Julián Génisson: «El sobreanálisis, la razón sin correa, es el terror máximo»

El cineasta lanza «Cerebroleso», un libro que define así: «Cuentos de risa como cuando te das un golpe suave en la cabeza y te ríes»

Julián Génisson ABC
Javier Villuendas

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Desde el Elíseo de las deslumbrantes ideas insólitas, Julián Génisson (Madrid, 1982) retransmite como enviado especial para todos nosotros. Hace unos días se quejaba: «Llevó un año tuiteando como si estuviera secuestrado y nadie ha dicho nada». Acaba de sacar la obra « Cerebroleso » (Libros Walden), que es un conjunto de relatos de humor surrealista con paralíticos surf, barefooters (fans del mundo descalzo), largos sexos que sobresalen escarchados desde muñecos de nieve o fiestas sorpresa que pinchan estrepitosamente.

Con dejes becketianos, kafkianos, lanthimosianos y más anos de postín, Génnison esgrime, a la vez, un armazón imaginativo original y propio en el que se reconoce también al cineasta que formara parte de Canódromo Abandonado , y que está, por cierto, rodando una nueva película muda llamada « Inmotep ».

¿Por qué en italiano «Cerebroleso»?

Es una palabra que me encontré porque sí, no sé si viendo una película, y significa que alguien tiene una lesión cerebral. Tengo debilidad por el italiano. También me gusta cuando descubres una palabra en un idioma que en el tuyo son varias, que tengan una palabra específica para algo que en tu idioma es más complicado de nombrar. Y luego creo que me hacía ilusión que apareciera mi nombre en un libro y debajo esta palabra que es un insulto. Por lo visto, es un insulto muy común. Y como varias historias tenían que ver con lesiones cerebrales pues tenía sentido.

Tu propio Twitter lo encabezas con una frase en italiano: «Un mondo felice come le Spice che ballano» (Un mundo feliz como las Spice que bailan).

Es el título de un cuento de Aldo Nove , que es un escritor que me gusta muchísimo. Me obsesioné de muy pequeño con cierto tipo de cine italiano y ahí empezó todo. Y luego fui descubriendo más literatura. Aldo Nove es una gran referencia, desde muy pequeñito. En los 90 le publicaron estos libros y estaban a la venta en los kioskos, como muy a mano. Me compré « Superwoobinda » al azar sin saber nada, y fue muy importante. Lo redescubrí hace poco y por eso lo puse en Twitter. Me gusta mucho esa frase.

Defines tu libro como: «Cuentos de risa como cuando te das un golpe suave en la cabeza y te ríes». Pero no son tan ligeros como aparenta esa frase y te ríes pero agobian.

Me gusta cuando una sinopsis, contada rápidamente, te parece algo gracioso pero luego te metes a leerlo y es un poco deprimente, triste y aterrador. No es algo que haya buscado pero es lo que me sale por temperamento. Intentar reírme y, luego sobre la marcha, llega el congelamiento de sonrisa. Es una imagen horrible pero supongo que es el tipo de tono que me interesa. No sé si lo he conseguido pero ojalá.

En un cuento hay un correo de rechazo de un editor. ¿Es real?

Es todo cierto, pero no quise de dar detalles de la persona que me lo escribió. La intención no es meterme con nadie, ni siquiera le conozco en persona y no aportaba nada. Hay una especie de afán justiciero, rencoroso, «joder me parece muy hiriente eso que has escrito sin conocerme»... Y, en parte, comparto un poco la acusación de no considerarme dentro del todo de lo literario. No ya porque sea mi primer libro sino, en general, porque no me siento cómodo, no me imagino estando en la etiqueta de «escritor de literatura». En parte es un poco para cubrirme las espaldas para que nadie me acuse de ser un escritor. La prueba es: «Mira, esta persona no lo consideró». No hay por qué ponerse hiriente pero, al fin y al cabo, tenía un poco de razón esta persona. Y me gustaba cerrar así para cortar esta especie de triunfalismo de cuando terminas un libro. «Ya está. Todo está bien ahora, ya puedo descansar». Pues no. Me gustaba que hubiera un pequeño elemento para deshinchar ese entusiasmo.

