Entrevista

Víctor Manuel: «Me llama la atención que tanta gente haya comprado una mercancía tan averiada como es el nacionalismo que les han vendido»

El artista publica «El gusto es mío», una suerte de memorias en las que repasa su vida con la cocina como hilo conductor

Víctor Manuel, fotografiado en Madrid poco después de la entrevista ISABEL PERMUY

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Si echamos la vista atrás y tarareamos «Con las manos en la masa» , aquella canción de Vainica Doble que popularizó el programa del mismo nombre presentado por Elena Santonja , es fácil imaginarse a Víctor Manuel (Mieres, Asturias, 1947) como protagonista, pero con los roles invertidos. En este caso, él es el cocinillas, el que en esa casa que lleva compartiendo con Ana Belén desde 1972 lleva el delantal, y con mucho arte, que dirían en el sur. El cantante y compositor sabe un rato de cocina, se le da bien, y disfruta comiendo, como todo buen cocinero. De todo ello da buena prueba en su último libro, «El gusto es mío» (Aguilar), una suerte de memorias culinarias en las que repasa su vida con la comida como hilo conductor.

Si, como escribió Faustino Cordón, «cocinar hizo al hombre», ¿en qué hombre se convirtió Víctor Manuel gracias a la cocina?

En un hombre más curioso de lo que era cuando no cocinaba. Empecé a interesarme, no sólo por comer bien, sino por buscar los sitios donde se podía comprar eso que yo quería cocinar. Me aficioné muchísimo a los mercados. Tengo amigos que van a iglesias, yo voy a los mercados (ríe).

Incluso se llega a levantar a las cuatro y media de la mañana para ir.

Sí, en alguna ocasión lo he hecho para ir a un mercado al norte, a Ordicia, concretamente. Me gusta mucho la vida de los mercados. Eso fue una transformación importante. Cuando yo empezaba a cantar y a tener un cierto éxito, iba como pollo sin cabeza, comía en cualquier sitio, cualquier cosa, y hay un momento que el cuerpo te pide otra cosa, vas madurando y buscas otras cosas.

Está claro que en su casa es usted el que lleva el delantal en la cocina.

Y el que hace la compra, todo ese tráfico lo hago yo. Pero no sé coser un botón, tengo que recurrir a alguien.

Los cordones ya sí es capaz de atárselos.

Sí, pero muy mal y se me sueltan (ríe). Mi madre, aquellas madres que no te dejaban dar un paso sin que lo diesen antes ellas...

Al ocuparse de los menesteres culinarios, es una excepción en los hombres de su generación y también un buen ejemplo.

Claro, sí. En casa somos muy igualitarios, hemos tratado de educar a los hijos en eso, las tareas de casa se comparten y hay especializaciones: yo estoy especializado en la parte culinaria y en otras tengo muchísimas carencias. Seguramente la gente de mi edad no ha estado nunca por esa labor. Pero también yo vivo con una persona muy especial, que de repente se tiene que ir uno o dos meses a rodar a no sé dónde y quién se va a ocupar de la casa...

Y eso que su padre a la cocina sólo entraba para comer, con lo cual ese referente no lo tiene…

No, no lo tengo, ni yo cocinaba de pequeño, no me viene de familia. Se comía bien, como se comía en las casas antiguas, los pucheros haciendo «chup, chup» toda la mañana y comida muy rica, pero poco elaborada.

¿Y de dónde surge su interés por la cocina, de la necesidad?

De la necesidad y de la curiosidad, también, vas aprendiendo de los cocineros con los que vas comiendo. Siempre que voy a un restaurante trato de adivinar qué me han puesto en el plato, de qué está hecho para tratar de hacerlo yo. Después, es que este país es increíble, con la cantidad de cocinas tan diversas que hay: ¿qué tiene que ver una fritura de Cádiz con un pote asturiano? Nada. La variedad es maravillosa y he tratado de disfrutar de todo eso.

Me acabo de acordar de que hace poco se murió María Luisa.

Claro, María Luisa García.

Además, era de Mieres.

De Mieres, sí. El primer libro que mi madre me dio cuando vine aquí a Madrid es de ella, y lo tengo en casa todavía.

