfacción con sus vidas. «Todos están insatisfechos y están abordados, desde el punto de vista de la escritura, de una manera muy crítica. Los presento a cada uno de ellos con sus luces y sombras , porque es así en la realidad. Todos los personajes, y eso forma parte de mi visión del mundo, no son muy positivos. Un compromiso como escritor que se acerca a la realidad es mostrar la vida tal como es y no existe el “happy end” en la vida real».
«Me interesa, como un escritor realista, mostrar sin intervenir, pero con muchísima mala leche y humor»
Porque el realismo está en el ADN literario de Daniel Ruiz desde que debutara con la deslumbrante «Chatarra» (1998). «A mí lo que me interesa es contar historias de mi tiempo y de mi espacio , cuestiones de la realidad cotidiana que me importan. Respeto a la gente que escribe otro tipo de géneros, como la novela histórica , pero no me considero un interiorista o decorador de interiores , sino una persona que debe escribir sobre cuestiones que le repele n, que le producen rechazo o sorpresa de su entorno».
Una vocación social que, defiende este autor, discurre paralela con el desarrollo un estilo depurado y creativo. «Abogo por un estilismo que pueda tener, incluso, una vertiente recreativa, que pose la mirada en ángulos que reflejen belleza. La literatura social no está reñida con la exigencia estilística ».
En ese terreno, el humor ocupa un lugar de preeminencia en este autor . «Sin él no podría escribir. A mí me interesa el fresco como escritor realista o naturalista de base flaubertiana, en el sentido de mostrar sin intervenir pero con muchísima mala leche y sentido del humor ».
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