Fermín Bocos: «El crimen sigue estando al servicio de intereses políticos»
Su nueva novela, «Algo va mal», es un thriller sobre política, medios de comunicación y corrupción
La realidad tiene una cualidad que la convierte en adictiva para todos los que nos dedicamos a la escritura : va siempre por delante de la ficción. Fermín Bocos (Valderredible, Cantabria, 1949) es consciente de ello incluso antes de que se diera cuenta. Probablemente desde el momento en el que decidió combinar, con un equilibrio envidiable, sus dos pasiones, el periodismo y la literatura . De eso hace ya tiempo, aunque por el camino no ha perdido ni un ápice de curiosidad. Es más, a juzgar por su última novela, «Algo va mal» (Destino), que hoy presenta en el Instituto Cervantes en compañía del juez Manuel Marchena y de la periodista Pepa Fernández, la necesidad de saber, de indagar a través de las palabras, ha ido en aumento.
Todo en el libro, desde su homenaje al añorado Tony Judt (1948-2010) en el título escogido (Bocos no da puntada sin hilo, que dirían en su tierruca) a la narración trepidante con diálogos que definen personajes, destila esa atmósfera, de un gris denso y absorbente, que debe tener un thriller como Dios (es decir, Graham Greene ) manda. Para ello, Bocos se ha valido de tres de los ingredientes que más ocupan y preocupan a las sociedad española desde hace décadas: la política , los medios de comunicación y la corrupción .
La historia arranca cuando el cadáver de Cosme Damián, dueño de un gran emporio periodístico, aparece en un hotel de Ámsterdam poco antes de que se celebre allí una reunión del misterioso Club Bilderberg a la que él iba a asistir. A partir de ahí se plantea, mediante una trama que lleva al lector hasta París , el Berlín de la Stasi o Gibraltar , el «enigma clásico de quién carga la pistola del asesino». Pero, ojo, porque el malo es un tanto peculiar, ya que al Marsellés, que así se llama, le gusta la pintura modernista y la música de Brahms . Eso sí, no falta un constructor «coleccionista de empresas, cuadros y amantes», dos investigadores y la periodista estrella, que en este caso, sí, es una mujer.
Opiniones propias
«Hay una ambición de retrato de una realidad que conozco muy bien trasladada al plano de la ficción», confiesa Bocos. En ese intento de verosimilitud, nos topamos, claro, con «algunas de las conductas que siendo de ficción suenan a portada del periódico de pasado mañana». Sin obviar que «a veces creemos que vamos por la vida con opiniones propias y resulta que han sido minuciosamente inducidas para que la opinión pública tenga miedo», ya sea a la guerra, con el consiguiente aumento del gasto en defensa, o a que las pensiones peligren, exhortando a la apertura de planes privados. Porque los miedos, según Bocos, «son a favor de la derecha y de la izquierda, en eso no hay distinción».
La conclusión es clara. «El crimen sigue siendo un instrumento al servicio de intereses políticos, lo ha sido a lo largo de toda la Historia, unas veces para encubrir delitos anteriores y otras para intentar perpetuarse en el poder». Ahí está «el caso de Jamal Khashoggi , que fue un encargo político a todas luces». Y al periodista le toca «fiscalizar al poder». Un credo que Bocos lleva a rajatabla. «La labor del periodismo, si se trabaja con honradez y aceptando nuestras limitaciones, es crear un contrapeso para que la opinión pública tenga información. La libertad de información y de expresión lo es a los efectos de contribuir a la formación de la opinión pública, que es una institución en las democracias», remata. Háganle caso y, sobre todo, léanle.