Ignacio Padilla y el cofre del tesoro
El autor mexicano, un maestro del género breve, revive gracias a la edición de sus cuentos completos
Hay imaginaciones tan fértiles que tienen que expresarse a cada poco. No les basta el papel, sino que tienen que tomar la voz y dominar cada conversación. Es como si las ideas, por acumulación, buscasen instintivamente cualquier resquicio para salir a la luz (o a la noche). Al menos era así en el caso de Ignacio Padilla , un tipo peculiar, además de uno de los más notables cuentistas latinoamericanos recientes, que adornaba sus reuniones con anécdotas y leyendas imposibles de verificar. Eran casi microcuentos orales, que luego agigantaba con su pluma y convertía en historias delirantes. Muchas de ellas están recogidas en « Micropedia », la compilación de sus cuentos, su gran obra maestra que no pudo ver acabada por su temprana muerte ( 48 primaveras ), y que ahora publica Páginas de Espuma en una cuidada edición en cuatro volúmenes guardados en un pequeño cofre, que bien podría ser del tesoro.
«Este es uno de los grandes proyectos cuentísticos de nuestro cuento. Son cuatro libros que crean un universo propio», asevera el escritor Jorge Volpi , amigo de Padilla y su albacea literario. Este mundo fantástico, lleno de monstruos, dragones y demás criaturas mitológicas, está marcado por una cadencia personalísima, forjada al calor de García Márquez y Rulfo , sus dos primeros referentes. «Era talentosísimo en términos de estilo, el más talentoso que he conocido de mi generación [la del Crack]. Tenía un estilo muy plástico, lleno de imágenes, de metáforas, de giros del lenguaje. Su voz rendía homenaje a la lengua de Cervantes y al Barroco», matiza su colega.
Cervantes fue una de sus grandes obsesiones, su autor de cabecera. Durante su vida entre México DF y Querétaro, separados por tres horas de coche, Padilla aprovechaba sus trayectos para escuchar una y otra vez el Quijote leído por Fernando Rey. «Quería aprendérselo de memoria», recuerda Volpi. Y aunque no lo consiguió, sí que podía recitar sin problemas ciertos pasajes, y terminó por convertirse en uno de los más destacados cervantistas mexicanos. Toda esta locura, claro, terminó por filtrarse en su páginas a través del ingenio. «Ahí está el mundo de Cervantes, el humor de Cervantes… Hay muchísimo humor en los libros de Nacho, un sutil humor negro». Ahí está, por ejemplo, ese episodio que narra en el que, durante la Segunda Guerra Mundial , un desesperado ejército norteamericano trata de bombardear Japón usando murciélagos.
Aunque publicó varias novelas, Padilla prefería la distancia corta del relato. Se definía a sí mismo como « físico cuéntico », una autodenominación que subraya esa precisión atómica con la que creó su gran proyecto. «Micropedia» está formado por cuatro libros de título dual y octosílabo, lo que demuestra su empeño por la forma, a partir de la cual nacía lo demás. Hablamos de «Las antípodas y el siglo», «Los reflejos y la escarcha», «El androide y las quimeras» y « Lo volátil y las fauces », el único que no vio publicado en vida y que cierra esta obra.
Con ella, Volpi espera recuperar a este autor que, en España, «no tiene el reconocimiento que se merece, como ocurre con tantos otros latinoamericanos». Como su albacea literario, se ha encargado de «restaurar» este último libro, una suerte de «bestiario medieval que funciona muy bien como cierre», ya que la «Micropedia» está atravesada por la fantasía de esa imaginación fértil y febril poblada por dragones tricéfalos, falsos reyes magos y demás fieras. Entre ellas hay una que, tal y como escribe Andrés Neuman , retrata a la perfección su figura: «Según aprendemos releyendo este libro, el ornícalo es un ave poética cuyo canto “es su réquiem”, y que vive y vuela por el mundo alrededor de “cuarenta y cinco años”. Ese improbable cantor adquiere el nombre de Ignacio Padilla, y su voz sigue resonando en los palacios que inventó». Y también en este cofre.
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