ABC PARA LA UNE
Caricatura y poder
Pocos momentos tan vibrantes ha conocido la prensa como el último tercio del siglo XIX. Para comprenderlo resulta especialmente esclarecedor el trabajo que Marie Angèle Orobon y Eva Lafuente han coordinado en Prensas Universitarias de Zaragoza
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Pocos momentos tan vibrantes ha conocido la prensa como el último tercio del siglo XIX. El desarrollo técnico, el crecimiento de las tiradas y el aumento de cabeceras es equiparable al impacto que recientemente ha tenido internet en los medios. La comparación entre ambos períodos es iluminadora ya que tanto el fin-du-siècle como el presente se han caracterizado por intensos debates en torno a los límites de la libertad de expresión, a la deontología del periodismo y al impacto de la democratización de la prensa. Para comprender estas y otras cuestiones resulta especialmente esclarecedor el trabajo que Marie Angèle Orobon y Eva Lafuente han coordinado en Prensas Universitarias de Zaragoza bajo el evocador título de Hablar a los ojos. Caricatura y vida política en España (1830-1918).
Esta obra es el producto de la mejor tradición del hispanismo francés ya que desde la interdisciplinaridad logra abordar objetos de estudio tan complejos y poliédricos como es el de la caricatura. La trayectoria de ambas editoras constituye de por sí un magnífico ejemplo de esta riqueza de análisis al estudiar aspectos centrales de la cultura española decimonónica, desde la simbología política hasta los himnos, pasando por la literatura o la propia caricatura. Para analizar la caricatura en todas sus vertientes han reunido a un magnífico elenco de especialistas en historia, historia del arte, literatura, música o semiología.
A pesar de que la caricatura había sido ya objeto de estudios parciales, faltaba todavía una visión de conjunto del período contemporáneo que incorporara reflexiones de varias disciplinas. El libro parte de la década de 1830, cuando comienza a consolidarse el régimen liberal, se establece un limitado marco de discusión pública y surge la prensa satírica ilustrada, lo que hace que la caricatura aparezca de forma periódica e integrada en una publicación. La historia de la caricatura está íntimamente ligada a la de la libertad de imprenta. Por ello, Hablar a los ojos presta una especial atención al período del Sexenio democrático (1868-1874) cuando el desarrollo de la libertad de imprenta, unido a los avances técnicos, creó el marco perfecto para una auténtica explosión de publicaciones por toda la España peninsular y, a partir de 1869, también en los territorios de ultramar. Durante la Restauración borbónica, tras una primera fase represiva, el gobierno de Sagasta abrió de nuevo las puertas a la libertad de imprenta con el consiguiente desarrollo de estas publicaciones satíricas, especialmente en el marco del republicanismo, tema del que es objeto de varios capítulos de este libro.
La obra se estructura en cuatro grandes apartados. El primero de ellos, de naturaleza más teórica, se centra en el vínculo, con frecuencia insuficientemente explorado, entre la imagen y el discurso que lo acompaña. A continuación, se aborda cómo este género fue especialmente cultivado por el republicanismo como instrumento de propaganda ideológica y crítica al poder. En tercer lugar, se trata de la prensa de ultramar, un aspecto descuidado por la historiografía y que nos ofrece una interesante aproximación al contexto político y social de las guerras de independencia cubanas. En este apartado se observa además que la caricatura no siempre funciona como contrapoder y que en casos como el de la crisis cubana se alinea con las instituciones del Estado. Por último, se aborda la confluencia de géneros en la caricatura, entre la literatura, el teatro o la pintura, recordándonos como muchos de los grandes caricaturistas del siglo XIX provenían del campo de las bellas artes.
Hablar a los ojos nos ofrece una interesante reflexión sobre el alcance de las caricaturas. Este es un género menos popular de lo que a primera vista pudiera parecer ya que su público tiene que poseer un cierto bagaje cultural y un conocimiento de la actualidad. En este sentido, conviene recordar de nuevo que la caricatura se apoya también sobre el texto y que además de recurrir a formas populares, también se sirve de códigos clásicos y alegóricos con los que pretenden superar los límites de la censura. Además, el elevado precio de estas publicaciones las hacía inasumibles para buena parte de la población.
Por último, esta obra nos interroga sobre la efectividad de un género dirigido a un público suscrito a una revista satírica y, por tanto, en sintonía con su línea editorial. Del mismo modo, cabría preguntarse si la risa que despierta la caricatura mueve a la acción o si tiene el regusto amargo de quien no puede cambiar la realidad.
Por ello, podríamos llegar a cuestionar su valor propagandístico si no fuera por el celo con el que el poder político persigue y vigila estas manifestaciones. Aun cuando se asuma que la crítica es el fundamento de la esfera pública liberal, el potencial deslegitimador de la caricatura hará que los debates en torno a los límites de la libertad de expresión sigan vigentes hasta hoy, ya sea por temor al descrédito de instituciones como en el caso de la familia real con El Jueves o por la ofensa de sentimientos religiosos como en las polémicas suscitadas por Charlie Hebdo o el artista Abel Azcona.