Eslava Galán: «Hitler despreciaba a Franco y pensaba que era un mal militar»
El divulgador histórico publica un «ensayo novelado» en torno a la histórica reunión de Hendaya
El encuentro entre Serrano Suñer y Adolf Hitler en Berlín quedó fijado el 18 de septiembre de 1940. A las cinco de la tarde el «herr Minister» español se vería con el führer. «La hora de las corridas de toros. Espero que solo sea coincidencia», comentó por lo bajo el cuñadísimo en lo que, efectivamente, resultó puro toreo. En su nuevo libro, «La tentación del caudillo» (Planeta, 2020) , Juan Eslava Galán ficciona con fino humor y una documentación de aúpa los nueve meses que «no estremecieron el mundo». O lo que es lo mismo, los meses en los que la Alemania de Hitler y la España de Franco jugaron al gato y al ratón en unas negociaciones fallidas donde los españoles no llegaron a comprometerse con el Eje y, en consecuencia, el régimen se salvó.
–El año pasado un libro de Cortés y los conquistadores y ahora Franco, ¿se ha pasado a la actualidad?
–(Ríe) Escribo lo que me apetece en cada momento, que tiene que ver con lo que leo y no con la actualidad política. Me gusta mucho la historia contemporánea y estoy familiarizado con estos personajes. Por eso mismo lamento tanto que se haya vuelto a traer a Franco a la actualidad.
–¿Qué le parece el uso político que ha hecho la izquierda de la figura de Franco en los últimos años?
–Ha sido una torpeza recuperar la figura de Franco. Están haciendo un uso desde una perspectiva actual, y obviamente lo que ocurrió en el pasado no puede influir de ninguna manera en la España actual, ni se puede atribuir responsabilidad a los nietos de los culpables de entonces. Franco estaba enterrado y bien enterrado hasta que se han empeñado al final en resucitarlo. Pero, en fin, ya que lo han hecho lo que hay que hacer es estudiar su figura histórica, que es vital para entender nuestro siglo XX.
–El libro arranca con el final de la Guerra Civil, ¿cómo es el régimen que levanta Franco?
–Había cierta cutrez en ese régimen. El país quedó en manos de alguien sin formación política, un militar africanista que estaba en manos del Ejército y de la Iglesia. La Iglesia fue el único sustento real que tuvieron tras ganar la guerra. Si el régimen anterior había consentido que asesinaran a seis mil y pico curas y monjas, era lógico que Franco se echara en manos de la Iglesia. Fuera de España tenía a los fascismos europeos, Italia y Alemania, a cuyas puertas no tardó en llamar.
–¿Por qué quería Francisco Franco una alianza con Alemania?
–En un principio estaba deseando entrar en la guerra, como explico en las primeras páginas de este libro, pero luego, tras el verano del año 1940 , vio que Inglaterra no estaba tan derrotada como todos pensaban. Arrió las velas y procuró no comprometerse cuando Hitler, casualmente, sí parecía muy interesado en que España entrara. Éramos su plan para fastidiar el comercio marítimo de Inglaterra. En esos meses existió incluso la amenaza de que Hitler invadiera España por su cuenta, pero cuando ya se metió en la guerra con Rusia se olvidó de nosotros. España finalmente se mantuvo al margen y Franco sobrevivió a la posguerra.
–¿Qué exigió Franco para entrar en el Eje?
–Esperaba un imperio colonial en África. Ambicionaba el Marruecos francés, que era mucho más rico que el español, y quería ampliar la provincia de Guinea hasta alcanzar unas dimensiones parecidas a las de la Península Ibérica. El Gobierno de Vichy, que era colaboracionista con Alemania, resultó el principal escollo para un acuerdo, pues Hitler no se quiso enemistar con Francia. Prefirió estar a bien con Vichy que con Franco.
–Dice usted que a Hitler le entraron las prisas. ¿Qué podía él obtener de un país que salía destrozado de la Guerra Civil?
–A Hitler solo le interesaba España por Gibraltar. Suponía cortar el tráfico marítimo por el Mediterráneo y obligar a la flota británica a cruzar el Atlántico, donde los submarinos estaban esperándolos. Aparte, alemania era deficitaria de metales y aquí podíamos ofrecerle algunas materias prima. Las fuerzas militares le interesaban poco a Hitler, porque España no tenía infraestructura militar alguna tras la guerra. Por contra, España necesitaba urgentemente trigo, que venía de Sudamérica y Canadá con permiso de los ingleses, que eran quienes dominaban el comercio marítimo. Franco se movía en una situación muy delicada. Cuando Franco se inclinó un poco hacia Hitler, justo los británicos le restringieron el trigo para recordarle quien daba de comer al país.
