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Rosa Alcoy: El Bosco en dos trípticos del Museo del Prado

Los logros del libro son evidentes: una simple ojeada y hojeada lo manifiesta de inmediato

Rosa Alcoy, autora de 'El Bosco en dos trípticos del Museo del Prado' ABC

Lucía Lahoz

Lo único que no puede producir sorpresa es la costumbre. Y aunque la doctora Alcoy nos tiene habituados a su buen hacer, que tan bien y también el abultado corpus de su investigación ratifica, nos sorprende, y de qué manera, una vez más, con la reciente monografía 'El Bosco en dos trípticos del Museo del Prado', publicado en la colección Arte y Arqueología de la Universidad de Granada en el otoño de 2020.

Evidentes son los logros del libro, que una simple ojeada y hojeada manifiesta de inmediato. Su descubrimiento del Bosco, como asegura, se remonta a la pintura de su padre, un ejemplo de esa egohistoria, que se trasluce en otra manera de abordar el lenguaje figurativo y de sentir la plástica, en definitiva, una mirada y una memoria de la mirada distinta, que dotan a sus trabajos de una impronta propia. El artista venía interesándole desde hacia tiempo, le había dedicado algunos análisis previos, que suponen el punto de partida de la propuesta actual, integrados a la perfección en esta investigación.

No me resisto a celebrar la concepción de la obra donde, como propone la autora, la combinación de lo textual y lo visual se incardinan de modo indisoluble. Esa osmosis concierta el tono de un discurso entramado entre imágenes y palabras que facilita el intelecto y deviene placentero, incluso me atrevería a decir que las imágenes tienen un sentido mayor y, como en la Edad Media, confluyen en una función mnemónica.

Alcoy recurre en las propuestas iniciales a la negación, como en las categorías de la filosofía medieval, para, por el contrario, resultar afirmativa en sus logros. Se excusa por no ser exhaustiva, pero lo es; por no contemplar toda la bibliografía, y utiliza la más pertinente; no incorpora solo la reciente sino la clásica y hasta la olvidada, subsanando así uno de los problemas de la práctica actual en la atención exclusiva a lo inmediato; lo copioso de sus citas hace innecesario insistir. Se exime de no abordar el catálogo bosquiano, sin embargo, llega a acotarlo, al menos tangencialmente; de no centrarse en las datas, pero formula con autoridad las suyas; de no detenerse en las fuentes y en los modelos que informan la producción, si bien traza una topografía y una genealogía, que se proyectan, incluso, en sus consecuentes. Reivindica la ascendencia italiana tras el viaje a Venecia e incluso defiende los ecos de Giotto . Apuesta por una iconografía de aproximación dando prioridad a la duda. En efecto, la duda es el principio que, completada con la reflexión, como aquí, supone el avance del conocimiento para penetrar en el corpus pictórico que une forma y contenido de un modo original.

La categoría de los trípticos tratados: El jardín de las delicias y la Epifanía, eleva la proyección del ensayo. Se sabe que, para decir cosas distintas, hay que cambiar el orden del discurso, y la profesora catalana propone una lectura diferente, iniciada desde las puertas cerradas y prosiguiendo con el ritual de su apertura, expandiendo las tramas interiores en un discurso visual coherente. En uno básicamente un jardín y un infierno nada más y nada menos, donde Eva es Adán y donde todo fue posible, y en el otro donde se transita de las Epifanías a las Pasiones. Lecturas que favorecen la atención tanto al conjunto como al detalle, como magistralmente desmenuza la autora.

En unos momentos donde se impone y se prima el inglés como medio vehicular, su publicación en castellano merece un doble agradecimiento a la editorial y a la autora por dotar a la disciplina de unos estudios especializados, punteros e innovadores, que constituyen los fundamentos de la nuestra Historia del Arte.

Pasados los ruidos y la resaca de los fastos del V Centenario, el libro de Rosa Alcoy , desde la serenidad de una vorágine de un tiempo ya pasado, pero incorporando sus avances, nos ofrece una visión elocuente de todas las posibilidades y nos regala una nueva mirada con la que enfrentarnos a estas obras cimeras. En su análisis se percibe la plena sintonía y el disfrute en que se fraguó este trabajo, y eso se transcribe en el propio texto. Ya solo nos resta el placer de su lectura y su contemplación para conseguir el maravilloso centelleo de la memoria enriquecida.

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