Bécquer y sus apócrifos

Se dan por ello en el poeta las debidas circunstancias para que los falsarios actúen al respecto, encontrando a porrillo piezas «inéditas» de Gustavo tanto en verso como en prosa

Retrato fotográfico de Bécquer
Luis Alberto de Cuenca

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El talento del húngaro Elmyr de Hory (1906-1976) como pintor, y su extraordinaria habilidad para imitar pinceladas ajenas, hizo que colocara en el mercado a lo largo de su vida un millar largo de cuadros pintados por él y atribuidos a pintores contemporáneos de primera fila, entre los cuales no debo olvidarme de Modigliani , cuyo estilo imitaba a la perfección. En el terreno de la literatura también es posible llevar a cabo ese tipo de fraudes (recuérdese el documental de Welles sobre De Hory, titulado precisamente F for Fake), con tal que se conozca a un autor con la profundidad con que Fernando Iglesias Figueroa (1896-1985) conocía la obra de Bécquer. Allá por los años 20 del siglo pasado publicó nuestro Elmyr de Hory literario tres volúmenes de material propio bajo el rótulo, común a los tres tomos, de «Páginas desconocidas de Gustavo Adolfo Bécquer». El poeta Rafael Montesinos , becquerólogo mayor del reino, descubrió la superchería, pero tuvo la delicadeza de no hacer público su hallazgo hasta que murió Iglesias Figueroa. De manera que durante décadas hubo un nutrido acervo de textos pseudobecquerianos que se consideraron auténticos.

Eso ocurre con autores como el gran poeta sevillano, que murió con treinta y cuatro años y con gran parte de su obra sin publicar. Al morir, sus amigos reunieron sus «Obras» en dos míticos volúmenes (Madrid, 1871), prologados por Ramón Rodríguez Correa , que se reeditaron varias veces durante el siglo XIX, sucesivamente aumentados. Se dan por ello en el caso de Bécquer las debidas circunstancias para que los falsarios actúen al respecto, encontrando a porrillo piezas «inéditas» de Gustavo tanto en verso como en prosa. La percha de este comentario es un artículo de Luis Caparrós Esperante , «¿Una rima perdida de Gustavo Adolfo Bécquer?», recientemente publicado en la benemérita Revista de Literatura del CSIC. Podría ser que en este caso sí estuviese de verdad la pluma de Bécquer detrás del poemilla en cuestión, pero su escasa calidad apunta a lo contrario. Si queréis leer las Rimas de Bécquer acudid al autógrafo «Libro de los gorriones», vendido por la viuda de Correa a nuestra Biblioteca Nacional en 1896. Fue en su origen un libro de actas que le regalaron a Gustavo en junio de 1868. Alberga las 79 maravillosas rimas que han hecho que podamos llamar a Bécquer padre y maestro mágico de la poesía española contemporánea.

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