Rehuyes la etiqueta de escritor.

Son esas palabras que cuando te las aplicas a ti mismo suenan como muy arrogantes. Si tengo que darme de alta para los royalities del libro tendré que decir que soy escritor. A efectos tributarios. Pero lo que es sentirse, no sé. Sin embargo, es una vocación que he tenido desde siempre. Supongo que es el síndrome de impostor, lo tengo en todos los aspectos de mi carrera así que por qué hacer un excepción con esto. Es lo típico de que la primera cosa que haces siempre va a estar mal así que te cubres las espaldas con un «tampoco me fío yo del todo».

¿Es cierto también que te agobias al escribir la forma de determinadas mayúsculas o «según qué signos de puntuación detrás de según qué letras»?

Totalmente cierto. Me gustaría que no lo fuese... Es muy difícil trabajar. Es TOC, diagnosticado real. No sé si en el resultado se nota mucho pero hay claramente un intento de que las palabras no acaben con ciertas letras por esta cosa que es puramente psicológica. Es cierto, tristemente.

Vaya tortura.

Sí. Pero no en el sentido de escritor atormentado sino en el sentido del que limpia si tiene TOC de limpieza. Lo haces, sabes que lo tienes que hacer, es más difícil de lo que podía ser… No es ningún drama. Tortura pero sin el halo de romanticismo heroico.

«Lo moderno no cambia porque está en el pasado», escribes.

Estaba pensando en esta idea que está de moda, esto de Mark Fisher de cancelación futura, de que todas las promesas de un futuro en el que tu dirías todo iría bien se nos dieron antes y ese futuro ya no existe. Ahora mismo si te quieres proyectar en el futuro tienes que pensar en vanguardias pasadas. Si quieres algo futurista tienes que ver una peli antigua o escuchar un disco antiguo. Y todas las figuras futuras que se nos proponen ahora son como volver a un pasado primitivo, una destrucción del mundo o directamente a la aniquilación como horizontes de posibilidades nuevas. En ese sentido, la modernidad, la cosa futura deseable, es como un impulso que ya fracasó y que renunciamos a aspirar a ello. Realmente, no aparecen en el cuento para nada este tipo de planteamientos. No sé bien qué es una vanguardia, no tengo ningún tipo de olfato para detectar cosas nuevas, siempre llego tarde a todo. Y, en general, me cuesta asimilar y digerir las cosas así que soy muy malo detectando lo vanguardista. Pero sí que me interesan estos fenómenos de temporalidades desnucadas. También es una cosa muy trillada, todo el mundo habla de esto.

Vuelvo al cuento «Correo rechazado», en el que te interrogas sobre por qué has escrito el libro. Y te autoacorralas al no dar una salida digna puesto que tan malo es tener «pulsión» para escribir como no tenerla. ¿Has hecho mal escribiendo este libro?

Sí, en general considero que está mal todo lo que hago. También por meterme con esta persona de cortar vocaciones de raíz, cuando en realidad, si te lo planteas, no hay ninguna manera de justificar por qué alguien se pone a escribir. Puede haber una justificación de dinero, en este caso evidentemente no. O de que toda tu vida has escrito desde niño pero que si te pones en la vida tarde a escribir pues tienes que justificarlo. En realidad, no creo que haya que hacerlo pero si te lo planteas no hay manera de explicar nada.

Es ridículo intentar contestarlo.

Igual que cuando en una entrevista se le pregunta a cualquier creador lo de «por qué se te ocurren las ideas», que son cosas que, realmente, como creador no le competen. Y siempre que sueltan una explicación es algo inventado claramente. A mí me interesa mucho racionalizarlo todo y buscar explicaciones, pero sinceramente no puedo contestar por qué me dio por escribir o publicar porque cualquier cosa que dijera sería mentira o algo promocional o algo que me parecere bello de explicar pero que no es la verdad. O quizá siempre hay esa cosa de publicar para quedar bien, para hacerte el interesante. Es triste la realidad, pero igual es lo más acercado a una explicación que puede haber del tema. No creo en los deberes como artista. También hay algo desinteresado. Como no tengo una explicación, mi respuesta fue tratar de desactivar la pregunta con esta doble atadura. Aunque, en realidad, sí estoy de acuerdo con esto y por eso lo dije.

Comentabas antes lo de la risa congelada, mezcla de miedo y risa. Ahí llegas a través del análisis extremo. ¿Es una manera de aligerar el terror de existir? O sea, si analizas bien la situación da miedo pero te echas unas risas.

Sí, es cierto eso. Y también hay una especie de vértigo en el análisis que puede llegar a ser más aterrador que el propio fenómeno que estás analizando. Es una cosa que me interesa mucho como espectador o lector, los fenómenos paranormales, las cosas aterradoras… pero lo que más me aterra es la sobreexplicación. O esto de dar rienda suelta al pensamiento sin ninguna referencia a ninguna realidad. Y cómo es posible ir muy lejos partiendo de un concepto sencillo y acabar pedaleando la abstración pura. Y ahí hay más terror que en cualquier aparición que te cruces. Más que como una herramienta para relativizar el terror, el sobreanálisis es el terror máximo. Creo, no sé. La razón así como sin correa.

Se suele comentar que el exceso de análisis lleva a la parálisis pero aquí hay un libro, ¿cómo lo analiza?

Quizá una cosa que sí sé de mí es que me cuesta mucho, no se me da nada bien, el análisis psicológico. Me cuesta crear personajes que no sean percheros en los que voy colgando rasgos muy incoherentes. Me cuesta crear personajes con los que pueda empatizar pero creo que algunas de estas reflexiones sí que son cosas muy relacionadas con cosas concretas de cuerpo. Creo que con eso se pueden crear, a lo mejor, idealmente, una especie de empatía no sé si intelectual pero sí planteamientos que la gente pueda compartir y hacer que se metan más. O sea, que sientan algo por los personajes. Igual es lo que intento, igual porque estudié filosofía tengo esta tendencia a que el nivel de exigencia de que cada cosa que se diga tiene que estar justificada y cuando hay un silencio alguien tiene que lanzar una pregunta porque sino es algo muy incómodo para todos. No sé qué busco.

El cuento del concurso de aguantar la respiración tiene ese aspecto filosófico y hasta cuántico.

Estudié filosofía y, técnicamente, fui profesor de filosofía durante unas horas. Pero renuncié inmediatamente porque no me veía siendo profesor. Lo abandoné unos años y de un tiempo a esta parte he vuelto a leer más y es algo que me interesa. Me interesa sabes esa cosa ridícula de gente en su vida cotidiana haciéndose preguntas filosóficas, me interesa más que la interrogación filosófica seguida, articulada. Formular como si fuera una situación universal la angustia del momento. Esa angustia de no sé: es que pienso en respirar, pienso mucho en eso dejar de respirar por olvidarme de respirar. Muchas teorías de filosofía son transcripciones de fenómenos físicos en términos que todo el mundo puede entender. No creo que tenga una buena vocación filosófica, en el sentido que no me interesa resolver los problemas, pero sí me interesa lanzar preguntas y darme cuenta de que cuantas más hagas menos se entienden. Es mi experiencia y no es muy representativa, no es muy buena.

En «Spiderman.srt» un personaje dice que lo que más miedo le da en el mundo es ser llevado en brazos y en «Surfganza» un paralítico es llevado debajo del brazo por un forzudo. ¿Estas cosas, y más que van apareciendo, son las que te dan miedo?

Sí, muchas, muchas. Lo de ser llevado en brazos es una imagen que tengo como de posibilidad del horror absoluto. El desvalimiento. Por supuesto si algún día me quedó totalmente discapacitado, y que me tengan que hacer las cosas, preferiría… Es algo que me aterra. Pero, en general, la figura de un adulto llevado en brazos y de que puedan hacer contigo lo que quieran y desautorizarte, esa cuestión infantilizante. Sí, son miedos míos enmascarados. Hay pequeñas fobias que están ahí personales pero no cuento nada que me haya pasado ni estoy hablando de nadie que conozca realmente. No hay nada autobiográfico por suerte.

También se describen varios sueños. ¿Te interesan más allá de artísticamente?

Me interesan los sueños y tengo mucha paciencia para escuchar sueños de la gente. Creo que hay mucha gente que lo detesta. Me encanta por este aspecto tan desesperante en los relatos de sueños, porque parece que justo lo más interesante es lo que eres incapaz de describir y organizar porque se queda pegada al sueño. En general, muchas ideas a lo largo de mi vida han venido de los sueños o la duermevela. Otra cosa es la interpretación de los sueños en sentido freudiano, eso ya no me interesa tanto. La vida pulsional de la persona tal como se interpretan los sueños es algo en lo que, quizá, no creo mucho. Me interesa justamente lo arbitrario e impersonal que tiene. Lo de proyectar deseos y frustraciones esa parte sí que no me la creo. El contenido bruto del sueño como algo que puede ser creativo, siempre cuando no intentes interpretarlo como recaditos del subconsciente. Eso sí que no.

Normalmente «recuerdo mucho peor el contenido de los libros que las circunstancias de lectura y en particular lo que estaba haciendo con el cuerpo». Pero queremos saber: ¿cuáles son tus autores favoritos?

Va cambiando, claro. Hasta hace nada lo más era Gombrowicz , no había nada mejor. Es de los autores que más me ha hecho ilusión descubrir. Últimamente estoy como más ecléctico y hago menos eso de leerme todo lo que haya escrito una persona. Y estoy intentando leer cosas contemporáneas. Últimamente una cosa que me ha gustado muchísimo es Mariana Enríquez . Son cuentos de terror y hacía muchísimo que no leía terror, en general, y tan bueno. Me ha dado otra vez por volver a leer terror que era como lo que me sale desde pequeño. Lo primero que leí, si no recuerdo mal, fue Lovecraft . Y es como que mi relación con la literatura viene de ahí. No es algo que haya analizado pero tiene esas descripciones de terrores que van más allá de las palabras como esa forma de ridiculizar el lenguaje a medida que vas describiendo a una criatura primitiva y repugnante... y el terror era más que el peligro físico, era la incapacidad de comprender, de no tener palabras para describir el horror. Por alguna razón fue lo primero que leí y me marcó. Estas son algunas de las cosas que me gustan. También leo filosofía pero con muy mala conciencia porque intento mantenerme al día pero hay mucha cosa.

¿Te hubiera gustado haberte lanzado antes a escribir?

Seguramente. Tardé mucho en animarme, pero creo que fue importante en mi trayectoria intelectual pasar por la comedia. E ir experimentando con ese tipo de ideas y desarrollos con tono humorístico. Porque tomármelo en serio desde el principio me habría hecho sentirme muy mal o muy poco autorizado. Tristemente fue inevitable que tardara en publicar porque tenía que pasar por una fase para asegurarme que valía para eso, y de ahí que estuviera muchos años. Hice monólogos, intentaba contar distintas cosas en los monólogos. Luego los vídeos y las películas, y eran como maneras de postergar el momento de ponerme a escribir. Es una cosa que quiero hacer desde siempre pero no me sentía autorizado o competente, no sé por qué.

¿Te haría ilusión tener haters?

Sí, claro, por supuesto. El primer hater está dentro del propio libro, el correo este. Tampoco tengo tanta importancia para tener gente que me odie. Igual algunos me odian. Sí, me haría ilusión leer cosas malas, por supuesto.

Cuando dices que «a algunos se les sube a la cabeza el fracaso», ¿estabas pensando en alguien?

No, en nadie en concreto. Todos conocemos a gente que disfruta con las perrerías de la vida y esta confirmación permanente de que todo va mal. Esta manera de blindarse ante tu incapacidad para hacer algo con tu vida ya que, de todas maneras, ha sido todo saboteado desde el principio. Hay gente así, yo antes, o a veces, creo que puedo llegar a ser así. Y, probablemente, termine siendo así. Como buscando una manera de justificar no hacer nada porque de todas maneras es imposible. Lo veo como una posibilidad bastante inminente, de hecho.

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