ENTREVISTA

Juan Gómez-Jurado: «He necesitado cometer muchos errores para poder escribir esta novela»

Nada más publicarse, su nuevo «thriller», titulado «Cicatriz», es número 1 en ventas

JESÚS GARCÍA CALERO

Tiene su gracia entrevistar a un joven novelista el día del «clásico», aunque ese adjetivo tan literario lo haya sustantivado el fútbol en España. Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) se encuentra en medio de la promoción de su última obra, «Cicatriz» (Ediciones B) , un «thriller» construido con precisión de relojero, lleno de sorpresas y en el que nada es exactamente lo que parece. Este autor escribe historias adictivas que han ganado lectores en cuarenta países, pensadas sin duda para un mercado internacional. Con la misma naturalidad se desayuna unas castizas porras en la cafetería de la populosa calle de la capital en la que nos hemos citado. Porque en España también vende mucho: «Cicatriz» ha sido número 1 de precompra en Amazon.es dos semanas antes de su publicación, y ayer ya era el libro más vendido de la semana en el Corte Inglés y Carrefour.

Historias entrecruzadas

La historia de esta novela de intriga lleva al lector desde el despacho de un gurú tecnológico (que proyecta la sombra de Steve Jobs ) a la guerra de Afganistán, pasando por rincones de una Ucrania violenta y boscosa y las calles (y callejones) de un Chicago que nunca se queda corto en sangre ni en ambición. Y luego está, claro, la cicatriz.

Sobre este punto, Gómez-Jurado, que acaba de terminar el desayuno, nos advierte: «¿Solo una cicatriz?» Porque está la visible, evidente, la que cruza el rostro de Irina, su protagonista, imposible de ocultar, imborrable como un tatuaje que le tiñe el alma bajo la piel. Bajo la capa epitelial la novela es también un catálogo de heridas y conflictos sin cerrar para Simon -pronunciado en inglés, genio informático con algo de sociópata - y el resto de personajes.

Las cicatrices son rastros de fractura. Y los lugares donde la realidad se quiebra suelen estar en sus novelas. ¿Son un tema que le gusta?

Yo no puedo escribir el mismo libro, porque me aburriría. Pero sí indagamos en zonas concretas del alma donde tú ves que hay problemas. Esos son los sitios donde rascamos. Si «El paciente» era una novela del amor de un padre por su hija y hasta dónde es capaz de llevarlo, en «Cicatriz» se trata de averiguar hasta dónde eres capaz de llegar en la búsqueda del amor. Que no es lo mismo. ¿Cuánto eres capaz de mentir, de engañar, de aceptar?

-¿La idea de la novela le vino mirando a una chica en el gimnasio?

-Sí. Volvía de Stevens Point, Winsconsin, donde había entrevistado a Patrick Rothfuss para ABC y llegaba caminando después de cenar a mi hotel en Chicago cuando vi desde un ventanal de un gimnasio a una chica pelirroja con las manos envueltas en vendas y sacudiendo con saña el saco de boxeo. Era muy tarde, no había nadie más, y no me quedé mucho tiempo mirando, pero me impresionó lo suficiente. La manera de golpear el saco y la ira que había en esos ojos no era normal. A esa chica le había pasado algo.

-Y empezó con esta historia...

-Digamos que me la inventé para llenar esa necesidad que me había generado verla. Por la noche en el hotel y después en el avión escribí las primeras páginas sobre este personaje. La historia empieza con ella y ella es la novela.

-¿El protagonista es ella o Simon?

-Toda la novela juega con ciertos engaños. Eso me divierte. El protagonista es Simon. El único personaje que dice la verdad es ella a sí misma, mientras miente todo el rato. En realidad es una antagonista, pero con mucho de protagonista.

-Le gusta hacer personajes malos. Póngase el gorro de cocinero y díganos los ingredientes...

-(Risas) Todos mis malos son diferentes. Hay malos como el de «Espía de Dios», cuya maldad viene de un dolor que se le infligió cuando era niño. El de «El paciente» es un psicópata puro, salido de una roca como un diamante ya tallado y pulido. El dolor del pasado, la violencia sufrida, el contexto en el que crecen son los ingredientes. Hasta cierto punto, eran inferiores en calidad literaria a los malos de «Cicatriz». Si se fija son gente mucho más real... Boris define la valía de su vida por lo que es capaz de conseguir.

