Adiós a Mario Muchnik, un clásico irreverente
Muere, a los 91 años, el editor, escritor y fotógrafo argentino, radicado en España desde hace muchos años, que descubrió a Julio Cortázar y Elías Canetti
Irreverente, porque fue a la contra de los nuevos usos y costumbres de la edición actual, salvo excepciones, que las hay, todavía. Mario Muchnik (Buenos Aires, 1931-Madrid, 2022) dedicó buena parte de su labor como editor a seguir la recomendación de su viejo y querido amigo Julio Cortázar en cuanto a aquello de “la cuestión es creerse genio y acertar”. Uno no sabe si fue un genio de la edición, que lo fue, sino que en la mayor parte de su catálogo, acertó. Y de qué soberana manera. Como bien recordaba otro gran editor, de su estirpe, Jorge Herralde , “el catálogo de un editor es su ADN”. Y ahí está, ya para siempre. Irreverente, en tiempos oscuros . Marcó una línea indeleble: la calidad, el descubrimiento de los autores que aportaban, abrían, un nuevo espacio al proceloso y complejo ámbito de las letras. Clásico, porque se rigió por las normas no escritas de la calidad por encima de cualquier otra consideración comercial.
El excelente ensayista mexicano Gabriel Zaid dejó escrito que, a veces, “un escritor debe elegir entre tener cien mil lectores en un mes o cien mil lectores en cien años”. En el catálogo que elaboró Muchnik, muchos de sus autores serán leídos durante décadas. Qué mayor reconocimiento cabe para su entrega, dedicación y audacia. Fotógrafo por vocación , derivó a la edición por herencia familiar. Su padre, Jacobo, otro editor excepcional, ahí está la creación de Fabril Editores, le había enseñado el oficio. Sólo citar la recuperación de Primo Levi , quien había escrito en 1947 su memorable libro 'Si esto es un hombre', sin lograr editarlo entonces, fue Muchnik quien lo colocó, con su edición española en el lugar primero y principal que hoy ocupa en la historia del ensayismo; o el vuelco extraordinario que significó para la historiografía internacional la publicación, en su sello inolvidable, Muchnik Editores, de 'El queso y los gusanos' de Carlo Ginzburg , la investigación del hijo de Natalia Ginzburg basada en la microhistoria que tantos campos aportaría después y que uno leyó con deslumbramiento; o la literatura de viajes con Bruce Chatwin , dando un vuelco a la mera descripción de paisaje y paisanaje y elevando el género a una categoría superior. Son libros que uno ha sacado de la biblioteca personal y ha colocado hoy en la mesa de trabajo como homenaje y agradecimiento como lector al enterarme de su fallecimiento. La suerte de conocerle y charlar de esto y de aquello con él fue un auténtico privilegio. Todo fue audacia en Muchnik.
Licenciado en Física en la muy prestigiosa universidad norteamericana de Columbia, la familia había salido, expropiada, de Argentina por culpa, cómo no, del Perón pompero. No olvidó las ciencias y bien supo combinarlas con las letras, ahí la edición para el lector en español de Oliver Sacks . Tras la aventura americana, el siguiente paso sería España, Barcelona, entonces la capital catalana era el centro de la edición de autores latinoamericanos. Y la coda final, espléndida, con el coraje, ironía e inteligencia de siempre con la publicación en 1999 de sus memorias bajo el título, bien sugestivo, de 'Lo peor no son los autores'.
Muchnik era un editor del siglo XX, educado en un mundo de ayer, en el que el libro ocupaba el centro del laberinto, la razón y sentido del saber, del soñar, del conocimiento y del sentimiento. Un premio Nobel figuraba en su catálogo, un autor sefardí, Elías Canetti , por quien apostó cuando Canetti apenas contaba, al menos en español. Poseía Muchnik esa ironía porteña, de retranca culta, que administraba con exquisito rigor para los (h)unos y los (h)otros. Queda lo escrito, advirtió el escritor James Salter, y para un gran editor como Muchnik, queda lo editado, para siempre.