Así ganó Marcel Proust contra la izquierda la batalla del Goncourt
Medios intelectuales anatemizaron su obra como la del escritor de los reaccionarios y un talento «delicado»
El 10 e diciembre de 1919, Marcel Proust recibe el Goncourt -cinco mil francos- por «A la sombra de las muchachas en flor» y deja en la cuneta «Las cruces de madera» de Roland Dorgelès, novela sobre la Gran Guerra. Estalla el motín. El ganador, de 48 años, es demasiado viejo y su estilo también, objetan algunos. A Proust le apoya Léon Daudet de la ultraderechista Action Française y, además, colabora en el burguesísimo Le Figaro . El ganador es un rico arruinado que necesita los cinco mil francos del premio para seguir cenando en el Ritz y dejar generosas propinas a los camareros. Un tío raro que pasa la vida en la cama …
Atacado por usurpador de un premio que había de recaer en el héroe de guerra Dorgelès, se atribuye al autor asmático un talento «delicado». Alguien manosea su apellido en forma de onomatopeya y le llama Proutt, que designa el sonido del pedo y otro lo alarga para escribir «Proustitución».
El largo título de la novela, segunda de «En busca del tiempo perdido», excita el cachondeo: «Bajo la pálida luz de las damas maduras; A la sombra de las muchachas en fruta; A la sombra de las muchachas; A la sombra del muchacho en granos; A menos jóvenes en fruta; Al ardor de los adultos, hombres y mujeres, en cogollo; A la penumbra de los viejos en deshoje; Al claroscuro de las viejas damiselas en tallo; A la sombra de los solterones en grano; A la sombra de los habanos en flor…» son algunas de las variantes.
Después de la revolución rusa y la guerra, cuando futuristas y dadaístas dinamitan la tradición a golpe de epigrama, Proust levanta una catedral a la memoria que ellos pretenden debelar con luengas frases en cientos de páginas
Dandy asmático
Hasta que ganó el Goncourt nadie se lo había tomado en serio. Gide ninguneó «Por el camino de Swann» en la Nouvelle Revue Française, explica Thierry Laget, autor de «Proust, Premio Goncourt» (Ediciones del subsuelo): «Le apoyaban sus amigos, pero la indiferencia del público era persistente. Con el Goncourt su nombre suena con fuerza en Francia, le condecoran con la Legión de Honor y lo proponen para la Academia e incluso el Nobel… A partir de 1920 se libera de la imagen de dandi y asmático excéntrico» .
A ese reconocimiento contribuye León Daudet, escritor genial y abominable antisemita. Amigo de Proust como su hermano Lucien, puso la calidad literaria por encima de los prejuicios políticos. Daudet y Proust habían estado enfrentados cuando el caso Dreyfus. Miembro del jurado del Goncourt, responde a las acusaciones de que Proust es demasiado viejo para recibir el galardón con su contundencia habitual: «No solo me importa un comino, sino que me importa un recomino , e incluso un hiperrecomino».
Daudet califica a quienes atacan al premiado de «fracasados de la industria del libro y de la crítica , cargados de amargura, como un palosanto podrido». Si el Goncourt no hubiera recaído en Proust, insiste, «todavía seguiríamos, respecto a este sorprendente novelista, silenciándolo o diciendo las sandeces con las que por ejemplo se recibió al desafortunado Arthur Rimbaud ; ¡y sería una vergüenza!» El apoyo del virulento polemista de Action Française «dio alas a los periódicos de izquierda para presentar a Proust como el candidato de los reaccionarios», apunta Laget. El autor de “A la sombra de las muchachas en flor” les recordaba que el único partido al que perteneció en su vida se oponía precisamente a la Action Française de Daudet».
Sus antagonistas no perdonaron que se escatimara el premio a un representante de la generación que se inmoló por la patria en los campos de batalla. La novela de Dorgelès era buena, señala Laget: «Merecía el Goncourt… si no hubiera competido con Proust . Entre el 14 y el 18 todos los premios recayeron en novelas bélicas y escritores heridos . Era el momento de pasar página y volver a la literatura en sentido estricto». El «tiempo perdido» proustiano va más allá del siglo XIX y más allá del XVIII, añade: «Resucita una tradición francesa de introspección humana en la línea de Montaigne o Racine».
Laget escribió «Proust, Premio Goncourt» animado por Jean-Yves Tadié, el gran biógrafo del autor de La Recherche. El escritor machacado como una «especie de chiflado, de maníaco , de grafómano que encuentra la forma de escribir, de una tirada, libros de 700 a 800 páginas sobre nada, para nada, con nada» en una «increíble y aterradora masturbación intelectual» revive hoy en ensayos y renovadas traducciones.
Del patriótico Dorgelès, nadie se acuerda.