Petros Márkaris: «Las redes sociales han rebajado el discurso político a la altura del betún»

El comisario Jaritos afronta su caso número doce en «Universidad para asesinos»

El escritor Petros Márkaris EFE
Sergi Doria

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«Para escribir una novela, antes debo enfadarme», advierte Petros Márkaris (Estambul, 1937). De esos enfados han surgido doce novelas –la trece ya va en camino– con el comisario Kostas Jaritos, un cronista de la Europa mediterránea del último cuarto de siglo. En «Universidad para asesinos» (Tusquets) Márkaris la emprende con un sistema académico degradado por quienes cambian las aulas por las poltronas políticas. «Muchos profesores piden la excedencia para ser ministros y la universidad no repone esas vacantes: eso provoca que los estudiantes se queden sin clases… No me parece de recibo dejar la Universidad y luego volver a ella con el mismo sueldo como si no hubiera pasado nada», explica.

El doble asesinato de dos profesores ministrables introduce al comisario en la burocracia de las puertas giratorias. «Esta novela me ha hecho muy feliz: la mitad del profesorado me odia, la otra mitad me adora», ironiza. El sistema griego, añade, está viciado y controlado por la generación de los años 70. Conocida como «la Politécnica» resistió a la dictadura militar y con la democracia copó la política, el sindicalismo y las cátedras. «En lugar de pensar en el futuro, se pasan la vida evocando su heroico pasado», acota Márkaris.

En esa autocomplacencia el escritor halla las raíces profundas de la actual crisis griega y la visión endogámica de muchos estudiantes que utilizan la universidad como un mero ascensor político. Acostumbran a ser los protagonistas de las huelgas : «Montar pollos en la Universidad es una forma de carrera», observa mordaz y pone un ejemplo: «Además de novelista, soy traductor. Cuando vertí al griego el Fausto de Goethe me pidieron un curso sobre esa traducción. Comencé con ochenta inscritos y acabé con ochocientos. ¡Muchos estudiantes tienen ansia de saber! Yo no soy académico… ¡pero hago el trabajo de unos académicos que hacen el trabajo de los políticos!».

Después de las elecciones europeas y con la vista puesta en las generales griegas del 7 de julio, Márkaris subraya que el Gobierno de Tsipras «ha cometido errores garrafales», lo que ha cambiado el sentido del voto popular hacia el centroderecha de Nueva Democracia: «En vez de sacar al país de la crisis, pretendieron cambiar la Unión Europea desde un país pequeño y endeudado hasta las cejas ». Aunque se considera «supereuropeo», entiende que el voto de la desesperación haya llevado al poder a Salvini en Italia o a Marine Le Pen en Francia: «Una persona desesperada no puede pensar con claridad», apostilla.

Eruditos e intelectuales

Además de los círculos viciosos del clientelismo académico, Jaritas indaga en los vicios digitales de los asesinados. Las redes sociales , abunda Márkaris, propagaron las mentiras del Brexit : «Han rebajado el discurso político a la altura del betún». Un discurso que se limita a encadenar agresivas sentencias tuiteras . «Los eruditos ya no existen, solo existen los intelectuales», hace decir a uno de sus personajes. ¿La diferencia entre erudito e intelectual? «Los primeros son gente de biblioteca, de estudio y trabajo científico . Los segundos son especialistas en todo y expertos en nada. Los eruditos tienen conocimientos, los intelectuales tienen opiniones y les gusta publicitarlas a la menor oportunidad».

Frente a la inanidad académico-política, lo único que le queda a Márkaris-Jaritos es la comida. La pesadez de un buen yantar es más soportable que la pesadez de la existencia. La crisis económica aguzó el ingenio de los grandes chefs de Grecia , explica: «Cuando mi editor, que es de la generación setentera de la Politécnica, empieza con sus batallitas le digo que se calle. Ahora ha contratado a un cocinero de su misma quinta… Es de agradecer que en lugar de cocinar política nos cocine alimentos», concluye.

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