Premio Nadal
El día que Carmen Laforet se impuso a González Ruano
Hoy se conocerá el nombre del ganador de la 75 edición del premio Nadal, uno de los galardones literarios con más lustre
Año 1944. Ignacio Agustí , director del semanario «Destino», propone a Josep Vergés y Joan Teixidor organizar un premio para «despertar a docenas de novelistas dormidos en rincones anónimos del país». Dotado con cinco mil pesetas , podría suscitar fenómenos como su novela «Mariona Rebull». Los reparos de Vergés, por la cuantía de la dotación, contrastan con la predisposición de Teixidor: sugiere que el galardón lleve el nombre de Eugenio Nadal . Hermano de Santiago Nadal Gaya, Eugenio fue redactor jefe en los primeros tiempos de «Destino». Catedrático de literatura y autor del libro «Ciudades de España», había fallecido de leucemia el 10 de abril de aquel año sin poder cumplir los 28.
Agustí redacta las bases del Nadal siguiendo el patrón de los premios Joan Crexells y Joaquim Folguera de antes del 36. El jurado lo integran Ignacio Agustí Peypoch, Joan Teixidor Comes, Josep Vergés Matas, Pedro Pruna Ozerans y Rafael Vázquez Zamora. Al final, Pruna es sustituido por Juan Ramón Masoliver. La convocatoria se publica en la revista «Destino» el 12 de agosto de 1944. La concesión el 6 de enero, día de Reyes , supone para Agustí liberarse de la sobredosis familiar navideña : «La burguesía llega a su término harta de pavo relleno, de champaña familiar, de aullidos de la chiquillería, de regalos a la suegra, de llantos, quejidos, disparos de pacotilla, toques de corneta infantil, y con ansias de desatar tantos lazos familiares».
Agustí tuvo una gran idea con el Nadal, apuntaba el periodista Jaime Arias: «Una novela premiada es un hecho consumado y una forma de desactivar la acción de la censura». El Nadal, recordará Agustí, no fue ninguna invención: «Simplemente, una adecuación a nuestra época y a sus circunstancias del espíritu de justa literaria que ha constituido una de las tradiciones de este país , desde la restauración de los Juegos Florales hasta el conjunto de premios convocados por la Generalidad de Cataluña en tiempos de la República».
Vecino de Agustí en Sitges, César González Ruano consideró que para dar lustre al naciente Nadal, qué mejor lanzamiento que otorgárselo a un autor consagrado como él. Escribe una novela, «La terraza de los Palau», destinada al premio.
El jurado lee los originales. A Agustí le gusta «El bosque de Ancines», de Carlos Martínez Barbeito. Juan Ramón Masoliver cree que es mejor premiar a Ruano, y Vergés prefiere «En el pueblo hay caras nuevas», del escritor gallego Álvarez Blázquez.
Correo urgente
Pero el último día de admisión aterriza en Destino un sobre de correo urgente . Al leer las primeras líneas del manuscrito, Agustí queda tan impactado que las comparte en voz alta con sus compañeros. La novela se titula «Nada» y la firma una veinteañera desconocida, Carmen Laforet : «El mundo que envolvía era inédito. Nadie había hecho una radiografía de los años medio vacíos, medio angustiados, extrañísimos de la posguerra como Carmen Laforet», afirmará admirativamente. Joan Teixidor comparte su entusiasmo.
Comienza la cena en el Café Suizo: crema de alcachofas, lenguado y becada, con peras a la cardinal de postre. El jurado delibera en el altillo. De las veintiséis novelas presentadas , quedan tres candidatas: Laforet, Ruano y Álvarez Blázquez. En la cuarta votación, cae Ruano y en la quinta, la disyuntiva es Laforet o Álvarez Blázquez. Al final de la cena, con un brindis de espumoso Lacrima Bacus, «Nada» se proclama vencedora del Nadal , con los tres votos de Agustí, Teixidor y Vázquez Zamora. Aunque años después, Vergés se reivindicaría como el motor del premio, aquella noche no votó a Laforet; prefirió hacerlo, como Masoliver, por Álvarez Blázquez.
«¿Quién es esa señora Pastoret o Mistinguet o Espinet?», espetó González Ruano
El autor de «La terraza de los Palau» se sintió agraviado. A Ruano le dolió no ganar un premio que iba a sumar cinco mil pesetas a su maltrecha economía, pero lo que más le perjudicaba es que en el acta del Nadal apareciese su novela. Ruano había insistido, y contaba con la aquiescencia de Masoliver (secretario del jurado), que si no ganaba su nombre no constaría en acta.
Amistad
El veredicto pulverizará su amistad con Masoliver y Agustí. Acabada la velada literaria, el director de «Destino» retorna a Sitges y pide a Vázquez Zamora, buen conocedor de Ruano, que le acompañe. Toman el tren y llegan a primera hora del 7 de enero a la Blanca Subur. A mediodía comparecen en casa de Ruano. «¿Quién es esa señora Pastoret o Mistinguet o Espinet?», les espeta mordaz. Su conclusión es que en España los premios están para dárselos a los amigos . Agustí y Vázquez Zamora intentan consolarlo: «La terraza de los Palau» podría publicarse con algunos retoques que la mejoraran… La novela jamás verá la luz.
El Nadal era un premio diferente. Cumplía con su objetivo: vivificar la novela española , desvelar nuevos valores. Las 75 noches siguientes serán de Matute, Delibes, Gironella, Mur Oti, Romero, Sánchez Ferlosio, Martín Gaite, Cunqueiro, Fernández Santos, Umbral… 75 años de Reyes literarios .
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