El homenaje de Madrid que inaugura el centenario de de la muerte de Benito Pérez Galdós
En un día marcado por los debates parlamentarios, varios actos recordaron la figura del escritor de los Episodios Nacionales
![El alcalde de Madrid y uno de los descendientes de Galdós ofrecieron una corona de laurel en el monumento al escritor en el Parque del Retiro](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2020/01/04/1421458752-kJUG--1248x698@abc.jpg)
Cien años de la muerte de alguien que fue más que un literato. Que un escritor. Que un novelista. Que un dramaturgo. Don Benito (nadie ose hablar de él sin el tratamiento debido) vuelve a los titulares. A la actualidad en este Madrid que hizo de este nacido en Gran Canaria, su hijo más querido. Un Madrid que su pluma convirtió en personaje. A sus gentes. A sus calles. Un Madrid que le encumbró y le dio la espalda cuando la envidia hecha mala leche ideológica, le privó de un merecido Premio Nobel de Literatura. El Madrid enardecido que narrara en aquél «Episodio Nacional», el tercero, contando ese 2 de mayo de 1808 en que los patriotas a la causa luchaban sin orden ni concierto con el mejor de los empeños por un fin común.
Como así han hecho la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid en el soleado sábado de enero en que se cumplía el siglo de su fallecimiento. Cada uno ofreciendo el homenaje necesario que don Benito merecía. Pero como aquellos locos de la Guerra contra el Francés, unos en Monteleón y otros en la Puerta del Sol, cada uno por su cuenta. Como si fuera otro episodio del genial epítome de la novela histórica española, la Comunidad de Madrid se concentraba en la calle de Alcalá con su consejera, Marta Rivera de la Cruz, repartiendo más de mil ejemplares del facsímil del mencionado Episodio , editado con el Instituto Cervantes. En hora y media se agotaron.
![La corona de laurel, a los pies de la Estatua](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/01/04/WhatsAppImage2020-01-04at19.22.49-k3BF-U4042957924MlF-510x550@abc.jpeg)
El Ayuntamiento, con su alcalde Martínez Almeida, en un día en que se esperaba que todas las campanas de la Villa y Corte tocaran a gloria en memoria de quien puso el dedo en la llaga del poder eclesiástico en su momento con su «Electra», cerrando de este modo una herida inmerecida. No ha sido así. Ningún rebato sonó. Y el silencio del Buen Retiro «cuyo lindo nombre ha querido cambiarse con el insulso nombre de Parque de Madrid», como escribiera Galdós, fue lo único que pudo oírse cuando depositó el alcalde junto con uno de los descendientes directos, la corona de laurel a los pies de la estatua que don Benito tiene en la Capital. Donde acaba tradicionalmente la populosa Feria del Libro de Madrid. Estatua centenaria, que el propio Galdós, casi ciego en el momento en que se colocara cerca de la Rosaleda madrileña, tocaría con sus manos reconociendo su rostro en ella.
No hubo música canariona ni schotises madrileños. Fanfarrias oficiales o clarines por quien había sido más que un escritor. Diputado, periodista, cronista de su época y, sobre todo, una institución en vida. Como en su entierro, la Guardia Municipal vestida de gala escoltó la ofrenda de Apolo. Pero ni vivas ni elogios fúnebres para quien hace un siglo cerrara todos los teatros de la Villa como duelo. Junto a la estatua sedente, una biblioteca abierta espera con sus anaqueles de ladrillo vacíos, unos pocos ejemplares de sus obras para que queden a disposición de los visitantes del parque. Eso que hoy llaman BookCrossing es una realidad tradicional junto a su efigie de mármol. Y como se pusieron, de inmediato desaparecieron los que fueron colocados como ofrenda, llevados al Parnaso en manos de los lectores. Los verdaderos dioses de los escritores .
![El alcalde y la delegada de Cultura, con los descendientes de Galdós, ayer en Madrid](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/01/04/1421458784-k3BF--510x349@abc.jpg)
Hijo Adoptivo
Hoy como hace un siglo, el pueblo de Madrid quería más en el homenaje al nombrado Hijo Adoptivo, y así lo había preparado modestamente el Ayuntamiento en la antigua Casa de Fieras. Donde antaño Galdós describió las jaulas con «los lobos entumecidos, las inquietas y feroces hienas, los pintorreados leopardos, y el león monomaníaco, aburridísimo…», hoy los lectores acuden a la Biblioteca Municipal Eugenio Trías. Allí, el actor Juan Echanove leyó, con su voz tontante y su perfecta dicción, varios textos galdosianos tras ser presentados por la delegada de Cultura, Andrea Levy. Una madrileña de Barcelona que reconocía que lo de «Galdós con Madrid es amor» . Y ese amor mutuo desbordó la sala donde cientos de póstumos admiradores se agolpaban como día de verbena en una corrala del Lavapiés. Tanto que, como si fuera el éxito de su «Casandra» en el Teatro Español, tras colgar el «no hay billetes», tuvieron que hacer función doble Levy y Echanove para que tantos como habían entrado y habían quedado fuera, pudieran escuchar declamados los textos del canario de nuevo.
Como Balzac o Dickens
Supo a poco. Quien pintara según el alcalde Almeida el «fresco del XIX» hubiera merecido al inicio del que va a ser su año, si no más boato, sí más empaque para quien lo dio todo por la ciudad que le despediría en muchedumbre. No pudo ser de otro modo. De hecho, el alcalde, atendiendo a las preguntas de los periodistas, habló más de la investidura que del homenajeado.
Al menos Madrid será Galdós, y pronto podremos ver placas que nos recordarán sus obras . Y recorrer los rincones galdosianos con la guía «Galdós es Madrid» . Como la primera que se puso hace tanto que apenas está recordada, en el antiguo restaurante de Botín, que se cita en la necesaria «Fortunata y Jacinta», y cuya edición ilustrada conmemora lo que debería ser, aparte de recordar al autor como merece, el recuperar su obra inmortal.
Y recorrer nuestra Historia desde «Trafalgar» a «Cánovas» . A emocionarse de nuevo con «El Abuelo» o estremecerse con las crudas líneas de «Misericordia». A sentirse orgullosos como los franceses están de Balzac o los ingleses de Dickens (al que don Benito tradujera en una brillante edición de aquellos papeles póstumos del Club Pickwick). Y hasta proponer a la Academia sueca que, ya que han abierto la veda a rellenar los años en que se dejaron desiertos los galardones literarios, tengan a bien concederle el galardón del año 1918. Que quedó vacante. Y que don Benito agradecería con la justeza del hombre sabio que quiso ser tanto y que lo fue todo . Aunque ni siquiera él mismo se diera cuenta.