Emilio Gutiérrez Caba: «En el teatro siempre hubo mujeres que eran más importantes y ganaban más que los hombres»

El actor ha resumido en un libro, «El tiempo heredado», la historia de su familia, una saga de intérpretes dominada por grandes actrices

Emilio Gutiérrez Caba José Ramón Ladra
Julio Bravo

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Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) es, además de un magnífico actor, el historiador de su familia que, como todo el mundo sabe, no es una familia cualquiera;es una de las más ilustres sagas de nuestro teatro. La primera piedra la puso Pascual Alba (1843-1895), bisabuelo del actor, y la seguirían sus hijas, Leocadia Alba (1866-1952) e Irene Alba (1867-1930). El árbol genealógico continuó con Irene Caba Alba (1899-1957) y Julia Caba Alba (1902-1988); y con tres de los hijos de la primera:Irene Gutiérrez Caba (1930-1995), Julia Gutiérrez Caba (1932) y el propio Emilio. La última cadena del eslabón, por el momento, Irene Escolar (1988), nieta de Irene Gutiérrez Caba e hija del productor cinematográfico José Luis Escolar. Hay en la relación mayoría abrumadora de mujeres, y a ellas ha querido dedicar Emilio su libro «El tiempo heredado» (Aguilar), testimonio imprescindible de más de siglo y medio de la historia de nuestro teatro.

Imagino que ha sido un trabajo de años...

Hace cuarenta años que empecé a «coleccionar» todos los datos familaires que pude, y a tratar de rellenar los huecos que había en la historia de la familia. Fuí a bibliotecas, a hemerotecas, a buscar programas y periódicos, que son la fuente fundamental. Y eso lo incluí en una base de datos bastante exhaustiva. A raíz de la emisión del programa «Imprescindibles», de TVE, sobre mi familia, me llamó el académico Francisco Rico y me dijo que tenía que escribir un libro. Y que lo tenía que hacer ya. Me puso en contacto con una agente literaria, Silvia Bastos, que encontró a la editorial Aguilar, que ha publicado, y muy bien, el libro. Al principio solo sabía que tenía que orquestarlo en tres partes, que eran las tres generaciones de mujeres, pero no sabía muy bien cómo. Y finalmente lo hice por cronologia de estrenos. Colocar después los datos no ha sido tan difícil;lo difícil ha sido enfrentarme a cosas como la muerte de mi hermana Irene... Yo esos días había escrito lo que pasaba, no ha habido ahora un engaño de la memoria, pero transcribirlo ha sido muy duro. Otra cosa ha sido lo de mi madre;yo tenía catorce años, y puede haber una tergiversación mínima de hechos o fechas. Pero en lo referente a estrenos y giras los datos están comprobados al cien por cien.

En este país no tenemos mucho aprecio por el trabajo de documentación...

No, no lo tenemos. Aunque hay excepciones; recuerdo que me causó una gratísima impresión encontrar que en el Ayuntamiento de Pamplona tienen, según me dijo el bibliotecario, una colección de programas de teatro, circo, variedades y toros desde 1880. Y la tienen completa;si hubiera tenido cuarenta ayuntamientos así... Pero llegaba a un lugar y había primero que enterarse si la biblioteca era de la Diputación, del Ayuntamiento, si había hemeroteca... Pero eso me ha servido para estar entretenido durante las giras.

«Yo le pedí una vez de rodillas a José María Rodero que contara su historia y su experiencia vital y la grabara en un magnetofón; se negó, me dijo que eso no le interesaba a nadie»

¿Qué aportan labores así, solo el recuerdo de otra época?

No, yo creo que aportan datos que completan y corrigen errores. Los de este libro están contrastados en tres fuentes. Y en este caso, por ejemplo, si se sigue la historia de mi tía Leocadia, se sigue también la del Teatro Lara; si se sigue la de mi abuela se ve la del Teatro de la Comedia. Y la vida de mi familia es también la del Teatro Infanta Isabel y otros lugares;la incursión española en Latinoamérica. Se llenan huecos que no estaban cubiertos porque, como usted decía, no nos ha interesado la documentación... O no hemos tenido posibilidades de hacerlo. o no lo hemos creído necesario. Yo le pedí una vez de rodillas a José María Rodero que contara su historia y su experiencia vital y la grabara en un magnetofón; se negó, me dijo que eso no le interesaba a nadie.

Los hermanos Emilio, Julia e Irene Gutiérrez Caba

Cuando uno escribe un libro y echa necesariamente la vista atrás, ¿qué sentimientos se despiertan? ¿Nostalgia, melancolía?

En este libro, la época anterior a mi nacimiento no me produce melancolía, porque hablar de mi bisabuelo o de mi abuela, a los que no conocí, no me causa problema. Empieza a ser más complicado cuando «nace» uno. Quizás no hay melancolía, pero el recorrido, por ejemplo, de la casa familiar de la Calle Mayor –que ahora la tiene mi sobrino–, sí es sentimental: de tu infancia, de tu habitación con juguetes, del pasillo en el que jugabas... Pero tampoco podía entrar en esa parte sentimental, porque este libro se centra en las mujeres de mi familia. La editorial me pedía que participara más y metiera más datos de mi vida, y yo dije que no.

Tenía claro que quería hablar de las mujeres...

Son las que han sostenido realmente a la familia, tanto artística como económicamente.

«Las mujeres son las que han sostenido realmente a la familia, tanto artística como económicamente»

En tiempos de reivindicación feminista, son todo un ejemplo...

En el teatro ha habido durante décadas figuras femeninas que han tenido mucha más importancia que los hombres y que mantuvieron a sus familias porque ganaban más dinero que ellos. Antes de mis abuelos está el caso de Matilde Díez, Rita Luna, La Tirana... Eran mujeres que trabajaban y que ganaban igual, si no más, que los hombres.

¿Y las actrices tenían la misma consideración social o estaban mal vistas?

Depende de quiénes fueran. Algunas estaban muy bien consideradas, como Matilde Díez. María Guerrero o María Álvarez Tubau. Seguramente otras no tanto, pero eso dependía también de su vida personal, de su vida íntima.

Irene Caba

Pero si una mujer quería, en los años treinta o cuarenta del siglo XX, dedicarse al teatro, ¿se llevaban sus madres las manos a la cabeza?

Bueno, se las siguen llevando ahora. Ésta es una profesión insegura, desconocida en el fondo. Es una profesión de sentimientos;la sociedad no entiende que te puedas dar un beso apasionado con otro actor cuando no sientes nada por él, o que te acuestes en una cama desnuda con un señor. Y eso les crea un problema de entendimiento. Esto es un juego, no participan los sentimientos en él, pero eso es muy difícil de explicar, hay que sentirlo. Y eso hace que haya un rechazo social a determinadas formas de hacer;yo trato de entederlo.

«Ésta es una profesión admirada porque ves que salen a escena o en la pantalla, que hacen otras vidas, que les aplauden, que les elogian, y eso siempre llama la atención»

Pero al tiempo es una profesión admiradísima.

Sí, es un contrasentido. Albert Camus decía que como consecuencia de la desesperación nace el héroe cinematográfico. Es una profesión admirada porque ves que salen a escena o en la pantalla, que hacen otras vidas, que les aplauden, que les elogian, y eso siempre llama la atención. Más que saber lo que cuesta ensayar, las vicisitudes económicas... No se ve la cara oculta de la luna.

Usted confiesa al principio del libro que en una ocasión quiso desaparecer la víspera de un estreno.

Sí, sí –ríe–... Es una historia curiosa. No sé lo que pasaba entonces por mi cabeza, quizás un ansia de libertad... No sé bien, ese ansia de no estar sujeto... No podría definirlo.

Irene y Julia Gutiérrez Caba con su tía Julia Caba Alba

¿Tal vez que se dio cuenta de que usted estaba abocado a ser actor?

No sé, yo llevaba ya mucho tiempo, fue en el año setenta... No, fue una actitud quizás de responsabilidad; era la primera vez que trabajaba con mi hermana Julia. Seguramente fue eso, no lo sé bien. Nunca lo he pensado del todo, tendría que retrotraerme a lo que pasó antes de la cena de ese día para saber por qué cogí el coche y me eché a la carretera para huir.

¿Echa de menos algo en su profesión?

Las gentes de mi edad, de mi generación, echamos de menos muchas cosas. Primero una estructura clara de la profesión que ahora no hay; antes había unas jerarquías, yo no digo que fueran acertadas o equivocadas, que marcaban el camino, tampoco digo si acertado o no, al actor. Y ahora te encuentras a ciegas. El otro día, en Bilbao, hablábamos Carlos Hipólito, Malena Gutiérrez y yo, y comentábamos que ahora en las giras solo hay representaciones los fin de semana. Se pierde contacto, la complicidad que había antes en las compañías. Ahora entre función y función te vas a hacer una película, una serie... Se crea una atmósfera de contacto superficial;la gente se despide rápidamente o no se despide, incluso. Cuando yo empecé en el teatro había otro tempo, otra tranquilidad que se reflejaba en cómo se comportaba la gente. Eso sí lo echo de menos.

«Las actrices y los actores de la época en que yo empezaba, y también los directores de escena, consideraban que la base de la profesión era el teatro»

¿Había también más relación entre los actores?

Las actrices y los actores de aquella época, en general, y también los directores de escena, consideraban que la base de la profesión era el teatro. Allí es donde nacía y moría todo. A partir de ahí podías hacer cine o televisión. Pero hasta en el cine se cuestionaba la valía de los intérpretes; Rex Harrison decía que él era un actor de teatro que hacía cine. Los actores de teatro hacemos después cine o televisión, pero no al revés. Ese orden «jerárquico» de la profesión también se ha perdido hoy en día. En aquella época nos conocíamos todos;conocíamos las compañías, incluso a algunos de los que se dedicaban de manera amateur al teatro... Hoy en día hay muchísima gente joven a la que no conozco; que triunfan en series o en el cine, y con los que no he tenido ninguna contacto. Hace años eso era impensable.

Emilio e Irene Gutiérrez Caba con su padre

Pertenecer a una familia como la suya, ¿qué le aporta de más? ¿Existe el ADN de actor?

Existe un ADN de una manera distinta de ver las cosas;el ADN es seguramente la sensibilidad ante una perspectiva general del mundo. Ese es el único ADN posible en los artistas, ya sean pintores, músicos o actores:una sensibilidad o una toma de postura ante las cosas que otras profesiones no tienen.

¿En algún momento ser algo distinto o siempre quiso ser actor?

Yo trabajé en un laboratorio de cine, Madrid Film; estuve dos años y medio. A mí el teatro me atraía relativamente. Pero cuando entre en el Instituto de San Isidro conocí a Antonio Ayora, que era un personaje muy carismático y entusiasta a la hora de hacer teatro con gente joven, y eso me cambió. Yo había conocido el teatro a través de Catalina Bárcena y de la compañía del Infanta Isabel, y de pronto Ayora me descubrió a los clásicos:Calderón, Cervantes, Lope, Shakespeare. Pero representados, no estudiados en un libro. Y eso me hizo ver que el teatro tenía muchísimas posibilidades, que era otra cosa, otro mundo. Yque si lo hacíamos en un Instituto, en un gran escenario sería mágico.

Resulta curioso que, viniendo de una familia con tanta tradición, tuviera que descubrir su vocación fuera.

Sí... Lo que pasa es que Antonio Ayora había hecho mucho teatro con la compañía del Teatro Lara, era muy amigo de Fernando Fernán-Gómez... Había sido actor, y tenía una complicidad con el teatro que no era la del mero docente. Era un hombre de teatro.

«Es vivificante saber que Irene Escolar va a seguir manteniendo esto en pie. Luego continuará la saga o no, porque esto es artesanal»

Irene Escolar

Que la saga continúe con Irene Escolar, su sobrina-nieta, le producirá satisfacción...

Claro. Le dedico poco a Irene en el libro porque digo que tiene muchos años por delante; pero es vivificante saber que ella va a seguir manteniendo esto en pie. Luego continuará la saga o no, porque esto es artesanal y, por la parcelación que hay hoy en día de cine, teatro y televisión, se está perdiendo.

Esa palabra, artesanal, me interesa. Está claro que se aprende a ser actor, ¿pero se hace más en las escuelas o en el escenario? Se han perdido ya costumbres como el meritoriaje, o lo de empezar con un «papel con lanza»...

Esa costumbre se ha perdido porque los montajes son hoy completamente distintos. Antes había grandes repartos y podía permitirse ese tipo de papeles. Pero esa formación, esa toma de contacto con el público, es lo que en muchos casos falta hoy en día;les faltan representaciones en un escenario, salir, saber cómo se arregla una equivocación... Toda esa «carpintería» teatral les está faltando a muchos jóvenes. Se «hacen» en series donde todo va muy rápido, todo vale, se repite y repite. Y eso falta hoy en día. El teatro es un oficio que empieza, contrariamente a lo que algunos dicen, el día del estreno, que es cuando nos enfrentamos al elemento que nos falta que es el público, sin el que no existe el hecho del teatro. No son unos actores ensayando. Como decía Bergman, la línea en el teatro de texto –luego hay otras formas igual de respetables– son el autor, los actores y el público.

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