«Más rápida que la vida»

Dorothy Levitt, la primera en mirar hacia atrás

Piloto de carreras e inventora del espejo retrovisor, Dorothy Levitt adelantó a su tiempo para ampliar el mundo de la mujer

Celia Santos rescata su historia en la obra «Más rápida que la vida» (Ediciones B)

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con el siglo XX llegó el futuro. La tecnología deslumbraba en las exposiciones internacionales, los inventos dejaban de ser sueños, lo imposible se hacía tangente. La sociedad despertaba entre inventos que desafiaban la lógica y se imponían, entre el recelo y la curiosidad, para ampliar los horizontes. Rotas las barreras del miedo a lo que vendrá, se dibujó un presente sin límites. En todas las facetas: arte, literatura, ciencia. Julio Verne, Mark Twain, Nikola Tesla, Thomas Alva Edison, H. G. Wells. Pero también ellas, muchas. Mujeres que todavía hoy se descubren con cuentagotas y cuesta encontrar en los libros de texto y de la historia. Aunque sus logros sean hoy imprescindibles.

Pasión por los motores

Entre esos nombres con los que el presente no podría entenderse: Dorothy Levitt . La primera mujer británica en conducir, en ganar una carrera, en escribir un manual de conducción, en idear el espejo retrovisor -aunque lo patentara Elmer Berger, en 1911 -. Era uno de los mensajes que repetía a quienes quisieran seguirla: «Llevar en un sitio conveniente un pequeño espejo a polvera para mirar de vez en cuando quién viene detrás». También aconsejaba llevar una pistola. Las hechuras del mundo eran de traje masculino.

Levitt, nacida en 1887 en familia acomodada, alimentó su pasión por los motores con su trabajo de secretaria en la empresa de automóviles Napier, y desarrolló su carrera profesional entre 1903 y 1911. Con la inercia de la velocidad rompió todas las reglas. Desatendió los consejos sociales y de costumbre que vetaban a la mujer como conductora y más aún de carreras. Quizá nunca quiso desafiar a nadie más que a sí misma. Pero removió conciencias con su presencia en la salida de multitud de competiciones , con los premios ganados, con su récord de velocidad. En su camino, cientos de obstáculos en forma de censura, críticas, moralina y zancadillas. Sobre todo de hombres, que comenzaron a ver que las mujeres podían manejar un coche y, por extensión, su propia vida. «En su manual de conducción, Levitt escribe esto: “No hay mayor libertad para una mujer que conducir su propio vehículo”. Que la mujer tenga su propia vida y la libertad y el convencimiento de saber dónde quiere ir», analiza Celia Santos , autora de la novela que ha rescatado su historia en el acertado «Más rápida que la vida» (Ediciones B).

La británica encarnó otra de las grandes revoluciones de los albores del siglo XX: el despertar de las mujeres como sujetos únicos de derechos. Apoyó el movimiento sufragista y fue autora de diversas columnas periodísticas con consejos sobre conducción y libertad . «En 1901 hubo un cambio generacional; muere la Reina Victoria y con su hijo Eduardo VII prosiguen los cambios tecnológicos y el avance. Las mujeres vieron un brecha para dejar su mensaje. Las tacharon de terroristas porque sí cometieron delitos. Debían hacer ruido y alzar la voz o hubieran pasado inadvertidas».

Su mensaje llegó hasta lo más alto; profesora de conducción de la Reina consorte Alejandra y de sus hijas. Y cuando se le prohibió participar en carreras en Inglaterra, disfrutó de circuitos en países a los que no les daba tiempo a reaccionar a su participación, como Alemania o Francia, donde Camille Du Gast ya rompía moldes al volante.

Amazona experta, sumó títulos y récords con los coches -Londres-Liverpool en dos días (1905); 146,26 kilómetros por hora (1906)-, se instruyó para pilotar aviones y dominó las lanchas de agua. También el póker y la ruleta. El mundo siempre fue a su estela.

Desapareció de la vida pública en 1911. En 1922 apareció casi por última vez en la prensa, en las necrológicas. El polvo y el olvido desdibujaron su historia, su vida, su empuje para hacer avanzar el siglo, y a las mujeres.

Muy pocos datos

Casi un siglo después, Dorothy Levitt vuelve a ponerse al volante de su propia vida a través de las palabras de Santos. «Había muy pocos datos, pero era una mujer independiente, avanzada a su época, no solo por el invento , y había que sacarla a la luz», define Santos. La poca información que halló en librerías de viejo españolas e inglesas le impidió desarrollar su biografía, por lo que optó por novelar los huecos que faltaban; eso sí, respetó tiempos, premios, fechas, personajes. «Por un lado era frustrante, pero me dejó más libertad. La mezcla de ficción y realidad es divertida , pero no fue tan fácil ponerme en su piel. Si es ficción puedes disfrazarte y crear las cosas que haría. En este caso tuve que ir con más cuidado. Te puedes imaginar su forma de ser, pero con cautela», explica.

«Quedan muchísimas historias como la de Levitt por descubrir. Y no es sacarlas a la luz, sino darles el lugar y el reconocimiento que merecen . Despertarlas y despertarnos para seguir luchando, no por copar ningún lugar, sino por exigir las mismas oportunidades», prosigue Santos. En esta época de reivindicación feminista, Levitt estaría la primera. Manejando su coche para abrir el camino. Observando, con su polvera, si las demás la seguían.

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