Laetitia Colombani: «No concibo el feminismo como una guerra contra los hombres»

Tras el éxito mundial de su primera novela, «La trenza», la escritora y cineasta francesa recupera la historia de Blanche Peyron, figura clave del activismo galo del siglo XX, en su nuevo libro, «Las vencedoras»

La escritora y cineasta francesa Laetitia Colombani, fotografiada poco antes de la entrevista en Madrid ERNESTO AGUDO

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La Historia tiene una memoria muy frágil. O, tal vez, selectiva. Sólo así se explica que, con el transcurrir de los siglos, haya permanecido oculta toda una genealogía de grandes mujeres que en los más diversos campos, de las artes al deporte, lograron tanto o más que sus colegas masculinos. Por fortuna, en los últimos años y desde todos los ámbitos culturales, se está haciendo un esfuerzo por recuperarlas, por devolverles esa voz que un día, quién sabe porqué, fue silenciada. Ejemplos hay muchos, y algunos de ellos se concentran en esta semana, que culminará con la celebración del Día Internacional de la Mujer . Pero sólo algunos merecen realmente la pena y, por tanto, nuestra atención. Es el caso de la última novela de Laetitia Colombani (Burdeos, 1976), titulada, con toda la intención del mundo, «Las vencedoras» (Salamandra).

En ella, la escritora y cineasta francesa , que logró un inesperado éxito mundial con su primer libro, «La trenza» (ella misma está dirigiendo su adaptación al cine en Francia), recupera la historia de Blanche Peyron (1867-1933). Figura clave del activismo galo de principios del siglo XX, fue comandante del Ejército de Salvación y puso en marcha un centro de acogida para las indigentes en el llamado Palacio de la Mujer , edificio que hoy conserva su monumentalidad en el distrito XI de París. En el libro, que se lee con el mismo placer con el que se disfruta un filme en pantalla grande, Colombani la pone a dialogar, literariamente, con Solène, una abogada de nuestros estresantes días que empieza a trabajar como voluntaria en el mencionado Palacio tras un fracaso sentimental.

¿De dónde surge la historia de «Las vencedoras», por qué decidió escribir esta novela?

Mientras escribía «La trenza», hace años, descubrí, por casualidad, el Palacio de la Mujer, que está en un barrio de París que conozco poco. Tenía una cita profesional ese día, me perdí y descubrí ese gigantesco edificio cuyo nombre me intrigó.

¿Y no lo conocía?

No, para nada. Me pregunté qué era, hice una pequeña búsqueda y descubrí que lo gestionaba el Ejército de Salvación, y que era uno de los mayores centros de acogida de mujeres de toda Europa. Eso me llevó a querer saber más y pensé que allí había un libro que me permitiría hablar de las mujeres a través de un lugar tan particular.

Imagino que tirando de ese hilo, indagando en el origen del Palacio de la Mujer, se topó con la figura de Blanche Peyron. ¿La conocía antes o también la descubrió en ese momento?

No la conocía, nunca había oído hablar de ella. Mientras estaba haciendo la investigación sobre el Palacio, me enteré de que ella había empezado ese movimiento, que era su proyecto construir un centro de acogida especialmente para las mujeres. Me impresionó ver a una mujer peleando por otras mujeres. Lo sorprendente fue lo difícil que fue encontrar información sobre ella, fue muy difícil acceder a documentos, porque fue totalmente borrada.

Pero, ¿por qué?

Supongo que porque es una mujer. Se pueden encontrar cosas sobre su marido, pero no de ella…

Es increíble.

Sí, lo es, pero por lo menos desde que la novela se ha publicado se habla más de ella y ¡por fin tiene página en Wikipedia!

¿Por qué decidió ponerla a dialogar a con Solène, por qué planteó ese diálogo en el tiempo entre dos mujeres separadas por un siglo?

Cuando reflexioné sobre la construcción de la novela, al principio me imaginé tres historias: quería entrelazar la historia de una mujer del siglo XIX, del XX y del XXI.

Como en su primera novela, «La trenza».

Sí, efectivamente. Pero, entretanto, apareció «La trenza» y la editora me dijo que no podía repetir la misma estructura. Pero yo quería mostrar la evolución de la condición de la mujer a través de esos siglos. Por eso decidí centrar mi esfuerzo en la historia de Blanche Peyron y en la de Solène. Me parecía importante establecer un paralelismo entre las dos épocas para mostrar que las mujeres de hoy se benefician del combate de las mujeres del pasado. Otras pelearon por nosotras y nosotras peleamos por las mujeres del mañana.

De hecho, una de las cuestiones que quería plantearle es si es tarea nuestra, de las creadoras, recuperar la voz de nuestras predecesoras, de toda esa genealogía de grandes mujeres que tanto lucharon por nosotras.

Personalmente, mi deseo es rendir homenaje a esas mujeres. Y creo que la historia de la condición femenina se construye gracias a las mujeres y a los hombres que convergen para cambiar la sociedad.

Gracias a la historia de Solène nos damos cuenta de que han cambiado muchas cosas, pero quedan muchas otras por cambiar. Ella, con su labor de voluntariado, se da cuenta de que una mujer en riesgo de exclusión es mucho más frágil, más débil, más vulnerable que un hombre.