En el libro menciona el famoso «1080 recetas de cocina» de Simone Ortega.

Sí, ese es el libro que nos quitó el miedo a cocinar a la gente de mi generación, y fue el primer libro con el que trabajamos en casa cuando Ana y yo nos fuimos a vivir juntos.

En el 72, ¿no?

Sí, en el 72.

Me estoy acordando de la anécdota que cuenta en el libro de aquel día en el que comieron en Arzak, a pie de cocina, y Gurruchaga pidió una tortilla francesa. Y Elena Arzak se la sacó sin problemas.

Se lo dio, claro (ríe). Eso es muy de «Gurru». Parece mentira, porque su madre era cocinera, cocinaba por las casas, y él es terrorífico comiendo; viene a casa y no sabes qué darle.

¿Se puede conocer a alguien viéndole comer?

Sí, en parte sí. Hay como una actitud ante la comida. Yo confío mucho en la gente a la que le gusta comer, me resulta confiable la gente que disfruta de una mesa con unas viandas.

Yo tengo una amiga que dice que no te puedes fiar de quien no bebe.

Ya, lo pondría en segundo lugar (ríe).

Cuando reflexiona sobre el paso de niño a abuelo y esa tortilla dulce dice, al final, que trabajar en lo que a uno le gusta es un regalo. El problema es que, cada vez más, vivimos para trabajar, y no a la inversa, y trabajar en algo que a uno le guste es, casi, un imposible. Usted y yo somos unos afortunados, lo sabe ¿no?

Pero no hay ninguna profesión en la que te aplaudan cada tres minutos. Eso no existe. En esta profesión que yo tengo estás continuamente recogiendo lo que la gente te manda, cariño. Yo tengo una canción que dice «Para que te quieran y que tú sepas que te han querido», y yo estoy en esto para eso, para tratar de entregar lo mejor de uno mismo, pero recibir todo lo mejor de la gente que está enfrente. Afortunadamente, es un milagro que yo esté aquí, a esta edad. Cuando era jovencito y empezaba a cantar, yo nunca soñé que esto iba a ser tan largo, ni que me iba a ir tan bien ni iba a viajar tanto. Tenía aspiraciones mucho más modestas, el típico chaval de pueblo que decía: a ver si gano unas pesetas, vuelvo al pueblo y pongo una cafetería, con un coche grande, eso sí. Y después la vida te va llevando por sitios que tú ni soñabas antes.

¿Ha tenido suerte?

Sí, influye muchísimo la suerte. También el trabajo, evidentemente, y no defraudar demasiado a la gente, pero la suerte influye muchísimo. En estos años he conocido a cantidad de gente con talento, con buena música detrás, con buenas voces y que ya hace mucho que no se dedican a esto.

«Te retirará el tiempo, la enfermedad, que caducas, que hay un momento que ya no se puede, pero por voluntad es difícil dejarlo»

¿Y sigue manteniendo intactas las ganas?

Sí. Si no tuviera ganas de escribir canciones, que es el primer motivo por el que yo estoy en esto, no estaría cantando. Cuando hice el último disco, hace un año, me preguntaban mucho esto, porque me daban por amortizado, pero al ver las canciones que me habían salido la gente se dio cuenta de que no. Te retirará el tiempo, la enfermedad, que caducas, que hay un momento que ya no se puede, pero por voluntad es difícil dejarlo.

Dice que lleva tantos años en movimiento que le resulta difícil estar quieto. Con una trayectoria como la suya, ¿sigue ahí el vértigo a la hora de arrancar, de ponerse en marcha?

Sí, porque lo bueno de esta profesión es que es una incógnita todo lo que te pasa. Yo escribo canciones y no sé la vida que van a correr. Cuando empiezas a enseñarlas y a tener respuestas, te entra una especie de euforia maravillosa, que es lo que te da cuerda para intentarlo de nuevo cuando sea.

«Me gusta mucho hacer de paleto e ir al centro, ir a comprar la lotería a la Puerta del Sol, todas esas cosas me siguen gustando mucho»

Cuando evoca su llegada a Madrid y aquellos paseos por los alrededores de la Puerta del Sol donde, dice, encontraba todo lo que necesitaba, asegura que «tenía y sigo teniendo alma de paleto».

