Inés Martín Rodrigo: «El feminismo tiene muchas formas, no todo es blanco o negro»

La periodista de ABC publica «Una habitación compartida», una antología de sus entrevistas con las grandes escritoras de nuestra época

La escritora y periodista de ABC Inés Martín Rodrigo Matías Nieto
Bruno Pardo Porto

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En la última década, Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) ha tenido el privilegio −ella lo entiende así− de sentarse a charlar con muchas de las grandes autoras de nuestro tiempo. Por estas páginas, y de su mano, han pasado Margaret Atwood, Elena Poniatowska, Ida Vitale, Deborah Levy, Lena Dunham o Zadie Smith, entre muchas otras. Con ellas ha charlado de literatura, sí, pero sobre todo de la vida, de sus vidas, de lo que significa ser mujer y escritora en el mundo de hoy y en el de ayer. Ahora todos esos encuentros se concentran en el libro « Una habitación compartida » (Debate), que sale a la venta hoy, y que invita al lector a entrar en un universo íntimo, intimísimo, que merece ser conocido. Lo dice Enrique Vila-Matas en el prólogo: uno pasa las páginas casi como un «visitante», como un «intruso».

—Ya desde el título, que recupera esa imagen de Virginia Woolf, queda claro que el libro es un espacio no tanto de entrevistas, de interrogatorios, como de conversaciones.

—La idea era esa, transmitir que es un espacio compartido y de conversación. Cada una de las 31 escritoras que forman parte de este libro se han construido un espacio muy propio y también muy distinto. Al final, el libro se plantea o se lee como un diálogo entre las propias escritoras en el que yo soy una mera espectadora. Lo que buscaba era transmitir esa idea de diálogo intergeneracional, de ahí también el ordenarlas desde la más joven hasta la más mayor. Así, de algún modo, podemos ir viendo cómo va evolucionando la personalidad, pero también el pensamiento.

—En ese sentido, ¿qué diferencias marca la edad?

—Cuando somos jóvenes nuestras opiniones son más vehementes, tenemos una idea un poco más preconcebida de las cosas, y a medida que vamos madurando, cumpliendo años, nos vamos dando cuenta de eso que decía Gil de Biedma, de que la vida va en serio, y entonces tenemos unas opiniones más filtradas por el paso del tiempo y, por lo tanto, menos volubles, más reposadas.

—La variedad de voces que se pasean por el libro deja claro que el feminismo dista de ser algo monolítico.

—Me gusta mucho que dos rivales enfrentadas durante toda su vida, enemigas acérrimas, íntimas, como son Camille Paglia y Gloria Steinem, estén en el mismo libro. Porque eso hace que puedan dialogar de un modo que no lo habían hecho nunca... Yo creo que todas tienen muy claro lo que es el feminismo, que es la reivindicación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, por mucho que durante los últimos años se haya pretendido desvirtuar su significado. Y, partiendo de esa base, una lección muy importante que se saca del libro es que el feminismo tiene muchas formas, y también que no todo es blanco o negro.

—Los benditos matices.

—Cada vez estamos más instalados, por todo lo que está pasando, y no solo por lo que ha sucedido en los últimos tres meses, en una atmósfera en la que parece que todo tiene que ser blanco o negro, en esa polaridad, en ese enfrentamiento de o estás conmigo o estás contra mí. Y este libro permite que nos demos cuenta de que donde mejor se vive es en los matices, de que la vida está llena de grises y si hay alguna verdad en todo lo que nos rodea, probablemente está en esos grises.

—Parece que, de fondo, todas estas conversaciones resumen lo que significa ser mujer en este mundo.

—Claro, y ser mujer escritora. Es decir, pese a que todas han logrado hacerse un hueco en la literatura, en la cultura, a todas les ha costado un esfuerzo, y ese esfuerzo no hubiera sido el mismo si hubieran sido hombres. Muchas de ellas son madres, muchas de ellas dan a sus hijos el desayuno, les llevan al colegio, tienen un trabajo y luego, además de eso, tienen su vida como escritoras. Necesariamente tienen parcelada, compartimentada su vida. Y eso hace que las admire todavía más.

—Le reboto una pregunta que le hizo a Carmen María Machado: ¿por qué es tan difícil para la sociedad entender el universo emocional de las mujeres?

—Ella da una respuesta un poco vehemente, «porque a la sociedad no le importa», y yo no creo que llegue a ese extremo, pero es obvio que son universos emocionales diferentes. Los hombres y las mujeres compartimos muchísimas cosas, y hay esa necesidad de igualdad, pero es obvio que nuestros universos emocionales son distintos.

—¿Puede la literatura ayudar a empatizar, a entender esos universos íntimos que son distintos a los nuestros?

—Yo creo que tiene que tener ese poder. Para mí, todo libro que no genere empatía ha perdido su valor.

—Por cierto, ¿qué opina de la etiqueta de literatura femenina?

—La odio. No me gustan nada las etiquetas, ni literatura femenina, ni literatura negra, ni policíaca… La literatura es literatura, y punto. No creo que haya libros más destinados a un lector femenino que a un lector masculino. Si hablamos de literatura, de lo que se trata es de contar una historia, y de que esa historia le interese al lector. Da lo mismo quién la escriba y de qué trate.

—En esta habitación compartida están casi todos los grandes referentes femeninos de la literatura actual. ¿Hay alguna entrevista que se le resista?

—La de Joan Didion. Tendría que estar en el libro y no está. Si hay alguna posibilidad, por remota que sea… Ojalá, para mí sería un sueño. Quién sabe, tal vez para el segundo volumen... Aunque a ella le dedicaría un libro entero.

—Y si pudiera resucitar a una autora para tener una conversación, ¿a quién escogería?

—A Susan Sontag. Querría conocerla más. Cuando lees los libros de los escritores que más admiras, de alguna manera tienes la sensación de conocerlos. Y esas ideas preconcebidas que yo me he creado al leer algunos de esos libros se me han venido abajo al conocer a sus autores (ríe).

—¿Para mejor o para peor?

—Hay de todo, hay de todo, pero yo creo que los seres humanos somos potencialmente decepcionantes. Y cuando te acercas a alguien es más probable que te decepcione a que te sorprenda. Aunque hay de todo. Una de las charlas más bonitas que hay en el libro es la que mantuve con Anne Tyler, que fue un milagro casi porque ella no da entrevistas prácticamente nunca, y yo iba con la idea preconcebida de que iba a ser muy distante, de que me iba a costar mucho trabajo hablar con ella, acercarme a ella, y sin embargo se abrió. Y terminamos hablando de algo tan personal como el alzhéimer de su madre, y del miedo que ella tenía a padecerlo. Sin embargo, la de Jeanette Winterson, una escritora a la que admiro muchísimo, es una de las entrevistas que más extraño sabor de boca me dejó, porque ella es muy seca, y percibí durante toda la conversación que estaba a la defensiva y creo que no logré romper esa barrera; quizás la próxima vez...

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