El estornudo de los Garbo a Hitler

José de Cora cubre con imaginación las lagunas de la vida de Juan Pujol García y su mujer Araceli González, dos personas corrientes que llevaron a cabo lo imposible: engañar a los nazis sobre el desembarco de Normandía

Araceli González y Juan Pujol García, los Garbo Archivo El Progreso
Mónica Arrizabalaga

Esta funcionalidad es sólo para registrados

A las seis y media del 13 de octubre de 1988, José de Cora recibió una llamada desde Madrid. Era Araceli González Carballo , una mujer «simpatiquísima y muy agradable» a quien el entonces director de El Progreso de Lugo conocía desde hacía años por ser amiga de su madre y por haber asistido a los cócteles que organizaba cuando un pintor gallego inauguraba exposición en la galería Kreisler de su esposo.

«Quería publicar una esquela», le dijo, la de Juan Pujol García . «¿Juan Pujol, el espía?», le preguntó el periodista verificando que se trataba del mítico Garbo , el español que engañó a los nazis sobre el desembarco de Normandía. «Sí», respondió ella antes de confesarle: « Fue mi marido y el padre de mis tres hijos ».

José de Cora se quedó de piedra. Aparte de considerarla «la anfitriona número 1 en las fiestas», los datos que conocía sobre la amiga de su madre es que estaba felizmente casada con Edward Kreisler y que sus tres hijos, Juan Fernando, Jorge Alberto y María Eugenia, utilizaban el apellido Kreisler. Ningún libro o reportaje sobre el mítico Garbo la había mencionado hasta entonces.

Araceli González, en su juventud

Verdad y ficción se funden en las más de 400 páginas de «El estornudo de la mariposa», al igual que en la vida de Juan Pujol y Araceli González. Ella va desdibujándose en la novela a medida que su aventura avanza hasta casi apagarse en Londres. «Se amustia, pierde interés por todo aquello, hasta por la guerra y por lo que puede hacer. Se enfría su relación con Juan y ella, que es una cola de lagartija, solo piensa en volver a Galicia, quizá porque se aburre en la jaula de oro en que los británicos la han confinado», opina el escritor que, sin embargo, reivindica su contribución con ese guiño de «los Garbo» en el título del libro.

Nuevas vidas

«La historia de amor entre Juan y Araceli se mantiene poco más allá de Overlord. Se alían para vivir juntos una aventura y su resultado no tiene parangón en la historia. Sin embargo, se ahoga a pie de playa, nada más llegar a ella, como la vida de miles de jóvenes que fueron sacrificados a conciencia para detener la locura», escribe De Cora. Juan se quedará en Venezuela y Araceli regresará a España con sus tres hijos pequeños, a los que ocultó su pasado.

«Juan, el mayor, se estaba afeitando cuando escuchó a Luis del Olmo en la Cope hablar sobre Juan Pujol y llamó a su madre porque los datos coincidían con lo poco que conocía de su padre. Así fue cómo se enteró de que Juan Pujol García era su padre», recuerda el escritor. Poco después sus hijos se encontraron con él en Barcelona y comenzaron una relación epistolar con su padre, que se había vuelto a casar en Venezuela con Carmen Cilia y tenía otros tres hijos.

«Fueron dos pillos mentirosos que lo pasaron bomba»José de Cora

También Araceli, que trabajaba de intérprete y cicerone para la embajada británica y la estadounidense, había rehecho su vida con Kreisler, después de que hacia 1958 se hubiera dado por muerto a Juan Pujol. En Madrid, Araceli y Kreisler, que había sido doble de Rodolfo Valentino en una película, ejercían de anfitriones de actores norteamericanos durante los rodajes en España, como Charlton Heston o Roger Moore. Tampoco era extraño toparse en su casa con personalidades llegadas a Madrid. «Su nieta se encontró un día desayunando en la cocina a Alexander Haig, comandante supremo de la OTAN», relata el escritor, que no descarta que, dadas sus relaciones y contactos, Araceli prefiriera mantenerse oculta. «No me dejó poner su fotografía en la entrevista, nada de ella», subraya.

Araceli nunca pensó que Juan volviera a aparecer en su vida, pero tras el reencuentro en Barcelona de sus hijos, se vieron en Madrid y cenaron juntos. «Sus hijos cuentan que se despiporraban de la risa recordando lo mucho que habían disfrutado. Fueron dos pillos mentirosos que lo pasaron bomba», afirma De Cora. Lo pasaron bomba engañando al mismísimo Hitler. Ahí es nada.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación