Contra la 'beatificación' de Emilia Pardo Bazán
La Biblioteca Nacional inaugura una exposición dedicada a la escritora que ahonda en sus contradicciones
Toda celebración esconde una hagiografía, o por lo menos el riesgo de una santificación pública. Emilia Pardo Bazán , que era católica hasta la médula, y que disfrutaba embarrándose en las guerrillas culturales del XIX desde su particular atalaya, se resistió con su vida ... y con su obra al retrato unívoco de las conmemoraciones. Era feminista y carlista, gallega y cosmopolita, antiliberal e iconoclasta, tradicionalista y apasionada de la ciencia (rechazaba el darwinismo, pero desde el análisis concreto de los hechos comprobados, según presumía). En fin, era una mujer moderna y antimoderna, es decir, tan contradictoria como su siglo, como Baudelaire, precursor del término. También fue, claro, una escritora que renovó la literatura de su tiempo. Esta, y no otra, es la figura poliédrica que, cien años después de su muerte, se está recordando.
«Si existe un riesgo en estos momentos, es el de la beatificación, el de la celebración acrítica y, en especial, el de la apropiación plana o interesada, que lima aristas, que esconde lo inconveniente según el personaje que se quiere diseñar, o el que se quiere ocultar», advierte Isabel Burdiel , comisaria de la nueva muestra de la Biblioteca Nacional de España (BNE), que lleva por título 'Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad', y que estará abierta al público hasta el 26 de septiembre. «Ya cuando estaba escribiendo su biografía me surgió esa pregunta inquietante ¿Se puede ser conservadora y progresista a la vez? Sí, porque ella lo fue», añade.
El recorrido expositivo que plantea Burdiel es un viaje por las múltiples facetas de Pardo Bazán, tanto literarias como vitales, a través de más de doscientas piezas entre pinturas, libros, fotografías, manuscritos, etcétera. Todo empieza, claro, por el nacimiento de la escritora: su exquisita educación, su devoción por la lectura, el apoyo de sus padres, su matrimonio temprano, la búsqueda de su voz. «Que el bendito público no ha de hallar conforme mi conducta con la ortodoxia social , corriente; ya me lo presuponía», le escribió en 1885 a Antonio Machado Álvarez.
En esos años se entregó a la divulgación y discusión del naturalismo como un movimiento necesario para superar de una vez por todas el romanticismo. Esto lo explicó en ' La cuestión palpitante ' (1882-83), donde también dejó clara su postura en cuanto al compromiso propio de la literatura, así como su condición de escritora por encima del género: «La belleza de la obra de arte no consiste en que pueda leerse en familia [...] ¿Dónde está, cielos, mi irreverencia? [...] Dentro del terreno literario no hay varones ni hembras, hay escritores que sufren inevitablemente las modificaciones inherentes al gusto estético de su edad».
Luego llegaron clásicos como 'Los Pazos de Ulloa' (1886) y 'La madre naturaleza' (1887), aunque la comisaria también dedica espacio a obras más tardías como 'La Quimera' (1905) o 'Dulce dueño' (1911), además de sus cuentos, donde alcanzó cimas difícilmente igualables. Al final Pardo Bazán se convirtió en una figura conocida y reconocida, con muchas y muy diversas amistades y conexiones intelectuales, por mucho que le negaran la entrada en la RAE . También sufrió, en cierto modo, el precio de la fama, tal y como reflejan varios de los objetos de la exposición. «Su pasión por lo público, su deseo de participar en las polémicas culturales y políticas más relevantes de su época, alimentó un personaje respecto al cual corrían los chascarrillos, los detalles más o menos ciertos y escabrosos sobre su vida privada, los chistes, las caricaturas, los dichos atribuidos y las semblanzas mordaces», explica Burdiel.
Con todo, la historiadora destaca en que «uno de los aspectos más originales de su trayectoria fue, precisamente, la inserción del feminismo en el debate cultural y político de su época, utilizando abiertamente el término y contribuyendo a su respetabilidad, con una repercusión pública muy intensa y eficaz». Ahí están títulos como 'Insolación' (1889), 'Morriña' (1889) o 'Memorias de un solterón' (1896). La investigadora Nerea Aresti precisa en el catálogo que el suyo «fue un feminismo individualista por vocación y colectivo por necesidad», más cercano a la tradición francesa que a la anglosajona. «No sé qué se entiende por 'verdadero feminismo' [...] no acierto a alcanzar qué sea. Todos los feminismos son 'verdaderos', en cuanto tengan por objeto conseguir las ventajas para la mujer e igualarla en derechos con el varón», sentenció la propia Pardo Bazán en 1920, ya al final de su vida.
Hay una carta inédita que estaba en la Fundación Lázaro Galdiano que refleja los prejuicios a los que se enfrentó la autora. Esta fechada en abril de 1890, poco después de la muerte de su padre. El firmante es el franciscano Manuel Castellanos , su antiguo confesor: «¿Será temerario suponer que la (...) inesperada muerte de su buen Padre es el medio de terror y espanto con que Dios la llama nuevamente, ya que usted no hizo caso alguno de los consejos que le dio su confesor? Fue un castigo que Dios quiso ejecutar en el Padre, en la hija o en ambos dos», le espetó. «En esta carta le acusa de ser la causa de la muerte de su padre por el tipo de vida que lleva en Madrid, por haberse separado de su marido... Es una carta de un chantaje brutal y absoluto», remata Burdiel.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete