Herman Koch: «El independentismo está cerca del fascismo»
En «Sospechas» (Salamandra), el escritor holandés se adentra en el laberinto de los celos
Herman Koch (Arnhem, 1953) nació en el país de Cruyff, es seguidor del Barça y asiduo de la Ciudad Condal desde los ochenta. Un suceso acaecido en Barcelona, el asesinato por unos niños bien de una indigente cuando incendiaron el cajero que le servía de refugio, inspiró en 2009 « La cena ». Diez años después de aquel título, Libro del Año en los Países Bajos, Koch ha vuelto a la Barcelona que la facción violenta del separatismo incendia y colapsa. «Es horrible y vergonzoso. Una presidenta de la ANC que legitima la violencia porque visibiliza el conflicto, un presidente de la Generalitat que prefiere investigar a los policías antes que a los incendiarios…» En su entorno barcelonés, se evita abordar el procés desde una perspectiva crítica: «Las amistades se rompen, las familias dejan de hablarse. Esta Cataluña bascula entre el anarquismo y el fascismo . Hay que ir con cuidado con la palabra ‘fascismo’, pero el independentismo está cerca del fascismo», explica en perfecto castellano.
Dejamos Barcelona y sus hogueras para trasladarnos al Ámsterdam donde bullen las « Sospechas » (Salamandra) de su alcalde, cuando en la recepción de Año Nuevo sorprende a su mujer en una conversación con un concejal que él juzga excesivamente amistosa. La maquinaria de los celos se pone en marcha. «Al escribir la novela he vivido con el protagonista sus paranoias sin plantearme si esas sospechas eran o no fundadas», confiesa el autor.
Escrutador de tramas familiares, Koch contempla la familia como un clan, impermeable a la policía y los psicólogos. En la pareja protagonista Koch no detecta grandes diferencias en función del sexo: «Las mujeres se toman las infidelidades con más filosofía y discreción, prefieren evitar enfrentamientos; el hombre no puede controlarse en estas situaciones –va en su naturaleza– y el alcalde de mi novela prefiere que le acusen de corrupción a ser un cornudo».
Todo eso ten una Holanda que el escritor observa al microscopio sin complacencia: «Es un país pequeño y superpoblado, en una hora ya estás en el extranjero. La gente se vigila entre sí y no se bajan las cortinas en las ventanas; si la cortina está echada es que hay algo que esconder», apunta.
Políticamente incorrecto , Koch plantea la eutanasia que el padre del protagonista quiere llevar a cabo. El alcalde lanza pullas al ecologismo como dogma unánime e indiscutible, el veganismo y los parques eólicos: «Tú quieres replicar algo sobre los molinos; querrías decir que no te parecen bonitos. Que estropean la vista. Que un molino eólico en el horizonte hace que nuestro país parezca todavía más pequeño. Después del viento, no comer carne ocupa un segundo lugar ¿Hace falta que enumere a todos los dictadores, psicópatas y asesinos en serie vegetarianos que ha habido?» Tampoco le convence la democracia asamblearia –«procesos participativos»-, antesala del populismo irracional: «Lo mejor de la democracia es que todo, lo bueno y lo malo, acaba saliendo a la luz. Holanda siempre se ha presentado como una sociedad tolerante, pero tiene las mismas minorías irascibles que el resto de Europa», advierte.