Dimite la directora general del Libro, enemistada con el sector
Olvido García Valdés, inmersa también en desavenencias internas, ha comunicado su «cese por renuncia voluntaria» al Ministerio de Cultura

Si quisiera ponerme literaria, pues el ámbito lo propicia, podría decir que la de Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950) es la crónica de una dimisión anunciada. Y que me perdone Gabo , porque la historia del paso de la ya ex directora general del Libro por el Ministerio de Cultura tiene poco de realismo mágico y mucho de cruda realidad. La misma a la que la poeta tuvo que enfrentarse a la hora de materializar políticamente sus ideales culturales, lícitos o no. En el sector, cuando se conoció su «cese por renuncia voluntaria», como advirtieron fuentes de Cultura, hubo un esfuerzo por simular una sorpresa que, en realidad, sonaba a alivio.
Será José Guirao, el ministro de Cultura , quien se ocupe, «provisionalmente, de la dirección política de la Dirección General del Libro » y su jefe de Gabinete, Carlos Alberdi , el que asuma «la coordinación del área». Un marrón en toda regla, que para eso está el lenguaje llano. En una semana se inaugura en Madrid LIBER , la feria internacional del libro de España, y en 2021 nuestro país será el invitado en Fráncfort , cita para la que ya se ha empezado a movilizar el Ministerio, que además no puede nombrar a un nuevo director general, al estar el Gobierno en funciones .
García Valdés , que fue premio Nacional de Poesía y dirigió el Instituto Cervantes de Toulouse (Francia), fue recibida con los brazos abiertos por el sector, huérfano de secretaría general desde que el Gobierno de Mariano Rajoy decidiera prescindir de la misma. La recuperación de la Dirección del Libro , una apuesta personal del exministro de Cultura Máximo Huerta , era una prueba más de la sintonía que el Ejecutivo de Pedro Sánchez esperaba mantener con el gremio cultural. La elegida, además, no sólo conocía el sector, sino que venía de él. Nada podía salir mal. Y, sin embargo, todo se torció desde el principio.
Alérgica al término «comercial», básico para la pervivencia de la industria, García Valdés puso el foco en los autores y se empeñó en distinguir entre lo público y lo privado, una matización que el sector nunca llegó a comprender. También insistió, desde el principio, como demostró en la entrevista que concedió a ABC en noviembre del año pasado , en que se hicieran públicas las cifras de venta de libros , ya que, a su entender, «hay mucha gente víctima de una posible no transparencia ».
Posturas
Sus posturas empezaron por ser incómodas para editores y libreros y terminaron en enfrentamiento claro con estos últimos. Tras un tiempo de tira y afloja, con el Sello de Calidad de las Librerías como principal punto de desencuentro –García Valdés lo consideraba una «herramienta comercial» y lo impugnó, logrando que el Ministerio de Cultura se desvinculara del mismo, por lo que tuvo que acudir AC/E «al rescate» y poner el dinero comprometido–, las declaraciones que la ya ex directora general del Libro hizo en este diario –se mostraba partidaria de «devolver a los creadores su lugar» y se marcaba como objetivo disminuir el papel protagonista de la «industria editorial» – acabaron con la paciencia de los libreros, que manifestaron en las páginas de ABC una «fuerte desazón», aunque esperaban poder «retomar el diálogo» con Cultura partiendo del «apoyo a los autores y la lectura».
[Olvido García Valdés: «Más que el consumo, me interesa mucho cómo y qué se lee»]
Un diálogo que, de hecho, no llegó a restablecerse y la relación continuó deteriorándose hasta, casi, su extinción. Poco después de conocer la noticia de su renuncia , Javier López Yáñez , director de CEGAL , reconocía a este periódico que no habían llegado a entenderse con García Valdés . «Lo hemos intentado, pero su actitud ha sido equivocada, ha ido provocando enfrentamientos . Ella es autora, pero de ahí a conocer los mecanismos del sector y de la gestión de todo ello hay una diferencia», aseguraba a ABC. Una oportunidad perdida.
Pero García Valdés no sólo mantuvo disputas de puertas afuera. En la propia Dirección General del Libro hubo también desavenencias, sobre todo en su relación con los funcionarios del Ministerio, quienes han llegado a ver cuestionada su «profesionalidad y respetabilidad», según recoge el escrito sindical al que ha tenido acceso ABC y que se reproduce debajo. Hasta el nombramiento de la poeta, Javier Pascual Echalecu coordinaba el área como subdirector del Libro, pero ambos trabajaron poco tiempo juntos, porque éste, cuyas relaciones con el sector fueron siempre excelentes, decidió marcharse de Cultura tres meses después de que García Valdés tomara posesión.
Lo que está claro es que Guirao no olvidará fácilmente este día, ya que la dimisión de la directora del Libro coincidió con la jubilación de Javier García Fernández , subsecretario del Ministerio de Cultura.
Noticias relacionadas