Sí, porque todavía una de las cosas que más me gusta es ir al centro. Me gusta mucho hacer de paleto e ir al centro, ir a comprar la lotería a la Puerta del Sol, todas esas cosas me siguen gustando mucho. Me parece un universo maravilloso, que era justo lo que yo soñaba encontrar cuando vine para Madrid. Y sigo con el mismo asombro. Me sigue gustando mi actitud y lo que veo alrededor del centro.

Y eso que ahora se ha gentrificado…

Sí, pero en cuanto sales un poquito de ese cogollito del centro, ya es el mundo que yo conocí o muy parecido.

Me gusta mucho el viaje culinario que hace por América Latina y las reflexiones que desliza al hablar de cada país. De Venezuela, por ejemplo, se acuerda de esos «cientos de miles de venezolanos que desde hace unos años recalan en España, los más buscando una vida mejor» y «no depender de las torpezas y veleidades de gobernantes que nadie se merece en ninguna esquina del mundo».

Es que es atroz. No creo que haya nadie que se merezca esa vida, como no se merecen los cubanos la vida que tienen. Por inteligencia, por capacidad, por todo, se merecen otra cosa, no torpezas de Gobiernos que se eternizan. El otro día me hacía gracia el discurso de Díaz-Canel contestando al Rey, cuando decía que «el pueblo cubano se da a él mismo lo que quiere». Vale, pues muy bien, ya te he entendido, qué tontería… Es increíble.

De Cuba asegura que «nadie como los cubanos para agrandar el espacio mínimo que una gobernanza estúpida quiere pautarles».

Claro, tú a un cubano le sueltas en cualquier lugar del mundo y se arregla, porque son de una viveza extraordinaria. Y lógicamente allí en cuanto les dan un resquicio, una manera de incorporarse a otra vida o de ser «cuentapropistas», como ellos dicen, pues vuelan, consiguen armar una vida diferente a la que están destinados.

«Lo que pasa en Venezuela es atroz. No creo que haya nadie que se merezca esa vida, como no se merecen los cubanos la vida que tienen. Por inteligencia, por capacidad, por todo, se merecen otra cosa, no torpezas de Gobiernos que se eternizan

Teniendo en cuenta que su último viaje a Cuba fue en 2009, ¿cómo ve ahora al país?

Yo creo que se ha movido, pero no lo suficiente. Sigue habiendo una burocracia terrible y, sobre todo, que es un país muy pequeño, con pocos medios. Han encontrado el escape del turismo, pero también eso es una forma de autoexplotación, la gente que trabaja allí está muy regularmente pagada, no son sueldos comparables a los que tenemos aquí ni remotamente. La verdad es que Cuba… Yo me he peleado tanto con ellos… Hubo un momento que dejamos de ir a cantar el primer día que me pidieron dólares para coger un taxi. Y el periodo que estuvimos yendo a cantar eran peleas continuas con ellos porque hacían unas cosas absurdas, como decir que el realismo soviético es lo mejor del mundo cuando ese país no tiene que ver con la Unión Soviética ni con el realismo soviético. Igual en la radio: en aquella época sonaban muchísimo Las Grecas, que eran muy graciosas, sí, pero la música en Cuba es deslumbrante. Probablemente los tres países del mundo más fuertes musicalmente son Estados Unidos, Brasil y Cuba, con muchísima diferencia con el resto del mundo. Esas peleas yo las tenía continuamente.

¿Qué está pasando ahora en América Latina, después de unos años de gran avance, en lo social y lo económico?

La explosión de Chile tiene que ver con que en los últimos años se ha sacado a un montón de gente de la pobreza, y la gente cuando tiene solucionado el problema básico ya quiere otras cosas, le pasa a todo el mundo. Durante muchos años ha habido como un dique que contenía todo y en el momento que se ha roto, que ha habido un resquicio, la gente se manifiesta. Es muy curioso, porque en los diferentes países de América Latina la gente que está en el poder le tiene un miedo terrible a los indígenas.

¿Y por qué?

Porque es gente que no tiene nada que perder, sale a la calle y se lleva por delante lo que haga falta, pero por su propia desposesión de todo, no tienen nada, se arriesgan a nada.

«En el nacionalismo hay una especie de superioridad moral, y eso no se lo admito ni a los españolistas ni a los independentistas»

Se para, también, en los sabores de Barcelona y rememora aquellos primeros viajes suyos a la Ciudad Condal en 1965 para grabar en el Casino de la Alianza del Poble Nou. ¿Cómo ha cambiado Barcelona desde entonces?

Bueno, ha cambiado tanto… Ahí sí noto mucho el cambio, se ha transformado mucho. Yo he tenido una relación con Cataluña siempre fantástica. Eso que dicen de que no te hablan en castellano, a mí no me ha ocurrido nunca, en cuanto ven que hablas en castellano, te hablan en castellano. Además, no existía esto que existe ahora, que es como una especie de ralladura que a mí me llama mucho la atención, porque le pasa a mucha gente. A los políticos les compramos las cosas un poco con pinzas, nunca compramos a un político con los ojos cerrados, muchas veces les votas con, con…

Con la nariza tapada…

Eso le dije yo un día a uno de Podemos, cuando ponía en cuestión la Constitución del 78, la política del 78. Le dije: es muy sencillo, yo voté todo aquello con la nariz tapada, igual que te he votado a ti en las elecciones pasadas, con la nariz tapada, ¿o qué te crees, que te compro entero? Para nada. Entonces, me llama la atención que tanta gente haya comprado una mercancía tan averiada como es el nacionalismo este que les han vendido, el paraíso. Eso no es toda Cataluña, evidentemente. En Cataluña hay gente inteligentísima, preparadísima; no digo que los que compran eso no lo estén, pero, sencillamente, gente que no compra lo que le diga cualquier político, sea del PSC o del PDCat o de lo que sea. Eso en aquel momento no existía, era todo mucho más apacible y me choca, a mí todo eso me choca mucho. Tengo amigos que lo están pasando muy mal y que son insultados por la calle.

Recuerde el incidente que vivió su amigo Serrat a finales del año pasado, cuando en un concierto en Barcelona un individuo del público le recriminó que no cantara en catalán…

Sí... Todos los que empezamos a entender el catalán fue escuchando las canciones de él en un momento determinado. Yo esto lo he comentado con Juan, el país se ha endurecido tanto que pensar que ahora Serrat podría ser número uno de ventas con «Cançó de matinada» es impensable. Eso que nos hemos perdido. En algún momento se ha extraviado el camino para todo eso.

«Yo no cuento a los hombres por regiones ni por autonomías ni por nada. Es uno a uno, y no hay nadie más listo que otro»

En su último disco, «Casi nada está en su sitio», incluía una canción en la que España es la protagonista porque, según dijo cuando lo publicó, «hay que estar orgullosos de lo que somos y dónde vivimos, y parece que no hay nadie que quiera contarlo».

Sí, seguramente no es eso exactamente lo que quería decir, pero siempre que la canto trato de explicar un poco más allá de la canción. Llevo toda mi vida viajando por este país, puedo poner un dedo a ciegas encima del mapa y ahí he cantado yo en algún momento, y juro que no hay nadie superior a nadie. Yo no cuento a los hombres por regiones ni por autonomías ni por nada; es uno a uno, y no hay nadie más listo que otro. Y digo eso porque sí nota uno siempre en el nacionalismo una especie de superioridad moral con respecto a otro, y yo eso no se lo admito a nadie, ni a los españolistas ni por supuesto a los independentistas.

«No hay una idea común de este país, ha habido mucha reacción de cada uno tirar para lo suyo, y lo único que unía a la fuerza era el franquismo, pero nos unía por cojones»

Pero sí se nota, cuando sales fuera, lo mucho que al español le cuesta estar orgulloso de lo suyo, de lo que es y de dónde es.

Lo han explicado bien diferentes personas, en el sentido de que no hay una idea común de este país, ha habido mucha reacción de cada uno tirar para lo suyo, y lo único que unía a la fuerza era el franquismo, pero nos unía por cojones. Después no se ha sabido trabajar en ese sentido. A veces se quejan de que los libros de texto en Cataluña son muy parciales, pero es que en Asturias son igual de parciales y explican la Historia que les conviene a los asturianos, lo que quieren que tenga la sociedad en la cabeza, y en Castilla la Mancha igual, siempre hay como un sesgo en cada Autonomía tirando para lo suyo.

¿Y tenemos solución?

(Ríe) Pues más nos vale tenerla, sobre todo porque es un aburrimiento vivir así, es una pesadez, nadie se merece vivir así, con esta zozobra, y ya no te digo la gente que está padeciendo en primera persona ese tipo de cosas, que le afectan muy directamente y en su vida diaria.

Cuando sacó el disco dijo que no se callaría ninguna canción cuando fuera a Barcelona.

No, claro, claro.

Y no ha tenido ningún problema.

No, y «Digo España» ha tenido muchísimo éxito cuando la he cantado allí, en el País Vasco, en Galicia y en todos los sitios.

«Los políticos son de una raza aparte, son muy curiosos, son capaces de encamarse sin pensar que nosotros nos acordamos de lo que ha pasado antes, que tiene un poco un lado grosero»

Me gusta la anécdota que cuenta en el libro de aquellos políticos que, cuando Rafael Correa les condecoró con la Orden Oficial del Mérito en Quito, no dejaban de cantar y hasta el propio presidente ecuatoriano cantó «Quiero abrazarte tanto» entera. El otro día, cuando vi el abrazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias después de seis meses de desencuentros, me acordé de esa canción…

Sí, los políticos son de una raza aparte, son muy curiosos, son capaces de encamarse sin pensar que nosotros nos acordamos de lo que ha pasado antes, que tiene un poco un lado grosero todo eso. Oye, pero si os habéis estado insultando hasta anteayer, ¿no? A mí eso me desconcierta mucho, igual que cuando veo a alguien pelearse en el Congreso y después los ves tomando copas y riéndose. ¿Por qué me hacéis pasar ese trago? No quiero ni que os peleéis ni que toméis copas, quiero que seáis normales y que digáis las cosas con educación. Pondría como ejemplo de político educado a Ángel Gabilondo, que es un señor que dice las cosas bien siempre y que no cree tener la razón nunca. Ojalá todos fuesen como él.

Después del acuerdo entre PSOE y Podemos, muchos pensamos que podrían habernos ahorrado el tener que llegar hasta aquí…

Claro, claro. Bueno, yo creo que han llegado por un lado por acojone, evidentemente, ante la subida de la extrema derecha, y, después, porque, seguramente, se habrán leído el CIS y habrán visto que la gente está muy mosqueada, muy cabreada con la clase política. Más les vale arreglarse, pero nos podían haber ahorrado todo este tránsito.

«Hay tantas cosas pendientes y tan interrumpidas por la política durante estos años que ya va siendo hora de que alguien se arremangue y empiece a hacer cosas»

¿Y es optimista?

Yo soy un optimista histórico. Tengo confianza en que este país tiene que saber salir de todo y convertirse en un país moderno. Hay tantas cosas pendientes y tan interrumpidas por la política durante estos años que ya va siendo hora de que alguien se arremangue y empiece a hacer cosas.

Por cierto, ¿dejó ya de ser persona non grata en Úbeda?

(Ríe) No lo sé, la verdad es que no he preguntado nunca… No sólo yo: Serrat, Ana Belén y Miguel Ríos, los cuatro. El seguro había entrado en el campo de fútbol y había dicho que allí no se podía cantar. Ahora ya no pasa eso. Antes, cuando los ayuntamientos contrataban a gente era un poco un reino de taifas. El Ayuntamiento de Oviedo ha llevado desde Michael Jackson hasta medio mundo, y ha perdido millones y millones de pesetas con todos ellos. Ahora ya eso no se hace.

Como ahora sólo quieren contratar a Rosalía…

(Reímos) Me parece estupendo, me parece estupenda Rosalía.

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