La música que puso a bailar a los planetas y viajó hasta Casablanca
Andrés Amorós, crítico taurino de ABC, recorre más de 500 composiciones de cine en el libro «Tócala otra vez, Sam»

Hasta que Stanley Kubrick decidió poner a los planetas a bailar a ritmo de vals, nadie era capaz de imaginar que «El Danubio Azul» , una obra del siglo XIX, podía funcionar como banda sonora de una película futurista como «2001: Una odisea del espacio» . Pero los golpes de genio son así, y hoy no hay película espacial en la que no suenen las composiciones de Johann Strauss .
De cómo las artes del cine y la música se multiplican cuando se encuentran en un equilibrio perfecto escribe Andrés Amorós en «Tócala otra vez, Sam» (Fórcola), un profundo, didáctico y ameno análisis que recorre hasta 500 referencias de cineastas, compositores, géneros y películas. «No es un estudio para profesionales, es para un lector que, como yo, ama el cine y la música, y que cuando ve una gran película se enamora», reflexiona el escritor, crítico taurino de ABC.
Pero no es que hayan sonado las trompetas del cambio de tercio para el cronista. Amorós ya publicó en 2018 «La vuelta al mundo en 80 músicas» (La esfera de los libros). «Soy un modesto profesor y escritor, lo que pasa es que me gustan muchas cosas: el teatro, la novela, el cine, los toros... Pienso que la vida tiene cosas duras, desagradables, y hay que procurar disfrutar de las cosas buenas, y eso es el arte. Y si nos ayuda a olvidar la actual política española, pues mejor», indica.
Enamorado de las anécdotas, Amorós recoge un buen puñado de breves historias que harán las delicias de los cinéfilos. Como esa de John Ford , un director que aborrecía la música porque no entendía que a un vaquero solo en el desierto, cubierto de polvo y con la ropa hecha jirones lo acompañara la orquesta de Filadelfia.
«Tócala otra vez, Sam» está estructurado en tres partes y un personalísimo preludio en forma de prólogo. En la primera, Amorós se extiende en el estudio de diez grandes directores –de Ford a Eisenstein, de Wilder a Welles...– con textos de hasta 50 páginas. «Lo lógico hubiera sido estudiar los capítulos por compositores, como Max Steiner, Dimitri Tiomkin o Nico Fidenco, pero si digo “la música de las películas de Fellini, de Orson Welles...”, la gente lo entiende más fácil. Además, estos grandes directores tienen una sensibilidad especial», explica el autor.
«Matrimonios perfectos»
Y aquí se detiene para hablar de lo que llama «matrimonios perfectos». «Hay dos casos clarísimos de estas parejas perfectas: Nino Rota con Federico Fellini y Ennio Morricone con Sergio Leone . Se entendían perfectamente. A veces Rota improvisaba la melodía solo con saber la historia, y Morricone hacía la música antes de rodar la escena para que Leone les pusiera la música a los actores y entraran en faena», desgrana.
En la segunda parte del ensayo se adentra en veinte títulos del Oeste, y en la tercera recorre 25 grandes historias de amor. «Quería tratar los grandes temas del cine», sentencia Amorós, que detiene el repaso en 2015 con «La juventud», de Sorrentino. El título anterior en la lista del libro es «Los puentes de Madison» , de 1995. Ese «hueco» de 20 años lo despacha el autor en su defensa de los clásicos. «Ahora hay grandes músicos en el cine, pero yo me he centrado en los clásicos. Si ponen por la tele “ Casablanca ” y alguien no la ha visto, muy burro tiene que ser para que no le guste, aunque no se diga la famosa frase que da título al libro. El cine de hoy está muy bien, pero abusa de los efectos especiales y pierde la humanidad de los personajes. Por eso me gusta Clint Eastwood , el último clásico».
Entre anécdotas y clases magistrales, Amorós elige «Barry Lyndon» , de Kubrick, como el filme en el que música e imagen mejor encajan. Una verdadera odisea para el obsesivo cineasta, que se escuchó toda la música grabada del siglo XVIII antes de rodar