Bernardo Atxaga: «Me siento totalmente joven y dispuesto a volver a empezar»

El Ministerio de Cultura y Deporte ha galardonado al escritor guipuzcoano con el premio Nacional de las Letras Españolas

l escritor vasco Bernardo Atxaga EFE

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Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 1951) se define a sí mismo como un escritor «inseguro». Tanto, que desde hace «mucho tiempo» viene haciéndose la pregunta de hacia dónde se dirige en esta nueva etapa que se abre ante él. Tal vez por eso, argumenta, noticias como las que recibió este lunes le otorgan cierta «tranquilidad». «Siento que se ha hecho visible mi trabajo», celebra el último ganador del premio Nacional de las Letras Españolas, considerado un autor fundamental en la proyección internacional de las lenguas vasca y castellana.

El Ministerio de Cultura y Deporte anunció la mañana de ayer el fallo del jurado, que reconoce la labor de Atxaga en la modernización del euskera a través de una narrativa «impregnada de poesía» y en la que ha «combinado de una manera brillante realidad y ficción». Ejemplos de esa excelencia literaria son «De la ciudad» (1974) o «Obakoak» (1988), considerada una de sus obras culmen. En su cuento «Exposición de la carta del canónigo Lizardi», que obtuvo el premio Ciudad de San Sebastián, se presentaba por primera vez el territorio legendario de Obaba que en 2005 llevaría a la gran pantalla Montxo Armendáriz.

—¿Qué significado tiene para usted este galardón?

—Este premio es una especie de rúbrica, de reconocimiento. A mí me da tranquilidad, porque yo he sido un escritor inseguro a lo largo de esta larguísima travesía. No me engaño tampoco: el premio lo dan seres humanos, no las musas. Pero, en principio, estoy más seguro que ayer. Se ha hecho visible mi trabajo y eso sirve para, quizá, hacer un punto y aparte y pensar qué es lo que hago de aquí en adelante. Es un paréntesis.

—¿A qué se refiere? ¿Supone el premio un nuevo punto de inflexión en su carrera literaria?

—Sí, totalmente. El premio subraya lo que llevo pensando desde hace tiempo y que ya anuncié, que es que «Casas y tumbas» será mi última novela. Quiero dejar ese género. Para mí, lo importante es escribir, y quiero seguir escribiendo. Pero voy a ver hacia dónde van mis manos, o mi cabeza, o mi estómago. Pero no voy a seguir como hasta ahora.

—¿Hacia dónde enfocará su trabajo?

—Primero tengo que hablar con las musas, pero siento que tengo la oportunidad de volver a empezar. Es una sensación optimista. Ayer mismo —en referencia al domingo— leí un aforismo, porque yo leo aforismos como otros hacen con el horóscopo, que decía que el que ha sido joven siempre será joven. Y bueno, yo en ese sentido me siento totalmente joven y dispuesto a empezar otra vez.

—¿Se encuentra inmerso ya en algún proyecto?

—Yo he hecho muchas cosas marginales que en su mayoría no se han publicado. Reflexiones que ignoro cuántos lectores pueden tener, pero las escribo sin más. Otra de las cosas que me interesan son las tangentes biográficas. La biografía como tal la considero un imposible, cuando no una impostura, porque nadie recuerda más que fragmentariamente. Y me apetece ponerme a hacer fragmentos de mi propia vida, pero siempre reflexivos. Puedo contar desde un accidente que he visto y a partir de ahí hacer una reflexión.

—Se ha referido al futuro. Hábleme del pasado, ¿qué ha cambiado en usted en estas cinco décadas de trabajo como escritor?

—Yo sinceramente creo que la edad ayuda mucho a la comprensión del mundo. Lo siento así. La edad ofrece conciencia sobre un mundo que entiendo mucho mejor que cuando era más joven. Tengo la sensación de que cuando tenía 25 o 30 años escribía como dando manotazos al aire. Pero no estoy hablando de nada esotérico. Por ejemplo, yo no tuve hijas hasta los 40 años. Y para mí ese momento ha sido decisivo, porque he entendido cosas que antes no se me pasaban por la cabeza. En mi literatura no cojo reflexiones de aquí o allá, sino que todo ha pasado por mi interior porque el mundo me ha obligado a ello. Y quien ha caminado bajo las palmeras ya no vuelve incólume, ya cambia.

El euskera

Entre otros motivos, el Ministerio de Educación ha otorgado el premio Nacional de las Letras Españolas a Bernardo Atxaga por su capacidad para proyectar a nivel internacional el euskera a través de su narrativa. En palabras de José María Pozuelo Yvancos, crítico de ABC Cultural y miembro del jurado, el guipuzcoano es «uno de los autores que más ha renovado el euskera».

—¿Se considera usted un pionero?

—Yo escribí durante años únicamente en lengua vasca. Luego me convertí en algo casi imposible, en escritor bilingüe, que es algo en lo que he invertido mucho tiempo. Pero siempre ha habido casos de pioneros, hay historias dramáticas, y la mía tan dura como eso no ha sido. A mí me han dicho que he sido el primer vasco en muchos sitios, pero tampoco hay que darle a eso demasiada importancia, porque lo importante no es ser el primero, sino hacerlo bien. Eso sí, cuando publiqué «Obabakoak», en las entrevistas me pasaba el día hablando del País Vasco. Y cuando se publicó la primera reseña en Estados Unidos, en el New York Times, pusieron un mapa de Europa y una flecha que indicaba el punto donde estaba el País Vasco. Ahora todo el mundo lo sabe.

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