La Fundación Banco Santander «resucita» a Ramón de la Serna

Sale a la luz «La torre invisible. Antología esencial», una selección de lo mejor de la obra de este sabio invisible

Ramón de la Serna, al final de su vida ABC

B. Pardo

Ramón de la Serna y Espina (1894-1969) vivió toda su vida a la sombra de su madre, la enormísima Concha Espina, y confundido con su homónimo, el genial Ramón Gómez de la Serna, motivos ambos para desquiciarse en el más profundo anonimato, y que le llevaron al exilio en su torre de marfil. Hombre culto, políglota, de formación exquisita y pluma feroz y precisa, perfeccionista como pocos, dejó tras de sí una obra voluminosa y enjundiosa, que pasó desapercibida en su tiempo y casi estuvo a punto de desaparecer para siempre. Él quiso que tras su muerte se destruyeran sus manuscritos, pero su viuda, Eva Cargher, se negó. Una traición, como la de Max Brod a Kafka, dulce, que rescata un pensamiento original que aún sirve como clave para descifrar este mundo espídico y pandémico, y que ha posibilitado la publicación de « La torre invisible. Antología esencial », el nuevo volumen editado por la Fundación Banco Santander en su Colección Obra Fundamental.

La obra, coordinada por Daniela Agrillo , que ha dedicado los últimos seis años de su vida a resucitar esta figura, recoge una pieza de teatro inédita (« Boves »), un cuento futurista (« Puente Rojo », también inédito), y la novela psicológica « Chao », además de varios artículos periodísticos. Entre sus textos de no ficción, los temas tratados nos dan una buena medida del personaje en cuestión: el valor práctico de la poesía, el descrédito de lo sublime, los versos de Lorca y Neruda, el suicidio, la virtud de lo convencional, el temor del pasado...

Tal y como explicó Agrillo, De la Serna nunca quiso sacar provecho de su apellido, y siempre intentó volar por su cuenta. Esa pulsión lo alejó de las reuniones literarias de su madre (él siempre estuvo lejos de la pomada) y, al final, ya harto de la locura que para él era Europa, lo llevó a Chile, donde había nacido y terminó muriendo. Dicen que tal vez era el más genial de su familia, sin duda el más culto, pero también era el más difícil. Freud mismo lo advirtió: «Temperamento terrible, nada que hacer». Quizás este carácter explique su desconocimiento, pero su talento justifica ahora su resurrección. Aún quedan inéditos por salir. Por ejemplo, una novela sobre la revolución de Asturias, tal y como avanzó ayer Alfredo Pérez de Armiñán, guardián del archivo de este escritor.

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