Juan Gómez-Jurado - Diario de una epidemia
Día 19: ruido
Tendría que alegrarme de que alguien intente ponerse en contacto conmigo, pero el teléfono se ha convertido en un enemigo
No debería estar ocurriéndome lo que me ocurre. Tendría que alegrarme de que alguien intente ponerse en contacto conmigo. Pero ahora el teléfono se ha convertido en un enemigo. De ordinario lo tengo siempre en silencio, nunca con la melodía puesta. Pero en estos tiempos, incluso eso se ha vuelto un problema. La vibración constante del aparato sobre la mesa se ha vuelto una fuente de irritación constante. Salto a las primeras de cambio para comprobar quién es.
Me molesta cuando es una persona a la que conozco intentando compartir un detalle gracioso, un meme, un chiste sobre Pedro Sánchez o Pablo Iglesias. Como si no fueran bastante chistosos ellos. Me enfada cuando es un profesional intentando ponerse en contacto conmigo por trabajo.
El ruido rasposo de plástico contra madera, vibrando insistente es insufrible. Quizás porque lo que me aterra de verdad es que llegue la llamada que, por suerte, no llega. La de que alguno de los familiares contagiados ha empeorado su situación. Mientras escribo esto, el móvil ha vibrado treinta y dos veces. Ni una menos.