El Nuevo Periodismo que iluminó la Segunda República
El periodista Sergi Doria compila en «Un país en crisis» crónicas de los años treinta
![Reproducción del articulo de Juan Ferragut que inspiró el poema de Lorca](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2018/11/24/jferragut1-001-k9vG--1248x698@abc.jpg)
«Esto sí que es el Nuevo Periodismo, no el de los años sesenta», sentencia el periodista, escritor y colaborador de ABC Sergi Doria mientras repasa una vez más ese índice en el que se amontonan los nombres de Ignacio Carral, Gaziel, Josep Pla, Juan Ferragut, César González-Ruano o Josefina Carabias. Así que, ya saben: ni Truman Capote, ni Günter Wallraff ni mucho menos Tom Wolfe. ¿Nuevo periodismo, dicen? «Entre mis compañeros de miseria me hallo en condición manifiesta de inferioridad, algo así como Tarzán de los Monos en los primeros años de su vida, tan débil, tan torpe, tan ignorante, tan desarmado en la lucha por la vida, inferior en todo, a cualquier animal de la selva», escribe desde «la cola de los hambrientos» y tras unas semana acudiendo de incógnito a desolados comedores sociales Magda Donato, pseudónimo con el que Carmen María Nelken firmaba sus textos para «El Imparcial», «La Tribuna» o «Ahora»: ¿La fecha? 4 de marzo de 1934. Más de treinta años de que Truman Capote empezase a moldear la realidad para encajarla en las páginas de «A sangre fría».
Periodismo de infiltración
«Se da por bueno que el Nuevo Periodismo empieza en Estados Unidos en los años sesenta, pero no, el Nuevo Periodismo empieza en los años veinte con Albert Londres. ¿El periodismo de infiltración? No lo inventó Günter Wallraf, sino Ignacio Carral, que era de Segovia. O Carlos Sentís. Josefina Carabias, por ejemplo, estuvo en 1934 ocho días en el Palace haciéndose pasar por camarera para explica el día de las chicas que trabajan en los hoteles», señala Doria, quien se ha encargado de recopilar y documentar en «Un país en crisis. Crónicas españolas de los años 30» (Edhasa) algunos de los mejores ejemplos de aquel periodismo que retrató e iluminó la «intrahistoria» de la Segunda República.
Hablamos, claro, de Ignacio Agustí, Carles Sentís, Agustín de Foxà o Ramón J. Sender, sí, pero también de Irene Polo, Gabriel Trillas Blázquez, Francisco Madrid, Paulino Masip o Braulio Solsona. Nombres que pusieron a prueba las costuras del periodismo y sentaron en parte las bases de lo que hoy entendemos como crónica. «Antes ya se hacían crónicas, sí, pero lo que tenemos aquí es una nueva generación de periodistas que ha crecido con la radio y cuya aparición está aparejada a la revolución de la Leica. Aparece también la figura del fotoperiodista, y de su trabajo con el reportero nacen los reportajes modernos, con imágenes y con texto», explica Doria.
![Periodismo de «infiltración» de Josefina Carabia](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2018/11/24/jcarabias1-001-kDZC-U3016473100050fD-510x600@abc.jpg)
Languidece, pues, el periodismo decorativo y los semanarios gráficos se convierten en base de operaciones de los Pla y los Gaziel y las Polo y las Carabias. Periodistas que, como apunta Doria, compartían algo más que una inquietud a la hora de informar. «Eran todos muy jóvenes, una generación de veinteañeros», destaca. Ahí está, por ejemplo, la maravillosa pieza que con apenas 21 años escribió Irene Polo a partir de su entrevista a Buster Keaton en un Rolls azul de 90 caballos que viajaba de Barcelona a Sitges. O el encuentro con los «gitanos errantes» que a la misma edad relató Rosa Maria Arquimbau en «Los gitanos de Barcelona se quejan de la crisis y de la competencia».
La verdad y la guerra
Con su veintena larga de crónicas recorriendo lo mismo el Barrio Chino de Barcelona que la «desgraciada comarca» de Las Hurdes, «Un país en crisis» omite deliberadamente las piezas relativas a la Guerra Civil -«la principal víctima de toda guerra es la verdad», asegura Doria-, pero en su recorrido por «la creativa y cruel» década de los años treinta no escatima momentos de alto calado histórico como la fallida proclamación del Estado Catalán de Companys, la revolución de los mineros asturianos o la masacre de de Casas Viejas de 1933.
«El miedo y el dolor en todo el costado de la colina que ocupaban las chozas de los jornaleros mantuvieron a la aldea durante todo el día en silencio absoluto. Todo el pueblo -incluso las casas de los terratenientes- aparecía callado, concentrado. Había veintidós muertos abandonados», escribió entonces Ramon J. Sender burlando el «apagón informativo» del gobierno Azaña.
«No se entendería al Sender novelista sin lo que vivió como periodista », destaca a modo de ejemplo un Doria que, más allá de nombres consagrados como los de Camba, Chaves Nogales o Assía, ha preferido centrarse en aquellos a quienes el tiempo trató con peor fortuna. O, ya puestos, en rescatar piezas de calado como «La última noche de Sánchez Mejía en el Sanatorio», crónica de 1934 de Juan Ferragut que inspiró el célebre poema de Lorca.