Antonio Scurati: «Hoy la política tiene Mussolinis en acto, no en potencia»
En su nueva novela histórica, el autor italiano se introduce en la mente del dictador y nos narra el auge del fascismo a través de sus ojos
Es imposible (o, como mínimo, una tarea ardua) saber qué removió la psique del entonces casi cuarentón Benito Mussolini para fundar los «Fasci italiani di combattimento» el 23 de marzo de 1919. La historia narra que, con aquella decisión, ensambló el fascismo que hoy conocemos y puso los mimbres de un movimiento con el que se alzó hasta el poder en 1922. Es cierto. Pero eso son solo datos. Conocer los sentimientos del futuro «Duce» y entender por qué aquel veterano de la Primera Guerra Mundial , entonces metido a periodista, dejó atrás su acomodada vida para agitar como un avispero su país es algo diferente.
En ese punto, precisamente, se encuentra la novedad de «M. El hijo del siglo» (Alfaguara) , una novela histórica (la primera de una triología) en la que el profesor de Literatura Contemporánea Antonio Scurati (Nápoles, 1969) nos narra aquellos años desde el punto de vista del dictador. La misma bestia que admiraba Adolf Hitler.
1-En su obra mete al lector en la mente de Mussolini. ¿Es una forma de humanizar a este personaje?
-Sí. Esta era una de mis intenciones: salir de las representaciones estereotipadas de Mussolini; las que le muestran o como un villano o como un bufón. No intento, eso sí, que el lector empatice con él, sino mostrar su realidad humana. Busco enseñar a la persona que había detrás de la imagen y al sujeto político. Un ser que era una suma de vidas y de mediocridades. La verdad es que tenía características muy eficaces en política. Por otro lado, muestro una serie de talentos extraordinarios sobre los que no se ha hecho hincapié hasta hoy. Al final, cuando ves lo bueno de la persona puedes apreciar también lo malo que ha hecho.
2-¿Cree que Mussolini era un buen político con talento para la oratoria?
-Claro. Para entender a Mussolini debemos reconocer sus defectos y sus talentos. Y los últimos fueron extraordinarios. Contaba con una gran intuición y un buen olfato político, por ejemplo. Eso no quita que usara sus capacidades de la peor manera posible, pero debemos tener el valor de ver ambas cosas. Podemos contar la fascinación que se sentía por su figura y, al mismo tiempo, explicar hasta qué punto eso llevó a la desgracia a un país entero.
3-Una de sus cualidades fue la paciencia, pues supo esperar el momento adecuado para tomar el poder.
-Sí. En este sentido me gusta utilizar la metáfora del francotirador o la del ave rapaz. Cuando Mussolini llegó al parlamento italiano en 1921 como parte del Bloque Nacional (formado, a su vez, por antiguos miembros del Partido Liberal y por multitud de fascistas) se colocó en la parte más alta del hemiciclo y en la extrema derecha. Nadie se había querido sentar nunca en ese puesto. Me gusta pensar que era una suerte de buitre que estaba agazapado en lo alto y esperaba ansioso ver el cadáver de la democracia para abalanzarse sobre él.
4-¿De qué se valió para ganarse a la sociedad italiana?
-Supo conducir los sentimientos de algunos sectores de la sociedad. El principal fue el de los supervivientes de la Primera Guerra Mundial, que tuvieron un papel fundamental en el nacimiento del fascismo. Uno de los mayores errores del Partido Socialista italiano fue cargar contra ellos. Llegaron a escupirles en los uniformes cuando regresaban del frente. Mussolini leyó esa sensibilidad. Comprendió que el mundo se dividía en dos: los que habían estado en la lucha y los que no. Y él tomó una posición a favor de los primeros. Supo que se les había enviado a combatir y que, luego, habían regresado para ver como las promesas que les habían hecho no se cumplían.
5-¿Fueron esos antiguos combatientes la base del fascismo italiano?
-En efecto. Mussolini puso el culto a la guerra y a la violencia en el centro de la ideología fascista. Las primeras milicias y escuadrones violentos que tomaron las calles en su nombre estaban formados por soldados recién llegados del frente y muchos miembros de los Arditi, una unidad de asalto de élite en la IGM. En estos profesionales de la violencia fue en los que se basó para crear su movimiento.
«Hitler veía a Mussolini como a un maestro»
-¿Por qué, si Mussolini fue el decano del fascismo, pensamos siempre en Hitler al hablar de esta ideología?
-Es cierto que Hitler ejerce todavía una fascinación enorme en el imaginario colectivo. Solo hay que ver las películas que se han dedicado al nazismo. Sin embargo, también es verdad que el fascismo ha tenido un efecto histórico más profundo. De hecho, ha llegado hasta nuestros días. Y es curioso, porque el «Führer» siempre vio en Mussolini un modelo y mostró una gran devoción personal hacia él. Le quería como a un maestro.
-¿Existe hoy algún Mussolini en potencia en la política internacional?
-Tenemos Mussolinis en acto, no en potencia. No porque sean líderes fascistas, sino porque todas figuras populistas de Europa y América, aunque no invocan directamente la cultura política de esta ideología, vuelven a proponer un tipo de liderazgo y una forma de comunicar que inventó el «Duce» hace cien años.
-¿Qué rasgos utilizados por Mussolini se replican en la política actual?
-En primer lugar se apuesta por un tipo de líder que guía a las masas sin llevarlas detrás. No desvela a la sociedad metas elevadas que esta no ve. Va detrás de ella. Olisquea cuales son sus miedos, sus rencores, sus desilusiones o sus traiciones y se aprovecha de ellos. Hace política en negativo. No cree en la esperanza o el progreso.
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