Literatura
Alajandro Sawa, el escritor oculto tras la máscara del bohemio
Rocío Santiago Nogales analiza cuánto hay del autor sevillano en los personajes creados por Valle-Inclán o Baroja

La historia de la literatura está plagada de ironías. Hay autores que han tenido la suerte de ser eclipsados por sus personajes, hasta el punto de que se le atribuyan falsamente frases como aquella « Madame Bovary soy yo» que se cuenta ... que soltó Gustave Flaubert a una admiradora. Otros escritores han tenido, en cambio, la mala suerte de que sus contornos reales se desfiguren como personaje literario, como le ha sucedido a Alejandro Sawa , escritor nacido en Sevilla y que ha pasado a la historia como prototipo de esa bohemia del penúltimo cambio de siglo en Madrid que discurrió entre lo sublime y el lumpen, la literatura y el sablismo, como bien la describe Rafael Cansinos Assens en 'La novela de un literato', de lectura imprescindible.
Porque en la historia de la literatura la vida y la obra de Alejandro Sawa, con títulos tan recuperables como el póstumo 'Iluminaciones en la sombra' (1910), aparece en buena parte oscurecida por la alargada sombra que proyecta Max Estrella , Rafael Villasús y el resto de personajes literarios a los que su condición de bohemio sirvió de inspiración.
Unos caracteres que oscilan entre la admiración que le profesaba Ramón María del Valle-Inclán y el desprecio que despertaba, tanto él como la bohemia, en Pío Baroja , esto es, entre el insobornable y genial Max Estrella de 'Luces de Bohemia' (1920) y el «pobre diablo», «autor de detestables comedias y de dramas en verso», Rafael Villasús que aparece en 'El árbol de la ciencia' (1911).
La contaminación del personaje literario sobre el escritor es tal que hasta cuando el escritor y columnista de ABC Juan Manuel de Prada recuperó su figura en 'Las máscaras del héroe' (1996), posiblemente su mejor novela, lo hizo más pendiente de su condición literaria, pues le sirvió de espoleta con la que hacer estallar todo tipo de mixtificaciones de la vida bohemia, como la asistencia a su entierro de Baroja junto a Valle-Inclán, pura ficción. «Podemos decir que esta novela es literatura hecha de literatura, que Sawa no es Sawa, sino Villasús y Max Estrella».

La afirmación la realiza la doctora, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Rocío Santiago Nogales y aparece recogida en 'Alejandro Sawa. Eterno personaje' (Editorial Renacimiento), un volumen que aspira a encontrar al escritor de «carne y hueso en los pasajes protagonizados por todos los personajes de los que alguna vez se ha dicho que era él».
Destino trágico
Un recorrido que tiene, evidentemente, paradas en Valle-Inclán y Baroja, pero también en autores que fueron contemporáneos del bohemio sevillano, como Ernesto Bark y Joaquín Dicenta . A los que se suman escritores actuales, como Juan Diego Fernández, Pepe Cervera y el mencionado Juan Manuel de Prada, que muestran la fascinación que sigue ejerciendo su figura en la literatura. Como colofón, esta investigadora añade al propio bohemio sevillano, que se literaturizó a sí mismo en su novela 'Declaración de un vencido' (1887), cuyo protagonista y trasunto del escritor, Carlos Alvarado Rodríguez, compartirá, vía suicidio, el mismo destino trágico que Max Estrella y Rafael Villasús.
El libro de Rocío Santiago Nogales aspira, por tanto, a separar al escritor de su personaje, tarea nada sencilla por el carácter mixtificador del propio Sawa y con el que sus contemporáneos tuvieron una relación tan contradictoria como los personajes que crearon a partir de él Baroja y Valle-Inclán. «Jamás un hombre más nacido para el placer fue al dolor más derecho», dijo de él Manuel Machado , quien vio la luz en la misma calle en la que lo hizo el bohemio en 1862, San Pedro Mártir , donde desde 2009 hay una placa que recuerda su lugar de nacimiento.

Entre Sevilla y Málaga viviría su niñez Sawa quien, terminó en Madrid al cumplir los dieciocho años. En 1889 se trasladó a París llamado por la bohemia. « Lo mejor de su vida transcurrió en esa ciudad y marcaría toda su existencia», señala la autora del volumen.
Allí trabajó como traductor para la editorial Garnier, conocería a Paul Verlaine y la escena de poetas simbolistas y parnasianos, y convivió con Rubén Darío . «Fue Sawa la personalidad literaria importante que introdujo a Darío en los círculos intelectuales cuando aún no era tan famoso en tierras españolas», señala Rocío Santiago Nogales. Porque «entre los españoles que han vivido en París, no creo que dos hayan dejado un recuerdo tan indeleble como Sawa», escribió el autor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo .
Darío, como explica la autora de esta monografía, le devolvería desabridamente el favor usándolo de 'negro' para una serie de artículos que Sawa escribió y que el nicaragüense firmó para 'La Nación' de Buenos Aires, pero que la correspondencia entre ambos revela que le dejó sin pagar. Rubén Darío no acudió al entierro, pero al menos escribió el prólogo para su libro póstumo en el que destacaba su «talento, fuerza y temperamento de artista».
Valle-Inclán lo convirtió en el insobornable y genial Max Estrella para protagonizar la obra maestra del esperpento
Esto sucedió en la última etapa de la vida de su vida, una vez había regresado de París para instalarse en Madrid en 1896, donde no logró el éxito que esperaba escribiendo para los periódicos , a pesar de que como recordaba Manuel Machado, fue el primero que recitó en España los versos de Verlaine.
Su idealismo y rechazo a cualquier tipo de censura, con aceradas críticas políticas y sociales, lo fueron marginando cada vez más y lo hicieron caer en la miseria. Cansinos Assens lo visitó, como relata en 'La novela de un literato' , y lo había empeñado todo, hasta la ropa. «Es preferible no tener pantalones a no tener talento», le espetó el bohemio.
Ciego y loco
Sawa murió víctima de una encefalitis, ciego, loco y pobre un 3 de marzo de 1909, y tuvo «un mísero entierro». Desde entonces, el bohemio solo fue el «escritor maldito, bohemio y olvidado» en el que se basó Valle-Inclán para crear al Max Estrella de la obra maestra del esperpento , 'Luces de Bohemia', uno de los personajes más fascinantes de la dramaturgia española del siglo XX.
El peso del personaje es tal que la recuperación de su figura y de su obra se ha producido en las últimas décadas y han contribuido, tal como señala Rocío Santiago Nogales, autores que van de Soledad Puértolas a Allen Phillips , pasando por Amelina Correa , autora del esencial «Alejandro Sawa. Luces de Bohemia' que se llevó en 2008 el premio de biografías Antonio Domínguez Ortiz.
El propio Alejandro Sawa se literaturizó a sí mismo en una novela en la que predice el trágico final que tendrá su vida
En qué personaje buscar, entonces, al verdadero Alejandro Sawa. La conclusión que puede extraerse de este libro está en el que creó de sí mismo el escritor en 'Declaración de un vencido', aunque no al pie de la letra. En ella, Carlos, un trasunto del autor, pasa de ser «un joven y entusiasta periodista que llega a Madrid, a convertirse en un proxeneta , mantenido por una prostituta a la que ni siquiera ama», toda una metáfora del desengaño ante la escena literaria de la capital. Ambos compartirán trágico destino , aunque en el caso del personaje novelesco, elegido.
«Nos atrevemos a decir que Sawa puede aportar bastante más a su propio personaje de él mismo que lo que puedan aportar de Sawa a sus personajes Baroja o Valle Inclán», mantiene esta investigadora.
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