Sí, es así, y es algo de lo que yo no había sido consciente hasta que empecé a trabajar en el libro. Había leído, había oído testimonios de mujeres que viven en la calle, pero no tenía la conciencia de la violencia a la que son sometidas, de que las mujeres son presas realmente cuando viven en la calle: son agredidas, son violadas, son maltratadas… Y eso es algo que realmente me impactó tremendamente, me conmovió. Tampoco sabía que las mujeres son las primeras víctimas de la precariedad. Hoy hay cada vez más divorcios, separaciones, y las mujeres se encuentran solas con sus hijos. En Francia, más del 80% de las familias monoparentales tienen una madre a la cabeza, y hay mujeres que no comen para dar de comer a sus hijos. Esa realidad yo no la conocía.

Y no es sólo la violencia que las mujeres sufren en la calle, sino en sus propias casas. ¿La sociedad está lo suficientemente concienciada de esta realidad?

No, realmente creo que hay un auténtico problema y que es muy importante poner el foco en esa plaga que es la violencia machista. En Francia, una mujer muere por maltrato cada dos o tres días, y lo que es terrible es que esa cifra no disminuye y nadie habla de ello. Cuando hay un atentado, por ejemplo, y hay 100 o 150 muertos, evidentemente es un hecho dramático que sale en todas las portadas; si esas mujeres muriesen todas juntas sería un drama inaceptable, pero es un goteo y nadie le presta la suficiente atención. Es un tema de salud pública que concierne a los Gobiernos. Creo que en España hay más conciencia que en Francia.

No lo sé, no estoy segura, la verdad… Y, además, el consenso político sobre el tema se ha roto, porque hay un partido de extrema derecha que se niega a llamarlo violencia machista.

No llamar a las cosas por su nombre es una forma de violencia también. En Francia hay una iniciativa de grupos de mujeres que con cada muerte, con cada feminicidio, escribe en los muros de París su nombre, su edad y la forma en que fue asesinada. Esta iniciativa la han retomado muchas ciudades de provincias y en Bélgica también; ese grupo de mujeres quiere visibilizar los feminicidios para que se hable de ellos, para que se actúe, y es una iniciativa que me parece muy saludable.

No está relacionada una cosa con la otra, pero sí me gustaría saber qué opina de la polémica que este año ha rodeado a los premios César a cuenta de Roman Polanski.

Efectivamente, hubo una gran polémica y la ceremonia estuvo bastante marcada por esta cuestión. Personalmente, yo soy votante en los César y no voté por Polanski. Polanski es uno de los mejores cineastas del mundo, en eso estamos de acuerdo; pero prefiero darle el premio a otro director.

¿Por qué?

Porque creo que hay que dejar de recompensar a los directores, a los artistas, a los autores cuyos actos son despreciables. El movimiento que empezó con el #MeToo dice: «No, basta de aceptar y de sufrir lo que hemos sufrido durante siglos».

¿Cree que es posible separar a la persona de su obra?

Sí y no. Es posible separar al autor de la obra en el sentido en el que creo que Polanski es un gran artista y un grandísimo cineasta, que ha hecho películas muy importantes. De hecho, su último filme, «El oficial y el espía», es muy importante, porque habla en concreto del antisemitismo, que es otra plaga que vuelve con fuerza en Francia, lo cual es muy inquietante. Y me hubiese gustado que se hablase del antisemitismo para referirse a esta película, pero todo el mundo ha hablado sólo de Polanski. Así que sí, creo que es posible separar una película de su director o directora. El problema de los César es que se concedía el premio al director, no a la mejor película, y por eso fui de la opinión de no darle esa recompensa. La verdad es que el desenlace de la gala me sorprendió mucho.

Como lectora, yo percibo «Las vencedoras» como una novela de denuncia, pero no sé si ese era, también, su objetivo como autora.

Sí, efectivamente, quería mostrar cuál es la situación de las mujeres en la precariedad de nuestras sociedades. En mis novelas intento no establecer un juicio de valor, pero sí mostrar cosas que son visibles y otras que son muy invisibles. Cuando hablo de lo que viven las mujeres en la calle es algo que no vemos, pero que existe, y para mí es importante mostrarlo, dejar constancia de una cierta realidad.

Ha aludido a la invisibilidad de esas mujeres que están en la calle. No sé en Francia, pero en España figuras como la de Blanche Peyron han pasado desapercibidas por completo, han sido ignoradas por la historia.

Sí, hay muchas mujeres que han sido borradas en todos los ámbitos, en la ciencia, en el deporte, en la cultura… Hace poco leí un libro formidable que cuenta la historia de la mujer que descubrió el gen sobrante en la trisomía 21, pero el logro se lo atribuyó un colega masculino. Ese libro aparece ahora para reivindicarla. Ese tipo de empresas literarias son loables, porque devuelven un poco de luz y de honor a esas mujeres que fueron maltratadas por la historia.

En esta novela, como en «La trenza», el feminismo está en el centro de la historia. ¿Qué significa para usted ser feminista hoy en día?

Para mí, ser feminista es estar a favor de mayor igualdad y mayor justicia. No concibo el feminismo como una guerra contra los hombres, ese es un feminismo arcaico. Me sorprendió saber que en Argentina hubo una manifestación a favor del derecho al aborto y que a los hombres se les prohibió manifestarse. Para mí es muy importante que hombres y mujeres se manifiesten juntos. Recientemente estuve en una manifestación en París contra la violencia de género, y fui con mi marido y con mi hija, y había muchos hombres y muchas familias. El combate es un combate colectivo por nuestras hijas y por todas las mujeres del futuro. No veo el feminismo como una guerra, en todo caso que es una guerra contra los prejuicios, para la evolución de las sociedades y por una mayor justicia.

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