Ya no hay libros olvidados
«En una puerta de la ciudad perdida que hoy los turistas siguen buscando, Carlos Ruiz Zafón encontró la entrada al cementerio de los libros olvidados»
Todo empezó por el olfato de Terenci Moix en el premio Fernando Lara del año 2000. Recomendó que se publicase aquella novela que levantaba la piel de Barcelona y extraía magia de debajo de las aceras, entre los misterios (neo)góticos del modernismo y las grietas policiacas de la ciudad burguesa. Aquella noche veraniega en el patio del Real Alcázar de Sevilla se oyó por primera vez el título «La sombra del viento» y el nombre del autor: Carlos Ruiz Zafón. La novela se publicó y un año después sus ventas se multiplicaban. Ese misterio llevó al mayor éxito global de la literatura española reciente.
Una de las grietas de aquella Barcelona tenía forma de desván y biblioteca-laberinto, un poco hija de Borges, pero con una caótica respiración, una personalidad netamente mediterránea. En una puerta de la ciudad perdida que hoy los turistas siguen buscando, Zafón encontró la entrada al cementerio de los libros olvidados, un arquetipo propio que justifica, por sí solo, el entusiasmo de tantos lectores. Un niño ingresaba allí de la mano de un adulto y se iniciaba en una relación mágica con los libros, y por ende de algunas cosas que nuestra sociedad deja en las cunetas del consumo, incluida la brisa del destino. Tanta memoria histórica y en ese desván de maravillas, esa cueva de tesoros, estaba una respuesta orgánica, gaudiana, al espíritu de la lectura.
Rescatar voces, amar páginas, compartir secretos, susurrar palabras, fue desde entonces el trabajo de Carlos Ruiz Zafón. Tuve el placer profesional de acompañarle en la primera Feria del Libro en la que saboreó un éxito inusitado. Y no pude sino admirar cómo respondía él, tímido por naturaleza, agazapado en la casetas y custodiado por sus dragones -el animal que le fascinaba y que buscaba en la Barcelona antigua igual que lucía en camisetas, gorras y bolígrafos-. Pude ver la fila interminable de lectores que, de su mano, habían conectado con la lectura, con las ciudades que el alma recuerda y ya no son igual, con el cementerio de los libros olvidados, con esa continuidad de las lecturas y las generaciones que nos trajeron hasta aquí, con esa generosa oportunidad que los libros merecen más allá de la promo.
Aquel instinto Moixiano se vio premiado con la fidelidad de Planeta, que convirtió la saga de «La sombra del viento» en un éxito global, del que también la agente Antonia Kerrigan es responsable. Y el mundo entero paseó por aquel el desván del amor a los libros, misterio insondable de una ciudad que, desde entonces, tanto se ha perdido. Supongo que muchos de sus lectores también se han percatado. Allá cada cual con el amor a su ciudad. Gracias a Carlos Ruiz Zafón ya no habrá más libros olvidados.