-Implacable.

-Cuando no tienes escrúpulo alguno para lograr tu objetivo vital te conviertes en alguien excepcionalmente bueno en lo que haces. Le puede pasar al consejero delegado de un Banco, al secretario general de un partido político, al jefe de recursos humanos de una gran multinacional o al jefe de la mafia rusa. Todos tienen en común que nunca jamás cuentan con los sentimientos de los demás para sus propios fines. Les importa la meta. Excepcionalmente buenos por excepcionalmente malos.

-Suena a Clausewitz, la guerra es política por otros medios...

-¡Bien traído! Aquí el asesinato sería la política por otros medios, si le damos otra vuelta.

-Sin embargo confía en la parte normal de la gente, es un optimista.

-Soy una persona muy optimista, creo que el ser humano puede dar mucho más de lo que se cree. Yo mismo soy un ejemplo. Aquí estoy con mi escaso talento dando todo lo que puedo. La vida te pone a prueba, lo quieras o no. Si llegado el momento no huyes sino que lo afrontas, tienes más probabilidades de éxito. Mis protagonistas suelen ser aquellos que hacen lo que solo haría el 1 por ciento de la población. El 99% de las niñas que se enfrentasen a lo que se enfrentó Irina habrían muerto. Mis personajes son ese 1 por ciento que no se da la vuelta ni huye.

-¿Cómo es su relación con sus propias cicatrices?

-Para escribir un autor debe haber cometido muchos errores. Los errores generan conflicto y el conflicto es el combustible del narrador. He necesitado por tanto cometer muchos errores en mi vida para ser capaz de escribir esta novela. Y todos ellos dejan cicatrices. Las más rojas, que son más recientes y superficiales, son más visibles que otras. Lo difícil es lidiar con las que ya se han puesto blancas y que duelen por dentro. Todavía me aprieto en la frente y me duele, y tiene 23 años [se aprieta en la cicatriz que luce sobre la ceja izquierda, mientras frunce el ceño]. Pero no hablo de ella.

-Hay otra cicatriz que inflige Boris a la literatura rusa cuando habla fatal de Dostoiebski, Tolstoi... «Maestros narradores con los hombros cargados intentando levantar el peso del mundo».

-Es el personaje, no puedo suscribir todo eso. Pero es interesante cómo continúa la conversación. Dice que según vamos hacia el oeste las cosas se equilibran, son menos «pesadas, más digeribles». Y sin llegar a ese extremo el centro justo podría ponerse en Dickens. Eso sí lo puedo suscribir.

-Pero ¿está de acuerdo con esa acusación de levedad moral y depuración de estilo en Occidente?

-Dígaselo a Franzen. (Risas)

-Sus novelas son también muy violentas. ¿Por qué? ¿Le gusta?

-Abomino de la violencia. Precisamente por eso soy consciente de que está en todas partes. No hace falta que los terroristas ametrallen bares y salas de conciertos. En un leve roce entre dos coches puedes ver a dos personas a punto de asesinarse por un instante. Hay una tenue capa de civilización, tenue como la servilleta de un bar [agita una servilleta sobre los restos del desayuno] que impide que se maten. Yo percibo esa omnipresencia de la violencia, casi como los hombres grises de «Momo». Escribir sobre esa forma extrema de violencia es catártico para mí y para mi miedo.

-La violencia está aquí mismo, a mucho menos de 6 grados...

-Piense en el «clásico». Si en el Bernabéu hay 80.000 personas y hay un psicópata cada 30 personas (o cada 150), imagínese con cuántos nos cruzamos cada día. Una persona que no tendría inconveniente en matarte se sienta a tu lado en el autobús o te da la vez en la carnicería. No lo sabemos, menos en una sociedad que da la espalda a la violencia y la muerte. Negamos nuestra naturaleza, que es más de asesinarnos que de protegernos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación