El PEN Català como ejemplo de la ingeniería cultural independentista

El club internacional del PEN asume sin «contrastar» las tesis de su filial catalana

Carles Torner, Jennifer Clement y Àngels Gregori, durante una rueda de prensa en Barcelona @PENCATALÀ

Sergi Doria / David Morán

Fundado en 1922, el PEN Català es hoy un engranaje más de la ingeniería cultural independentista. El tándem formado por el director ejecutivo del PEN Internacional en Londres, Carles Torner, y la filóloga Carme Arenas (presidenta de la sección catalana entre 2010 y 2018) ha propagado el discurso de una Cataluña donde se vulneran los derechos de la lengua catalana en una España que reprime la libertad de expresión.

Torner, para más señas curriculares, fue el responsable del polémico programa literario con el que la cultura catalana desembarcó en Fráncfort en 2007 sin rastro alguno de autores en castellano. «Ellos tienen el poder y lo han instrumentalizado», subraya el presidente del PEN España, Basilio Rodríguez Cañada, quien señala directamente a Torner como responsable de la deriva ideológica de una organización internacional que, recuerda, nació como entidad «plenamente apolítica».

Tampoco ayuda la guadianesca y errática singladura del PEN España, disuelto cuando empezó la Guerra Civil y refundado a trompicones en varias ocasiones a partir de los años setenta y siempre, denuncia Rodríguez Cañada, bajo el «acoso» de la filial catalana. «Quieren que tiremos la toalla», denuncia. Rodríguez Cañada pone como ejemplo el congreso que se celebró en 2017 en Ucrania y al que, asegura, no se les permitió acudir alegando problemas estatutarios y de morosidad con las cuotas. «Sacaron una nota de prensa diciendo que en España había deterioro democrático y ataques a la libertad de expresión, algo que si hubiésemos estado ahí no podrían haber hecho», relata.

Fundamentalismo

Sirva también de ejemplo la «actualización» en clave nacionalista de la declaración Universal de Derechos Lingüísticos de 1996, suscrita junto al Ciemen y el Club Amigos de la Unesco. El decálogo, conocido como el «Manifest de Girona» (2012), subraya la oficialidad de la lengua en el territorio -se entiende, claro está, la catalana en una Cataluña independiente-; la enseñanza escolar de la lengua; y el reconocimiento por las Naciones Unidas al derecho al uso y protección de la lengua «como uno de los derechos fundamentales».

Ese fundamentalismo lingüístico explica la reiterada confusión en el PEN Català de lengua con cultura y de cultura con nacionalismo. O el apoyo a entidades como Somescola en defensa de la inmersión lingüística. También explica que en el congreso internacional del PEN en Pune (India), la nueva presidenta del PEN Català, Àngels Gregori, transmitiera a un centenar de representantes la versión independentista del «deterioro de la libertad de expresión» en Cataluña y España.

Torner -lazo amarillo en la solapa-, Gregori y la presidenta del PEN Internacional, Jennifer Clement, visitaron el martes a «los Jordis» en la prisión. Del encuentro surgió un comunicado «sobre los líderes de la sociedad civil y los escritores presos» en el que se insta «a las autoridades españolas a retirar los cargos contra Sànchez y Cuixart y liberarlos inmediatamente». Una vez más, el argumentario victimista: «Últimamente los catalanes han sido víctimas, sin precedentes desde la dictadura franquista, de persecuciones por diversas manifestaciones artísticas que atacan de pleno al derecho a la libertad y a sus diferentes formas de expresión artística». Una prosa tan discutible como el poema de Torner «On tot acaba» («Donde todo acaba»): «Mentre et canvien els bolquers / infant d’un món sense temença/ cauen els murs de Lledoners». (Mientra te cambian los pañales/ niño de un mundo si temor/ caen los muros de Lledoners»). Tal desvelo ternurista contó con las firmas de escritores habituales como Erri de Luca, Suso de Toro, o Colm Tóibín.

Unas palabras que, además de la contundente respuesta de Mario Vargas Llosa, quien renunció a la presidencia honorífica del PEN Internacional por su respaldo a «los golpistas catalanes», han encendido también las alarmas de la Asociación Colegial de Escritores (ACE), entidad para la que la visión del PEN Internacional refleja «un profundo desconocimiento de la realidad española». «España es una democracia europea perfectamente consolidada en la que la libertad de expresión está protegida por los tribunales de justicia», subraya la entidad en un comunicado en el que afea a la organización internacional su «nulo interés» por «contrastar» las opiniones «claramente alineadas con una posición anticonstitucional» que le ha trasladado el PEN Català.

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