La obra erótica que Cela quiso borrar de su biografía

Poco antes de ganar el premio Nobel, el escritor publicó, con el artista Borja de Pedro, un libro del que terminó renegando

Un fragmento del texto erótico de Cela que forma parte de la obra «Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre» FABIÁN SIMÓN

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En junio de 1977, Camilo José Cela (1916-2002) le confesaba a Juan Bonet el secreto de la «felicidad» de su vida marital con Rosario Conde : «Mi matrimonio viene durando perfectamente bien desde 1944, y te diré la razón: fue un matrimonio de conveniencia, como deben ser todos los matrimonios». Aquella «conveniencia» se prolongaría apenas diez años más. En concreto, hasta que el escritor conoció a la periodista Marina Castaño , con la que terminaría casándose, tras divorciarse de Conde y conseguir la nulidad matrimonial.

Fue Fernando Arenas, librero emblemático de La Coruña y amigo personal de Cela, quien medió para que la pareja se conociera. Según recuerda una fuente cercana a Arenas, la entonces joven periodista trabajaba a finales de los 80 como interina en RNE en La Coruña. Castaño le pidió a Arenas que le consiguiera una entrevista con Cela y el librero logró convencer al escritor. El encuentro tuvo lugar en la suite de un famoso hotel coruñés, y la misma fuente recuerda cómo se acordó que la charla durara una hora, pero terminaron siendo cuatro. Poco tiempo después, Cela emprendió un viaje de varios meses por Estados Unidos para ofrecer una serie de conferencias en distintas universidades. Pero, según esa fuente, aquel viaje no lo hizo solo. Le acompañó Castaño, en calidad de «secretaria».

Ya de vuelta a España, Cela llamó un día al artista Borja de Pedro (Zaragoza, 1945), al que había conocido en 1975 en Barcelona. Nacido en el seno de una familia acomodada de Zaragoza, De Pedro siempre quiso ser artista, como su hermano (el pintor Javier de Pedro Izuzquiza , fallecido hace dos años), pero su padre puso como condición que estudiara arquitectura. Se trasladó a Barcelona, donde se licenció como aparejador y en la Ciudad Condal entró en contacto con la Gauche Divine , de la que terminó formando parte. Entabló amistad con Terenci Moix, Carlos Barral (con él hizo el libro «Diez poemas para el nieto Malcolm»), Esther Tusquets ... A través de ésta llegó a Cela, con el que se reunió, por primera vez, en el hotel Colón de Barcelona. De Pedro y el escritor congeniaron y comenzaron a colaborar.

El escritor Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura ABC

El primer libro que editaron juntos fue «Danza de las gigantas amorosas» , un texto en prosa poética de Cela ilustrado con grabados de De Pedro del que sólo existe la edición del artista. «De pronto, un día, sonó el teléfono y era él, que me llamaba para decirme que había escrito un texto muy bestia», recuerda De Pedro, imitando la voz de Cela. Estamos en Añón de Moncayo (Zaragoza), donde el artista vive, desde hace años, en una casa humilde, alejado del mundanal ruido. De Pedro retoma el hilo y vuelve a poner el tono característico del escritor: «Me llamó y me dijo: “Es un texto muy bestia, que no se lo quiero dar a ningún editor. Entonces, si te parece bien, lo puedes imprimir tú. No te asustes, yo te mando una copia, pero no te asustes”». «Sí, claro que sí, es muy halagador», le dijo el artista. «Fíjese, un texto inédito de Cela , justo antes de que le dieran el Nobel. Fue un fallo no conservar el manuscrito mecanografiado. Dónde estará, dónde estará...».

Un año de trabajo

Tras las advertencias de Cela, el artista recibió el texto y comprobó que, efectivamente, «era muy bestia». «Me llegó una copia mecanografiada. Lo leí, vi que era mucho trabajo, pero que podía salir una cosa bien. Cuando le mandé las primeras pruebas de los grabados le encantaron, unos elogios… La gente estaba acostumbrada a que Cela era un poco bestia. La historia surgió de él, de una manera espontánea. El resultado final le pareció magnífico». Tras un año largo de intenso trabajo, con jornadas diarias de quince horas (el texto no es tipografía, sino otro grabado en el que imita la caligrafía del escritor, que él define como «una especie de gótico cursivo»), De Pedro terminó el encargo e imprimió en su taller de Barcelona «Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre» .

La firma destacada de Cela, en la primera hoja de la obra FABIÁN SIMÓN

El artista asumió todos los gastos de aquella única edición («Él no ponía un duro, era bastante rácano»), de doscientos ejemplares numerados de los que cien serían para él (los pares) y cien para Cela (los impares). En una breve información, recogida en las páginas de ABC el 21 de febrero de 1990, se da cuenta de la próxima publicación, por parte de Cela, del libro «Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre», «una obra de carácter erótico , realizada con aguafuertes del artista aragonés Borja de Pedro y cuyos ejemplares costarán 350.000 pesetas».

Un fragmento del texto de Cela ABC

Por el texto, escrito en prosa poética, sin signos de puntuación y con un ritmo absorbente, desfilan todo tipo de acciones de alto contenido sexual , acompañadas, en muchos casos, de insultos y descripciones violentas: voyeurismo, sexo oral, felaciones, tríos... Leonardo Romero Tobar , catedrático de Literatura Española en la Universidad de Zaragoza, lo valoró en su día como «muy bueno, Cela en estado puro». De Pedro va más lejos y asegura que «será de los textos mejores de Cela». «Lo presentamos, con su presencia, en Barcelona, en una especie de galería de arte y todo fue muy bien. Hubo los primeros pedidos, pero a Marina no le pareció bien darlo a conocer, porque le parecía que la gente la iba a identificar con el personaje femenino del texto, lo cual es fácil, porque un viejecito que va con una más joven y escribe un texto pornográfico , pues se presta…».

A las reticencias personales de Castaño se sumó la concesión del Nobel a Cela, un reconocimiento que casaba mal con una obra de esas características. «Ella no quiso darlo a conocer. No le gustaba e hizo todo para que él no viniera más a ninguna presentación pública, lo cual a mí me perjudicaba. Se lo dije y nos distanciamos bastante, así que no le entregué los cincuenta ejemplares que me quedaban. A él le pareció muy mal, y protestó». En ese punto del relato, las versiones son contradictorias. Una persona del entorno de De Pedro asegura que recibieron, en aquellos días, una llamada de teléfono en la que un representante de la Fundación Cela pedía que el artista les entregara todos sus ejemplares para destruirlos y que «ese libro simplemente no hubiera existido», a lo que éste se negó, ofreciéndoles la posibilidad de vendérselos, «con un buen descuento». El «emisario» dijo que no y «ahí se acabó la historia».

Borja de Pedro, con un ejemplar de la obra, en su casa de Añón del Moncayo I. MARTÍN RODRIGO

«Doña Marina, que ya ejerce una gran influencia sobre el marido, logra que se destruyan sus ejemplares. En público, más de una vez, Cela reniega de ese libro, hasta decir que no es suyo, y consigue que en sus biografías de la época no aparezca», recuerda esa misma fuente. Un extremo, este último, que De Pedro confirma: «Él quiso borrarlo totalmente del mapa, como si no existiera, sobre todo a partir del Nobel. Marina le influyó, y que le dieran el Nobel también, porque no quería polémicas, y este es un texto polémico».

Fin de la amistad

Y así terminó la cosa, con dos amigos «distanciados y enfadados», hasta que el Nobel murió. Expertos bibliófilos valoran hoy en 2.340 euros la obra, de la que el artista conserva «unos cuarenta ejemplares» para su venta, además de los tres que hay disponibles en la Librería Pons de Zaragoza . El único rastro oficial del libro está en la base de datos de la Biblioteca Nacional y en el catálogo de Rebiun, la red de bibliotecas de las universidades españolas, que especifica que hay una copia en la Biblioteca de Cataluña y otra en la Universidad de Oviedo.

«Me dio pena que nuestra relación se rompiera, yo me siento un poco culpable... Ellos no querían que la obra sobreviviera. Fueron retirándola y escondiéndola, pero algunos sí la nombran. Si algunos ejemplares fueron destruidos, le da más valor a los que se conservan. Está bien, porque quedará como una especie de secreto, de misterio». Hasta ahora.

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