–No ayudó a alcanzar un acuerdo la falta de sintonía entre Franco y Hitler.
–El «feeling» fue fatal entre ellos. Franco jugó un tiempo a pedir lo que el otro no le podía dar, y viceversa. Sabemos por los testimonios que Hitler despreciaba a Franco. Pensaba que era un mal militar porque había tardado, según él, demasiado en terminar la Guerra Civil. Hitler, en general, despreciaba a los españoles y tenía la peor opinión sobre ellos, aunque admiraba su valor militar. La actitud nazi fue muy altiva e hirió la hidalguería patria.
–¿Consideras que había una distancia moral entre los nazis y los franquistas?
–Mucha distancia, sí. Franco iba a lo suyo pero no tenía realmente una ideología. Estaba a favor del orden, la propiedad privada y de los principios conservadores, nada más. Hitler, en cambio, defendía una ideología , muy básica y muy equivocada, que era la de imponer la raza superior en el viejo mundo. Quienes trataban con ellos hablaban de que eran gente brusca y altiva, que se creían superior al resto de razas. Eran conquistadores del mundo…. Y esa altivez resultó contraproducente en sus conversaciones con los españoles, que siempre hemos sido, indiferentemente de la ideología, gente muy digna.
Serrano acudió a Berlín encantado por la invitación de unos colegas, pero volvió muy cabreado por cómo los trataron de mal, los despreciaron, con la punta del pie. El cuñadísimo era un hombre muy culto, y Ribbentrop, el ministro de Exteriores nazi, era un hombre muy inculto y altivo. Su único mérito era que sabía tres idiomas y tenía buena pinta. Como diplomático fue lo más torpe que ha parido nunca.
–El encuentro de Hendaya nació muerto.
–Fue una reunión estéril. Franco todavía creía que los nazis iban a ganar la guerra y entonces fue con su pliego de condiciones para entrar en el Eje, entre las cuales estaban la exigencia de su imperio africano y el que los alemanes le dieran el trigo que Inglaterra iba a bloquear por la otra vía. Además quería armas para defender las costas de los ataques ingleses. Hitler respondió que no y la partida diplomática se quedó en tablas. El austriaco salió del vagón muy cabreado por no conseguir nada: «Con esta gente no se puede hacer nada», dijo en alemán. De vuelta a España, Franco presentó el encuentro como una reunión fantástica entre dos camaradas y amigos, pero también él estaba muy enfadado por haber sido sometido a tanta presión.
«Franco obtuvo el apoyo de los americanos, por su anticomunismo visceral, a cambio de que España renunciara a parcelas de su soberanía».
–¿Hubiera cambiado la guerra la entrada de España?
–La guerra mundial no la hubiera cambiado España y, sin embargo, la guerra si hubiera cambiado a España. Si Franco hubiera entrado en la guerra hubiéramos sido parte de los perdedores y los Aliados habrían impuesto una democracia en el año 45. Tendríamos un gobierno republicano o tal vez monárquico y habríamos entrado en el plan Marshall. Tal vez la recuperación económica hubiera llegado antes. Franco luego obtuvo el apoyo de los americanos, por su anticomunismo visceral, a cambio de que España renunciara a parcelas de su soberanía.
–Hay quien defiende que es mejor borrar los episodios más oscuros y hasta derribar el Valle de los Caídos.
–La historia no se puede borrar. No se puede dar la espalda al pasado. Eso era posible en la época de los faraones o los antiguos romanos, pero no hoy. Un monumento, una estatua, una placa... si se retira hay que guardarla porque es historia, guste o no.
–También quieren borrar a ciertas personas.
–Se lo quieren hacer a Woody Allen en vida y a más gente. En eso los franceses tienen las cosas más claras que nadie. Uno de los seres humanos más repugnantes que ha nacido en nuestra era fue Louis- Ferdinand Céline , autor del «Viaje al fin de la noche», un grandísimo escritor. Ellos comprenden que por muy repugnante que fuera su vida no debe ser condenada su obra. Hay que distinguir entre ambas cosas porque, de no ser así, tendríamos que quemar la mayoría de libros y pinturas de la historia.
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