Eduardo Mendoza: «Si vuelvo la vista a los años sesenta me veo hecho un gilipollas»

El escritor inaugura con «El rey recibe» (Seix Barral) una trilogía novelesca en clave autobiográfica

Eduardo Mendoza sostiene su nueva obra: «El rey recibe» ABC
Sergi Doria

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Cumplidos los 75 años, Eduardo Mendoza cree llegado el momento de dar cuerda a los recuerdos. Reacio a escribir unas memorias convencionales, prefiere contar las cosas tal como las vivió con las hechuras de la novela . «Quiero hacer algo distinto de lo que venía haciendo, dejar las novelas de humor e intriga, cambiar de registro con un género más propio de mi edad. No porque yo haya vivido sucesos que nadie conoce, sino con una cronología personal».

« El rey recibe » es la primera entrega de una trilogía que abarca desde los años sesenta al asesinato de Carrero Blanco . En estos momentos, ya está escribiendo la segunda novela: «No he decidido hasta que año llegaré, seguramente el 2000, pero a lo mejor descubro que 1997 o 2004 son mejores fechas. Igual son cuatro novelas en lugar de tres, como los mosqueteros. No tengo prisa, pero habré de parar cuando el pasado ya no es pasado, sino anteayer… Para mí, lo histórico tiene más de veinte años».

El gato «underground» de Robert Crumb que adorna la portada de «El rey recibe» podría ser la reencarnación zoológica de su protagonista. Este trasunto mendocino se llama Rufo Batalla y su perpetua batalla es pasar de puntillas por trabajos y amores, aunque sin perder la curiosidad. «Es un personaje pasivo en una sociedad española dominada por la pasividad y una educación que le aconseja pasar desapercibido. Pero, al mismo tiempo, siente gran curiosidad por la música de vanguardia, las performances, el feminismo o el movimiento gay», apunta Mendoza.

Plumilla de «ecos de sociedad», el protagonista consigue su dudoso «scoop» con una entrevista al pretendiente del reino de Livonia. «El rey recibe» se refiere al mundo de ficción de tan estrambótico entrevistado. En cuanto al gato de Crumb, a Mendoza le cae bien: «Es uno de los iconos de la contracultura que no se ha convertido en camiseta y merchandising».

Estamos en 1968 cuando Rufo Batalla decide viajar a Checoslovaquia para conocer el llamado «socialismo real». Un encuentro con disidentes pondrá en solfa los dogmas marxistas de sus amigos. Al volver a Barcelona, su testimonio no es tenido en cuenta y sus compañeros atribuyen los problemas del comunismo a los servicios secretos occidentales que «destinan sumas astronómicas a desestabilizar los países socialistas».

Cuando los tanques soviéticos aplastan la Primavera de Praga , Batalla se sentirá «como actor de reparto en una secuencia de la Historia, cuando todavía no existía el telón de acero».

«Si vuelvo la vista a los años sesenta me veo hecho un gilipollas», confiesa Mendoza: «Me avergüenzo de cosas que afirmé como verdades absolutas y una de aquellas ‘verdades’ era pensar que Marx o Freud resolvían todos los problemas». Rufo Batalla, añade, «quiere adoptar una posición moral, pero no sabe cuál es». Sus opiniones suenan hoy políticamente incorrectas: juzga a Nixon mejor presidente que Kennedy y el caso Watergate le parece una hipérbole de los medios de comunicación… Eso lo dice Rufo Batalla, porque Mendoza reconoce que la posibilidad del «impeachment» evita que los presidentes se pasen de listos. El autor de «El rey recibe» ha releído viejos libros y ha recuperado programas de la TV americana: «Al final del telediario se ponía a debate un tema candente. Se discutía y argumentaba y, sobre todo, no se interrumpía al adversario, porque los anglosajones no se interrumpen».

Lo peor de la España de los sesenta era la censura: «Condicionó nuestros mecanismos mentales. Escribir entre líneas se consideraba un mérito en sí mismo, como tirar la piedra y esconder la mano; escaquearse de cumplir la ley; ir a la prisión; menospreciar las instituciones…». Preguntado por las acusaciones de censura en la España actual, Mendoza no duda: «No se puede comparar con la censura del franquismo. Hoy todo el mundo escribe lo que le da la gana».

Después de escribir « Qué está pasando en Cataluña », Mendoza no parece interesado en pronunciarse más sobre el secesionismo rampante. Al planteársele si el independentismo es una utopía sustitutoria de las utopías fracasadas, descarta tal hipótesis: «Los fenómenos sociales de aquella época fueron transversales; pasaron por encima de las ideologías como el feminismo, el ecologismo o el movimiento gay».

Controlado por su editorial -la siguiente novela no tardará mucho-, Mendoza se siente satisfecho: «Si surge un compromiso que no me apetece, siempre puedo decir que estoy trabajando», ironiza. El próximo título arrancará en las vísperas de la muerte de Franco y Rufo Batalla mantendrá sus contactos furtivos con el príncipe de Livonia y su corte pintoresca: «Será testigo de la transición en España, la caída del muro y la desaparición del comunismo. Más tarde, ya en su madurez, habrá de admitir que las cosas han seguido un curso imprevisible. Sólo la absurda empresa del príncipe y su reino irredento a la que sigue vinculado a su pesar, dan sentido a su vida», promete Mendoza.

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